Imaginemos. Juguemos un poco. Quizá Rosalía lleve razón.

Bemol sostenido

Alonso Arreola

Quizá Rosalía lleve razón

 

Imaginemos. Juguemos un poco. Quizá Rosalía lleve razón. ¿Para qué tener músicos en el escenario? Esos tipos son unos pesados. Son personas que requieren de salarios, traslados, hoteles, comida y, sobre todo, de ensayos. Además, se montan telenovelas a cada rato. Algunos intentan involucrarse creativamente o, lo que es peor, hacerse amigos de quienes viven el estrellato. ¡Pero qué atrevimiento! Tampoco funciona eso de tener tipas. Y menos si eres mujer y evitas competencia bajo
los faros.

Cuando Michael Jackson invitó a la virtuosa guitarrista Jennifer Batten o cuando Prince hizo lo propio con la bajista Rhonda Smith, el pop dio un giro especial. Muchos hablaban de ello y los imitaron atendiendo a lo políticamente correcto y a la moda. Otros, sencillamente, se sumaron a una justicia elemental. De Jack White a Alejandro Sanz, en todo el mundo y en todos los géneros, incontables compositores integraron a mujeres a sus bandas, equilibrando los tinglados. Los músicos de acompañamiento (los que no son miembros oficiales de una banda) brillaron como nunca, cobraron notoriedad sin importar su sexo.

Hoy, sin embargo, mientras algunos nombres del rap y la electrónica buscan añadir instrumentistas reales a presentaciones sustentadas en la tecnología, hay quienes intentan convertir los conciertos en una experiencia “virtual”, extensión de la pandemia que cambió nuestra relación con las pantallas. Es un fenómeno tan comprensible como chocante. Verbigracia: Rosalía.

No fuimos a su concierto ni haremos reseña. Despreocúpese. Aunque tiene un enorme talento vocal e interpretativo, registrado sobre todo en Los Ángeles y El mal querer, la ruta que tomó desde su tema al lado de J Balvin (“Con altura”) nos mantiene a una distancia prudente. Dicho esto, luego de que un amigo mostrara el hilo de Twitter de Fernando Neira (colaborador de El País) y de que leyéramos a David Gallardo (en Info Libre), ambos a propósito de la gira Motomami de la cantante catalana, pusimos atención a los videos colgados en redes por la fanaticada mexicana durante los shows en la CDMX, Monterrey y Guadalajara. ¡Vaya!

Además del asunto de los músicos ausentes (o en lo oscurito), el hecho de que todos sus bailarines sean hombres y de que haya un camarógrafo “ensuciando” el escenario para lograr lo que algunos llaman “karaoke televisado”, parece poco imaginativo. Conciertos cortos con demasiado diálogo, según se ve. Pero bueno, Rosalía está en su derecho y le funciona. A la gran mayoría de sus seguidores les ha parecido bien. Para nosotros es sólo un espectáculo más y, como dijimos, no estuvimos allí. ¿Por qué abordarlo?

En otros ámbitos también vemos renuencia de los músicos a interactuar entre sí, frente a frente y a través de ensayos, el mecanismo más antiguo y efectivo al afianzar complicidades artísticas, al pulir ideas y un discurso performático. Lo de Rosalía parece un síntoma temprano, agorero. Incluso en bandas noveles hay tal urgencia de producir contenidos instantáneos que prefieren enviarse ideas por “whats”, practicar en solitario y ya después llegar directo a grabar o a un par de encuentros de ensamblaje primario.

Sin trabajo dinámico, dramático. Sin la tarde convirtiéndose en noche. Sin la improvisación grupal transformándose en canción. Parece que si pudieran serían miles los músicos que harían todo de forma individual, ahorrándose la joda de negociar con sus colegas. Repetimos: tal vez la cantante de “Bizcochito” lleve razón y el tiempo de los instrumentistas de acompañamiento y de los ensayos extenuantes está herido o en un curioso impasse. (Aunque gente como C. Tangana va en sentido contrario, por cierto.) Ya veremos.

Por ahora terminamos estas líneas apuradas y sin conclusión o propuesta alguna. Perdone de nuevo. Debemos preparar una semana –precisamente– de ensayos en el Guanamor Teatro Cavaret de Guadalajara, con una banda que nos ha contratado para codiseñar su turbulento espectáculo. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

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