Italo Calvino y Giulio Einaudi dueño de una editorial quién contacto a Antonio Gramsci y Cesare Pavese

Bemol sostenido

Alonso Arreola

Por la difusión de ideas ligadas a la resistencia antifascista, como era de esperarse, el joven Giulio fue arrestado y enviado al extranjero. La historia, empero, le tenía reservado un sitio relevante en la intelectualidad italiana. Tras volver y editar numerosos títulos, se asoció con la casa Gallimard (responsable de la mítica Biblioteca de la Pléiade) y más tarde, ya convertido en leyenda editorial, vendió su compañía a Mondadori.

Su padre, Luigi, fue el segundo presidente de la República Italiana (1948-1955) y su hijo Ludovico, varias décadas después, se convertiría en el notabilísimo músico que deseamos recomendarle hoy, lectora, lector. O sea que hablamos de un apellido que ha dejado huella en la política, el pensamiento y las artes no sólo de Italia y Europa sino del orbe entero. Un apellido de tribuna, papel y sonidos relevantes.

Dicho esto, a Ludovico Einaudi (1955) lo conocimos gracias a la fuerza de los algoritmos. Tiempo hace que la inteligencia artificial conoce nuestro gusto por obras ligadas a lenguajes cinematográficos, minimalistas e introspectivos. Digamos que tuvieron razón sus asociaciones y parámetros estéticos (si es que se puede decir algo así). El trabajo del compositor turinés se acerca a las secuencias seriales que brincan de los pianos de Michael Nyman, Philip Glass y Wim Mertens; a la reflexión melancólica que derraman las cuerdas de Arvo Pärt; a la experimentación tímbrica de Terry Railey, John Adams y Steve Reich, quienes no temen acercarse a la electrónica o el rock.

Su música responde, asimismo, al estado inconcreto, flexible, de Erik Satie, máximo pionero del impresionismo y a quien tantos pasajes conmovedores deben los autores citados. Sin embargo, y en comparación, es verdad: probablemente Ludovico Einaudi responde con mayor facilidad a estereotipos cinematográficos (ha musicalizado numerosas películas y series de televisión). Incluso así, no se debilitan los frutos de una imaginación autónoma. Al contrario. Su cinismo efectista deriva en una efectividad deslumbrante. Escuchándolo nacen visiones de celuloide, algo innegable, pero también estímulos independientes, altamente sinestésicos. ¿Deseo de volver al útero? ¿Melancolía del agua primordial? ¿Intento de vuelo? ¿Sueño de ingravidez?

Su madre fue pianista igual que él. Ello debe ser significativo en tal sutilidad. Pero estudió con el gran Luciano Berio en el Conservatorio de Milán. En sus veintes formó la banda de progresivo Venegoni & Co (se puede escuchar en un álbum en vivo de 1979). Hoy acumula veinticuatro grabaciones bajo su nombre. Las más recientes son Cinema (2021) y Underwater (2022), escritas durante la Pandemia. Llevamos rato escuchándolas, bienheridos. Le pedimos que haga lo mismo. Entréguele las llaves de su compostura.

Busque también su trabajo para grupos de cámara y orquestales. Piérdase en los muchos videos que usan su música al subrayar paisajes, insectos y texturas. Sobre todo, por favor, ponga atención a las presentaciones en vivo con pequeños grupos de cámara. Hágalo con una cobija cerca; con una taza de algo caliente entre las manos. A solas será mejor. Se desdoblará sintiendo algo de tristeza en el pecho. La esperanza se hará pequeña. Respirando hondo, calibrará músculos y tendones. Pensará en quienes se han ido. Luego, cuando termine la audición y decida darle la cara a un nuevo día, se sentirá mejor. O no. Pero habrá verdad en su piel. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

 

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