¿Y el ganador es…? El cine mexicano y los oscares

¿Y el ganador es…? El cine mexicano y los oscares

Rafael Aviña

La entrega de los Academy Awards de Hollywood suele provocar mucho revuelo e infinidad de comentarios de naturaleza varia y oscilante rigor. En contraste, aquí se hace un repaso bien documentado de las películas mexicanas que han sido nominadas y, en su caso, ganadoras, de alguna de las categorías del premio de la famosa estatuilla.

 

Este domingo, 27 de marzo, se llevará a cabo la ceremonia de los Oscares de Hollywood, los premios fílmicos y comerciales más importantes del planeta, pese a que año tras año su trascendencia va en picada debido a sus absurdas y ridículas propuestas de corrección política. Una vez más, varios mexicanos se suman a la enrega del Oscar respaldados por filmes hollywoodenses y, de nuevo, algunas excepcionales cintas nacionales pasaron inadvertidas pese a tener todo para destacar al menos en la terna de mejor cinta de habla no inglesa, como serían: Una película de policías, de Alonso Ruizpalacios, Noche de fuego, de Tatiana Huezo, o Sin señas particulares, de Fernanda Valadez.

La lista de cintas consideradas en este 2022 incluye al tapatío Guillermo del Toro por El callejón de las almas perdidas, nueva versión del inclemente noir de Edmung Goulding, nominada a Mejor Película, Fotografía, Diseño de Producción y Vestuario. Lo acompañan Carlos López Estrada, codirector junto con Don Hall y John Ripa, responsable de Raya: El Último Dragón, nominada a Mejor Cinta Animada, así como kd Dávila, codirectora méxico-estadunidense de Please Hold, postulado a Mejor Corto de ficción. A su vez, el mexicano Fausto Estrada Guerrero forma parte del equipo de efectos visuales de The Mitchells vs. the Machines, también en la terna de Mejor Película de Animación, mientras Eugenio Derbez es parte del elenco de coda: Señales del corazón, nominada a Mejor película.

Flashback: tres lustros atrás

Quince años atrás, nada parecía moverse en el interior de la entonces endeble industria de cine mexicano, no sólo por la bajísima producción y la falta de recursos para financiar nuevas películas en aquel entonces, sino por su retraso para estrenar las pocas películas nacionales y la falta de interés de los medios y del público mismo por ese cine mexicano alternativo, realizado con enormes dificultades que lograba encontrar minúsculos huecos en la cartelera. En aquel 2007, los medios y algunas instituciones se hinchaban de orgullo al aducir que nunca un país de lengua no inglesa había obtenido tanta relevancia en los Oscares, lo que contrastaba con el desdén generalizado hacia el cine que se producía en nuestro país.

La misma semana que se daban a conocer las nominaciones al Oscar en aquel año se estrenaban, con años de retraso y sin promoción, dos magníficos ejemplos de ese cine sensible y propositivo financiado en condiciones adversas: La canción del pulque, notable documental de Everardo González, y Noticias lejanas, del debutante Ricardo Benet, que apostaban sin complacencia alguna por personajes del México invisible, opacadas por el lanzamiento en paralelo de los multipublicitados reestrenos de Babel, de Alejandro González Iñarritu, El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, y Niños del hombre, de Alfonso Cuarón, fuertes candidatas al Oscar y con varios mexicanos nominados, de los cuales sólo obtendrían la estatuilla el cinefotógrafo Guillermo Navarro y Eugenio Caballero, por la Dirección de Arte de El laberinto del fauno.

Como sabemos, Iñárritu se llevaría después la estatuilla de manera seguida en 2015 y 2016 por Birdman El renacido, Cuarón en 2014 por Gravity y en 2019 por Roma (producción mexicana financiada por el gigante Netflix), y Del Toro en 2018 por La forma del agua, al igual que el talentoso cinefotógrafo mexicano Emmanuel Lubezki por Gravity, Birdman y El renacido.

Todavía antes, en 2003, nuestro país aparecía a su vez como protagonista en el escenario de los Oscares. En ese año Frida, película estadunidense representada por la veracruzana Salma Hayek –alma del proyecto–, obtuvo seis nominaciones. Asimismo, fue nominada a Mejor Guión Original Y tu mamá también, escrita por los hermanos Alfonso y Carlos Cuarón, y la taquillera y polémica El crimen del padre Amaro, de Carlos Carrera, se colaba en la terna de Mejor Película de habla no inglesa.

La relación entre dos amigos adolescentes de clases sociales diferentes y una atractiva española que intenta dar un giro a su existencia cuando el trío emprende un viaje por caminos desconocidos de la costa oaxaqueña, es la premisa de Y tu mamá también, un cuestionable aunque eficaz intento por acercarse al México real, con sus injusticias y contradicciones a través de los ojos de dos mozalbetes irresponsables, en un retrato fidedigno de los nuevos y globalizados adolescentes mexicanos de entonces: su lenguaje vulgar, su mediocridad y desparpajo.

El filme de los Cuarón, con todo y su bagaje urbano, se insertaba a su vez en esos parajes tan cotidianos como surrealistas de la provincia mexicana que han llamado la atención de Hollywood en la historia de las nominaciones para México, sin faltar su extraño y sensiblero folclor al que apelaba la biopic de Julie Taymor, sobre la pintora coyoacanense Frida Kahlo, que parecía conectarse con las dosis exactas de exotismo e impacto folclórico visual de realidades urbanas y de provincia, como fue el caso del fascinante semidocumental Torero (1956), de Carlos Velo, con Luis Procuna, nominada al Oscar al Mejor Documental de largometraje en 1958.

 

De Macario al padre Amaro

En ese sentido, no es de extrañar la nominación obtenida en su momento por Macario (1959), en 1961, a Mejor Película Extranjera, dirigida por Roberto Gavaldón, con impactantes imágenes de Gabriel Figueroa, a partir de un texto de b. Traven, un relato que va del humor negro a lo fantástico en la historia de un pobre leñador indígena (Ignacio López Tarso) que intenta cumplir su fantasía: devorar él solo un guajolote, al tiempo que se topa con Dios (José Luis Jiménez), el Diablo (José Gálvez) y la Muerte (Enrique Lucero), y esta última lo transforma de momento en un hábil curandero.

Ya desde aquella cinta aparecía otro elemento ligado al folclor campirano: el peso de la religión, como ocurre en esa espléndida visión de una provincia santurrona y mojigata en Tlayucan, de Luis Alcoriza (1961), nominada a Mejor Película Extranjera en 1962, que capturaba los vicios privados de una pequeña comunidad morelense con un protagonista (Julio Aldama) que vende sus cerdos para pagar una deuda con la virgen y patrona del pueblo. Tal y como sucede con Ánimas Trujano. Un hombre importante (1962), nominada al mismo rubro un año después, en la que su director, Ismael Rodríguez, contrató al japonés Toshiro Mifune para interpretar a un taimado indio zapoteca que se empeña en ser nombrado Mayordomo para la fiesta del pueblo, a pesar de las pérdidas familiares, los ridículos que le hace pasar un brujo local y su mentalidad materialista.

Todas las cintas mencionadas se situaban en los límites de El crimen del Padre Amaro (2002), escrita por Vicente Leñero según la novela de José María Eça de Queiroz, que contó con los elementos necesarios para alborotar la cerrazón de grupos oscurantistas: un joven sacerdote que trastoca su actitud de inocencia en cinismo, al grado de ofender y golpear a su amante adolescente, embarazarla y llevarla a practicarse un aborto. Y tu mamá también El crimen del padre Amaro fueron protagonizadas por Gael García Bernal, quien cobró fama por la multipremiada Amores perros (2000), de Alejandro González Iñarritu, nominada a Mejor Película Extranjera en 2001, un retrato de la marginación social urbana y la violencia en esos paraísos tercermundistas de excesos y extrañas ternuras; un muestrario de horrores como aquellos sociopolíticos que mostró la otra cinta mexicana nominada al Oscar en 1976, Actas de Marusia (1975), del chileno Miguel Littin, centrada en las condiciones infrahumanas de una comunidad minera en Chile hacia 1907, cuyos trabajadores explotados por una compañía inglesa levantaron una huelga que fue aplastada violentamente por el ejército.

 

El Indio Fernández, Katy Jurado y otros oscareables

 

Como se sabe, la estatuilla del Oscar apareció por vez primera en 1927, año en que se instituyen los premios. Una de las leyendas más curiosas ubica al actor y director Emilio Indio Fernández, quien probaba suerte en Hollywood por aquel tiempo, como el modelo de donde saldría la figura del Oscar, diseñada por Cedric Gibbons, quien tres años después se casaría con la duranguense Dolores del Río, posterior protagonista de las primeras películas del Indio. Sería en 1955 cuando Katy Jurado se convertiría en la primera mexicana nominada a un Oscar: el de Actriz de Reparto por Lo que la tierra hereda, de Edward Dmytryk, en el papel de una indígena. En 1965, el gran fotógrafo Gabriel Figueroa sería nominado por La noche de la iguana, de John Huston, filmada en Puerto Vallarta. Pero no sería sino hasta 1971 cuando el cortometraje mexicano Centinelas del silencio, de Robert Amram y Manuel Arango, obtendría no uno sino dos Oscares: el de Mejor Cortometraje de Acción y Mejor Corto Documental. El filme incluía vistas espectaculares de ruinas prehispánicas mexicanas como Chichen Itzá, los gigantes de Tula y Monte Albán.

En 1973 El exorcista, de William Friedkin obtenía dos Oscares, uno de ellos para Mejor Sonido, acreditado a Robert Knudson y Chris Newman. No obstante, en el equipo de sonidistas destacaba el mexicano Gonzalo Gavira, quien utilizó una tecnología totalmente artesanal para impresionar al público y a los encargados de entregar los premios. Por último, Brigitte Broch, polaco-alemana afincada en México, era nominada como parte del equipo de Dirección de Arte por su trabajo en Romeo y Julieta (1997), filmada en nuestro país y dirigida por Baz Luhrmann, responsable de Moulin Rouge (2002), con la que Broch se llevaría la hoy devaluada estatuilla.

 

 

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