Un diario diferente: Raúl E. Puga y su concepción del periodismo
Luis R. Botello
Durante los años sesenta y setenta del siglo anterior prevalecía en México un estricto control de la prensa, que venía de tiempo atrás y no requería de procedimientos inquisitoriales ni de una censura directa. Las propias empresas periodísticas, en su mayoría comprometidas económica y políticamente con el gobierno en turno, se encargaban de vigilar el apego riguroso a los lineamientos oficiales mediante la autocensura.
Los reporteros conocíamos muy bien las reglas no escritas, sabíamos que cualquier texto que las infringiera no sería publicado y tendríamos que atenernos a las consecuencias, desde una reprimenda hasta el despido.
Raúl E. Puga llegó a la Dirección del Diario de la Tarde, de Novedades, a principios de 1963 y no desconocía las limitaciones existentes; tenía ya una larga trayectoria y recientemente había sido jefe de redacción en el matutino y el vespertino de la misma casa editorial. Por eso no dejó de sorprender que en una plática con varios reporteros, el nuevo director nos dijera: “Desde que empezó la era del periodismo moderno con El Imparcial, de Rafael Reyes Spíndola, en el porfiriato, los periódicos han estado al servicio de los poderosos del gobierno y de la iniciativa privada. Vamos a intentar otro enfoque, tratemos de servir a la gente común, atendamos sus inquietudes y necesidades.”
De acuerdo con esta idea, se impulsaron entrevistas y reportajes de interés general en múltiples aspectos de la vida social. La mayoría de las veces no hubo problema, pero en ciertos asuntos resultaba inevitable denunciar abusos y atropellos de autoridades.
El caso más relevante que me tocó fue el Movimiento Médico 1964-1965, que cubrí desde su inicio. Al principio era un problema menor en un hospital del ISSSTE, pero la cerrazón oficial provocó que se extendiera con rapidez a todo el sistema hospitalario y se desató la represión del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz con ceses y persecución judicial.
En los días críticos se orquestó una feroz campaña en los diarios para acusar de comunistas y subversivos a muchos médicos, entre ellos algunos muy destacados. Diario de la Tarde no se hizo eco de esa campaña: siguió publicando noticias sobre lo que ocurría. Hubo presiones muy fuertes, pero don Raúl las resistió y en todo momento sentí su apoyo.
Raúl E. Puga era un periodista singular: modesto, sencillo, discreto; enemigo del protagonismo, se mantenía lejos de los reflectores y prefería pasar inadvertido. De honradez intachable, repudiaba con energía cualquier forma de corrupción y jamás quiso estar cerca del poder público. Inteligente y culto, Puga escribía mucho y sobre los más variados temas, pero usaba seudónimos para firmar sus textos. Por su bajo perfil era poco conocido fuera de su círculo cercano. Destacaba por su espíritu innovador y la destreza y buen gusto en la edición de diarios y revistas, en lo que tenía una vasta experiencia. Como directivo de publicaciones especializadas en deportes y espectáculos dominaba esos temas, y fue cronista y crítico de toreo y pugilismo. En la empresa de Novedades concibió, fundó y dirigió el muy leído Magazine Dominical.
Sobre todo fue un magnífico jefe y admirable ser humano. Siempre sereno y amable, a todos trataba con respeto y cuando tenía que llamar la atención lo hacía con tacto y suavidad, sin ofensas. Además procuraba estimular a los jóvenes para superarse y les brindaba las mayores oportunidades. De él se podía aprender mucho tanto en el oficio periodístico como en su comportamiento.
No alcanzó fama, porque en ningún momento la buscó. Por sus características personales fue poco conocido, pero quienes trabajamos con él lo recordaremos siempre con cariño y nostalgia. Los años en que estuve bajo su dirección fueron los mejores de mi vida periodística.