Juan Arnau e India como experiencia filosófica
Alejandro García Abreu
Un eterno presente
Alain Daniélou (1907-1994) –autor de múltiples libros sobre la cultura india, profesor de la Universidad de Benarés y director de Manuscritos Sánscritos de Madrás– aseveró: “La India se nos aparece hoy como un museo de la historia donde todas las edades de la humanidad coexisten en un eterno presente.” Lo intrincado de los pequeños relatos que entretejen la trama de la Historia, con mayúscula, que rodea las pasiones y las emociones de las mujeres y de los hombres de India, alimentando el sorprendente impulso que les llevó a escribir, a construir templos y a esculpir o pintar imágenes, según Eva Fernández del Campo –catedrática de la Universidad Complutense Madrid y experta en arte indio–, es el reflejo de una realidad sumamente compleja, heterogénea y extensa.
Durante el siglo xx hubo pensadores que hicieron un gran esfuerzo por dar a conocer el pensamiento indio en Occidente. En el siglo xxi, Juan Arnau (Valencia, 1968) –astrofísico y especialista en filosofías orientales– se inscribe magistralmente en esa tradición. En La mente diáfana. Historia del pensamiento indio (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2021) Arnau explora ese legado.
La mente diáfana recorre más de dos mil años de historia del pensamiento indio, asevera Arnau, desde los himnos védicos hasta el ?ivaísmo de Cachemira. Dan consistencia a este largo período dos episodios primordiales: “la experiencia filosófica de las upani?ad y la escuela doctrinal del s??khya. Todo ello bajo la influencia constante del budismo, cuyos desafíos a la tradición brahmánica alimentaron un fructífero diálogo sólo interrumpido por la llegada del islam.”
Arnau inicia el recorrido con el diálogo entre Europa e India. Recurre a la historicidad y trata la época védica, sujeta a la idea del sacrificio, “energía creativa que impulsa las transformaciones del mundo natural”. Se acerca a la primera tradición filosófica de India, las upani?ad, en las que se perciben “las correspondencias, no siempre evidentes, entre el orden cósmico y el humano.” Ahonda en los mitos y los símbolos de la devoción hindú. Estudia el pensamiento de los gramáticos, “articulado en torno a la vibración sonora y la memoria”, dialoga con los escépticos, los materialistas y los nihilistas, “que preparan el terreno para las dos grandes corrientes heterodoxas: el budismo y el jainismo”. Aborda el s??khya, “quizá la escuela filosófica más influyente”, y sus marcas en la tradición de la Bhagavadg?t? y del yoga. Analiza a los atomistas y al realismo lógico del ny?ya. Finalmente aborda la síntesis del ved?nta y el ?ivaísmo de Cachemira, “que refina y extiende la noción del cosmos del s??khya”.
El astrofísico valenciano evoca a Jorge Luis Borges. El genio argentino le dijo a Osvaldo Ferrari: “llegué a la conclusión de que todo ha sido pensado en la India.” Arnau recurre a Borges porque condensa la multiplicidad del universo indio.
Cartografías
El pensamiento indio, colige Arnau, reúne tres elementos. El primero es el asombro: “el destilado de la experiencia poética y el comienzo de toda investigación: decanta la búsqueda y desarrolla un humor inquisitivo.” El segundo se trata de la simpatía: “se funda en la vieja premisa de que sólo lo semejante puede conocer lo semejante; la simpatía propicia el magnetismo erótico, esencial en la transmisión del conocimiento, y la búsqueda de correspondencias y afinidades que, una vez detectadas, establecen las leyes o hábitos del mundo natural”. El tercero es la libertad: “pone distancia respecto a las propias creencias y, en cierto sentido, cierra el círculo al regresar al punto de partida: el asombro y la inquisición.” Los tres son el legado de India.
Según los protectores del s??khya, el principio intelectivo es el fundamento del espacio y el tiempo, mientras que los budistas asocian los diferentes ámbitos del espacio a los diferentes estados mentales, recuerda Arnau. La visión india del tiempo y del espacio se expresa con énfasis en la continuidad frente al principio y el fin.
Diversos textos describen el intervalo entre la disolución del cosmos y su posterior recreación mediante la metáfora del sueño, dice Arnau. “La energía creativa duerme en un estado de semiconciencia y, al despertar, hace que el universo se despliegue de nuevo.” El budismo y el s??khya ofrecieron una percepción “de la vida consciente y del cosmos como un proceso de continuo crecimiento y disminución, muerte y regeneración.” Para Juan Arnau la gran contribución del budismo a la cosmología fue “trazar un mapa del tiempo con base en los estados mentales asociados a la meditación.” El astrofísico escribió: “Cartografiar el espacio es, para el budista, cartografiar la mente.” El arte de trazar mapas intelectuales denota la cohesión del pensamiento y su continuidad.