El álbum ‘Ladxiduá’, de Rosty Bazendu y Amilcar Meneses, músicos zapotecos,

Ladxiduá Bazendu: mi corazón rebelde

Antonio Valle

El álbum ‘Ladxiduá’, de Rosty Bazendu y Amilcar Meneses, músicos binnizá o zapotecos, e interpretado en diidxazá, “se inscribe en las formas de transmisión oral de los fantásticos narradores binnizá, aunque también conecta con la tradición de los antiguos bardos de África o con los cantantes de jazz estadunidenses”.

Han sido el spoken word diidxazá: “palabra hablada” creada en zapoteco, el son yaa del istmo –profundamente relacionado con el jazz–, el didxagola: palabra de los ancianos y el free style –estilo libre–, algunas de las fusiones con las que Rosty Bazendu y Amilcar Meneses crearon el disco Ladxiduá (Mi corazón) (2022). Con este álbum le toman distancia al canto nuevo local, al texto hipersexualizado y al rap burdo del nuevo milenio. Su álbum, que al mismo tiempo abreva en la memoria ancestral de los binnizá o zapotecos, produce atmósferas y destellos sonoros de los paisajes distópicos que viven las ciudades contemporáneas del Istmo. Una vez que prescindieron de los consabidos beats de internet, ensamblaron una poderosa materia sonora por la que fluyen los textos de Rosty, el rebelde.

 

II

Ladxiduá es un álbum producido en un pequeño estudio de grabación que Amilcar Meneses montó en el centro de Juchitán. También es el título de la primera canción del álbum, donde una flauta transversal sugiere que una criatura musical ha comenzado a cobrar forma. Mientras los violines traman una placenta, la flauta se encarga de estructurar un sistema óseo, de extender una red nerviosa y una zona de piel. De pronto, un xilófono emite los primeros pulsos del corazón. Estos sonidos forman la matriz y el corazón intrauterino del álbum. Durante setenta y cinco segundos escuchamos como una vida humana puede ser construida con música.

 

III

Rosty Bazendu nació y vive en la Séptima Sección de Juchitán, uno de los barrios más bravos y populares de gran presencia binnizá. Como en las grandes urbes del mundo, sus poemas y relatos describen la discriminación que viven sus habitantes. Hace más de diez años, mientras que Rosty escuchaba hip hop a través de bluetooth o en “infrarrojo”, comenzó a hacer grafitis. Con sus stencils denunciaban el uso del maíz transgénico, los generadores eólicos o a los absurdos del poder en turno. Ya desde entonces, Rosty se había negado a escribir canciones con temas banales. Con estos elementos, que forman parte de lo más lúcido del Hip Hop, se crearon verdaderas puestas en escena en los callejones de la ciudad laberíntica. Años más tarde, Rosty y Amilcar se presentaron en la cárcel de Juchitán. Después crearon un ensamble con el que participaron en una iniciativa promovida por Revolución Latina, organización de Nueva York que apoyó proyectos culturales de las comunidades originarias golpeadas por el sismo de 2017; año en el que Juchitán casi desaparece del mapa.

 

IV

“Ni Bibánu´” (Lo que viviste) es una de las canciones sobresalientes de este álbum. Se trata de una pieza construida a través de cuadros visuales, secuencias que detonan momentos de iniciación en la vida de una mujer juchiteca. Lindando con lo sagrado, la poesía de Rosty Bazendu, a la manera del griot, narrador de leyendas de África, presenta el nacimiento de una niña, momento en el que su padre dibuja en la tierra a su guenda, doble o nahual. Una vez que la pequeña ha crecido, juega con tanguyú (juguetes de barro) o con panchayaga (muñecas de madera). Enseguida evoca la sensualidad y pureza con la que las jóvenes experimentan una delicada espiritualidad de origen precolombino. La canción habla de su participación en las festividades religiosas y agrarias, de los momentos en el que las jóvenes beben bupu; bebida prehispánica elaborada con cacao, guiechachi (flor de mayo), panela y maíz blanco. Uno de los versos más enigmáticos de esta pieza dice: “En la oscuridad original, va a mecerse el aire, es aquí donde viene la luz”, verso que recuerda el ir y venir de una pareja en la hamaca, el asombro del acto amoroso hasta el instante de la concepción, cuando un nuevo ser comenzará a vibrar entre la tierra y el cielo. Igualmente reveladora es la línea que –asumiendo una responsabilidad ética y política con su comunidad– apunta: “Quien tiene claridad en su inteligencia no olvida a su pueblo.” “Ni bibánu´” se inscribe en las formas de transmisión oral de los fantásticos narradores binnizá, aunque también conecta con la tradición de los antiguos bardos de África o con los cantantes de jazz estadunidenses que, entre fantásticos líderes de opinión, como Muhammad Ali –el mejor boxeador de todos los tiempos–, podrían ser definidos como badu bazendu, o sea, rebeldes y polémicos activistas que han experimentado el spoken word y la poesía social y política, poderosa corriente alterna que fluyó con los maestros de la Beat Generation o con músicos y poetas sensuales como James Brown, Jim Morrison, Paty Smith o Leonard Cohen.

 

V

Cuando un joven Amilcar Meneses tocaba la flauta de Pitu nisiaba (pequeños conjuntos de música de origen precolombino) uno de los temas que interpretaba con más frecuencia era “Berelele” o Alcaraván, ave que emite una rara diversidad de tonos. Tal vez por eso, años después participó en sesiones de experimentación en el Café Jazzorca, legendario espacio de Jazz establecido en la colonia Portales de Ciudad de México. Entonces Amilcar estudiaba en la Escuela Nacional de Música de la UNAM, institución donde enfrentó una visión conservadora que poco tenía que ver con la corriente de las bandas tradicionales de son yaa, es decir, del “son vivo” que se produce en el Istmo; expresión musical cuyas estructuras aluden directamente al jazz. Años más tarde, Amilcar escribió el estudio: “Estándares de son, patrimonio intangible del pueblo binnizá”, (Colectivo Nezaguié, 2022). La investigación da cuenta de cómo la música propia acompañó al pueblo binnizá desde sus orígenes, destacando que las composiciones de son yaa, que se basan en la transmisión oral y musical, se han sostenido hasta nuestros días. Esta formidable experiencia integra los paisajes estéticos y espirituales de un territorio que musicalmente se ha creado a sí mismo, un territorio que ha aportado al país y al mundo diversos instrumentos, ritmos y repertorios. La investigación incluye nombres de autores como los de Eustaquio Jiménez, Andrés Henestrosa, Carlos Iribarren Sierra, Saúl Martínez, Atilano Morales y Luis Martínez Hinojosa, entre otros.

 

VI

Además de “Ladxiiduá” y “Ni bibánu´”, el álbum se integra por “Nuu Xhiñee” (Hay motivos); pieza en la que Rosty Bazendu desarrolla el tema de la subsistencia, forma de vida basado en la producción de maíz y la pesca, y, especialmente, en la reciprocidad legendaria que practican las mujeres de Juchitán; forma de vida que ha sobrevivido, con éxito, al asedio de los intereses comerciales más vulgares de corte occidental en la zona. Exploremos las siguientes líneas: “Me encuentro en estado de frenesí/ Pero tengo que vivir/ No detenerme, tengo que subsistir/ Buscar el elixir de vida…” Además de conseguir energía personal, evidentemente, el elixir al que se refiere el autor, es a la subsistencia: modo de vida y esencia histórica radical de la cultura binnizá.

En Dxi ga´te´ (El día que muera), dice el poeta: “…cuando fallezca todo saldrá a la luz/ Cuando llegue el día en que me siembren/ resucitaré con más fuerza en el maíz zapalote…” Estas líneas articulan algunos de los temas más importantes de los binnizá; se trata de la vida misma relacionada con el “zapalote”, variedad de maíz que únicamente se da en la región del istmo, planta histórica que asciende desde lo más oscuro para generar el eterno retorno del alimento –de nuestra carne– de la vida y el tiempo.

Finalmente, en la canción “Badubazendu”, establece los valores y características que posee un hombre rebelde: “… es el que no se rinde/ el que lucha y es radical/ Así se expresa en donde sea/ si no lo detiene el demonio, nadie lo detendrá/ El rebelde está lleno de vigor/ es de gran corazón, no le teme a nadie/ Siempre está en movimiento/ Su sangre es pura: tiene raíces…” Bondadoso, libre de temor y ansiedad; el hombre rebelde binnizá sabe resistir al mal. Pero a esta clase de hombres, como en el famoso ensayo El hombre rebelde, de Albert Camus, no le basta con resistir, precisa experimentar el amor y poner en movimiento los valores de su cultura. Es un binniguenda, es decir, “gente del ser” que –al respetar a sus muertos– respeta la vida y a sí mismo. Es un hombre leal que goza del juego y de la amistad, del sexo y la fiesta. Como ese hombre piensa, siente y sueña en diidxazá, su lengua materna, aprecia el poder de las mujeres para el sostenimiento de su cultura. Para Rosty Bazendu y Amilcar Meneses, me parece, un hombre de corazón rebelde, es quien le da sentido a su existencia creando conocimiento altamente sensible. El álbum Ladxiduá, interpretado en diidxazá, además de experimentar con corrientes poéticas y musicales del mundo, expande su historia contemporánea mientras abreva en sus propias raíces.

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