Las Jornadas Binacionales de Literatura «Abigael Bohórquez» nacieron a principios de los noventa

Tomar la palabra

Agustín Ramos

 

a Jesús Bañuelos Acevedo, asesinado por
oponerse al basurero tóxico.

A la Dra. Carolina García, en Atitalaquia, Hidalgo.

 

Las Jornadas Binacionales de Literatura Abigael Bohórquez nacieron a principios de los noventa del siglo pasado en San Luis Río Colorado, Sonora. Rubén Meneses, alma y musculatura de las Jornadas, puntualiza que éstas se originaron en la celebración del primer aniversario de la Sociedad de Escritores local, fundada en la librería Los Portales del periodista Ángel Retano. El proyecto nació –dice– “como un milagro”. Como esas criaturas del desierto, digo yo, que aparecen sólo para asomarse a ver la vida y acaban sobreviviendo diluvios. Al primer encuentro acudieron los entonces bisoños Manuel Cuen Gamboa, la milagrosa Niña Fidelia Caballero y el propio Meneses, así como autores reconocidos de la región y los consagrados Darío Galaviz, Luis Enrique García, Jesús Antonio Villa y Abigael Bohórquez, quien murió en 1995. El incipiente coloquio fronterizo adoptó el nombre de éste, “nuestro poeta mayor”, como lo reconoce Rubén Meneses y, también, Gerardo Bustamante Bermúdez, a quien se debe el libro Abigael Bohórquez. Poesía reunida e inédita https://sic.cultura.gob.mx/ficha.php?table=fondo_editorial&table_id=6638.

 

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Con el tiempo, las Jornadas convocaron a escritores oriundos o avecindados en el noroeste. Después, en sinergia con las ferias del libro y los festivales literarios de Tijuana, La Paz y Mexicali, y con iniciativas sonorenses como Bajo el asedio de los signos, Festival de la palabra y Las horas de junio, las jornadas se esparcieron por la República. Pronto borraron la frontera nacional –o la rompieron por lo más delgado, que es la cultura– y se volvieron binacionales, con la participación de “los cómplices de la República Chicana” y más y más escritores e investigadores de California, Nuevo México, Texas y Arizona.

 

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Algunos nombres entrañables de quienes vinieron del otro lado son David Alberto Muñoz (QEPD, Insanities, Soundness, and Reality, Garabatos, 2016), Saúl Cuevas (Barrioztlán, 1999, y Verde VitaAmort: Vida, amor i muerte, Premio Nacional de Narrativa Chicana en Español 2015) y Juan Carlos Ramírez Pimienta (San Diego State University, Cantar a los narcos, 2005, e Historia temprana del crimen organizado en los corridos de Ciudad Juárez, 2021). Al igual que Graciela Silva-Rodríguez y Manuel de Jesús Hernández, para mí los más destacados y perseverantes contertulios. Ella obtuvo el ASU Red-Black Excellence Award in Mexican-American & Northern Mexican Border Studies y es autora de un texto no académico, casi clandestino, Adiós, mi Moreno, 2022. El Dr. Hernández es un “vehemente estudioso de la literatura y el arte chicanos”, y ha recibido un sinfín de galardones (a mí me regaló, acá entre nos, estupendas muestras de la narrativa de Arizona: Caras viejas y vino nuevo, de Alejandro Morales; The Devil in Texas, de Aristeo Brito; El condado de Belken, de Rolando Hinojosa y Pláticas de mi barrio, de Carlos Ponce-Meléndez, entre otras que prometo reseñar).

 

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“Treinta años desplegándose sobre el aire de este vital Gran Desierto, para dejar caer a tierra fértil las semillas que han hecho germinar las letras de esta región binacional sin muros”, termina diciendo Rubén Meneses en su presentación de las Jornadas Binacionales de 2022, que este año llevan de figura principal a Óscar Oliva, otro poeta mayor, y otorgan post mortem la medalla Abigael Bohórquez a un escritor nativo de San Luis Río Colorado quien, al fin criatura del desierto, nos ha reservado más de una sorpresa. Pero esa es otra historia.

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