La vida de Guillén de Lámport, el irlandés precursor de la Independencia de México

Martínez Baracs recupera la figura de Guillén de Lámport, héroe irlandés de la historia de México
Un rebelde irlandés en la Nueva España es publicado por Taurus.
Reyes Martínez Torrijos

La Jornada

La vida de Guillén de Lámport, el irlandés precursor de la Independencia de México apresado por la Inquisición, se cuenta en el libro Un rebelde irlandés en la Nueva España, de la historiadora Andrea Martínez Baracs.

Sostenido con escritos personales del poeta, erudito, guerrero, espía, aventurero y humanista, así como en documentos de la Inquisición, el título publicado por Taurus muestra el periplo de uno de los pocos héroes extranjeros de la historia mexicana, cuya escultura se encuentra en la Columna de la Independencia.

En entrevista, Martínez Baracs refiere que Guillén de Lámport vivió en el siglo XVII, una época de gran convulsión política: en Inglaterra ocurrían grandes cambios, Cataluña intentaba independizarse y Portugal se separó de España.

“En la Nueva España había mucha corrupción y empobrecimiento, las cosas ya estaban establecidas y nadie hablaba de si estaba bien la dominación española: los pueblos indios estaban organizados, las ciudades españolas, la agricultura, los caminos y la minería crecían. Fue inesperado que alguien llegara a disputarlo.

“Guillén de Lámport venía de Irlanda, donde ocurrió algo parecido a México: país mayoritariamente católico invadido por un país protestante, Inglaterra, le prohibió su religión, le quitó sus tierras y hubo una diáspora importante de irlandeses, que conservaba en la mente recuperar su nación.

Hubo un levantamiento importante en 1642 y De Lámport participó de manera activa. En uno de los documentos que publicamos, un plan muy audaz, pide al rey de España 200 barcos, 3 mil cañones, 6 mil tropas y ofrece hacer de Irlanda un protectorado e introducir la Inquisición.

En ese momento se podía pensar que así como los portugueses, en México podrían estar planeando una insurrección, que no era cierta, pero por eso mandaron a De Lámport a México. Un tiempo de fuertes epidemias y hambrunas en el mundo.

Andrea Martínez Baracs (CDMX, 1956) explica que el protagonista del título era un guerrero y contó con una formación intelectual muy fuerte en Salamanca; además, tuvo que ir como soldado a las guerras religiosas europeas, como parte de los Tercios de Flandes, unidades de combate españolas, algunas formadas por irlandeses.

“Él tenía la formación humanista e idealista de la época. Es interesante, porque el humanismo y la ciencia se asocian más con Italia, mientras en España era más la escolástica. En ella había una discusión importante de varios filósofos, entre otras, sobre la legitimidad del regicidio.

De Lámport no tenía recursos, era de baja nobleza; era un irlandés perdido por su cuenta, no era prudente, se amancebó con una chica y tuvieron un hijo, que no se usaba hacer eso fuera del matrimonio. Era solitario. Así llegó a México, explica la autora.

Se cree que venía como espía del conde-duque de Olivares, el gran consejero del rey español, pero no se ha probado. Era un solitario en la época de la Inquisición, que luego lo apresó y se ocupó de hablar lo peor de él: que era un loco que todo lo inventaba. Es un personaje que nos llega distorsionado.

En los documentos consultados, añade Martínez Baracs se lee a un Guillén de Lámport muy enojado y era una combinación de furor con teología y filosofía, todo muy enredado, profundo y exacerbado. Podemos conocer cómo pensaba porque estuvo preso de 1642 a 1659, cuando lo quemaron vivo. La Inquisición fue homicida, torturadora y etcétera, pero registraba todo lo que les decía, y como espía sabía todo de los inquisidores, por eso lo odiaban.

Menciona: Tenemos los documentos de cuando estaba libre, las proclamas sobre Irlanda y para la liberación e Independencia de México. Ahí vemos su parte pragmática, porque era un revolucionario que, cuando se topó con los esclavos africanos y con los indios mexicanos, les ofreció devolver a los últimos sus derechos y a los esclavos su libertad.

De Lámport, sostiene la historiadora, además de haber defendido a los esclavos y a los indígenas, se topó con los judíos acusados por la Inquisición y decidió defenderlos. Fue encarcelado con ellos. ¿Quién iba a defender a los judíos estando él en la cárcel? Él encuentra mil y una formas filosóficas, religiosas y católicas para ello.

En el volumen se incluyen fragmentos de las llamadas conversaciones de cárceles, en las que los presos son obligados a delatar a los demás. Hay conversaciones de todo: dramáticas, hilarantes; ahí vemos la conducta de De Lámport frente a ellos. Es un espíritu humanitario, de bondad y heroicidad muy poco común.

En el presidio, escribió 900 poemas cortos, salmos, en latín, poemas religiosos en los que habla de los africanos, de los mexicanos. Publicamos 20 de ellos con una traducción de Manuel Méndez Plancarte, de mediados del siglo XIX.

El libro incluye la defensa que De Lámport hizo de sí mismo. En 1650 se fugó un día para difundir sus argumentos. Fue a clavar un documento a las puertas de la catedral y a otros lugares; subió a las cámaras del virrey, mediante engaños. Esos papeles están en el Archivo General de la Nación, muy bien preservados, protegidos, pero es increíble que podamos leer cosas así.

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