Un acercamiento al género de terror que cultivó Manuel José Othón (1858-1906)

Manuel José Othón, El terror y lo fantástico: “La noche rústica de Walpurgis” y los cuentos de espantos

Ursus Sartoris

En el Anecdotario de Manuel José Othón, escrito en 1924 por don Artemio de Valle-Arizpe, se dice que al poeta potosino le gustaba contar a toda la gente cuentos de espantos. En una ocasión, por ejemplo, en una excursión de cacería a la que fue Manuel José Othón con varias personas a una barranca cercana a la Hacienda de Bocas en San Luis Potosí, propiedad de su amigo el rico hacendado Juan Farias, sucedió algo muy extraño. A la hora de preparar el viaje de vuelta a la cacería, uno de los peones se negó rotundamente a ser su guía, manifestando que él y varios de los peones estaban aterrorizados de ir al monte o a la barranca con ese señor Othón.

–Pero ¿por qué diablos no quieren ustedes ir a la barranca? –bufó algo más humanizado don Juan consintiendo en oírlos.

–Porque ese señor don Manuel, el Othón, como croque le dicen por mal nombre, nos ha contado ayer en la barranca, a eso de oscurecer, toditas las cosas que allí han pasado, ¡uy, que cosas tan fieras, sí señor amo! Las muertes qui ha habido, los dijuntos que ahí se aparecen, las brujas que todas las noches allí van a hacer cosas fierísimas, de un coche lleno de lumbre que por allí pasan haciendo un ruido muy fuerte y del que salen unos lloridos y unos clamores que parten el alma. A Petronilo, el de doña Chencha, le entraron los fríos no más de oír las cosas qui dicía el señor don Manuel, y allí está tirado en la cama Celedonio, dando gritos, porque vido anoche al Vaquero Marcial, ¡Alabo a Dios! Don Manuel el Othón se lo enseñó, iba corriendo por el llano montado en su caballo pinto y rodeado de vivas llamas. Por eso no vamos nosotros a la barranca, pa que no nos mate de purito miedo como a Petronilo el de doña Chencha y a Celedonio. Porque, ay, amo, cuenta las cosas de una manera que hasta se nos levantan derechos los cabellos y se nos ponen los cuerpos chinitos, chinitos y nos agarra una gran sequedá en la boca. ¡Caray, cómo cuenta las cosas don Manuel el Othón!

 

Esta reseña que nos hace el peón que guió por montes y barrancas de San Luis Potosí a Manuel José Othón es, sin duda, el mejor testimonio de la manera en la que están escritos los Cuentos de espantos, pero también nos revela la predilección del poeta por darle a sus relatos un carácter oral, que encajan perfectamente con el paisaje y con las leyendas tan antiguas de los pueblos como la literatura misma. Una fascinación semejante de escribir cuentos de espantos la tenían Edgar Allan Poe y H.P. Lovecraft. Este último, en sus Notas sobre el arte de escribir cuentos fantásticos, nos comparte su predilección sobre los relatos sobrenaturales y su manera de escribirlos, para incrementar la sensación de miedo y terror a lo desconocido:

Cada uno de mis cuentos tiene una trama diferente. Una o dos veces he escrito un sueño literalmente, pero por lo general me inspiro en un paisaje, idea o imagen que deseo expresar, y busco en mi cerebro una vía adecuada de crear una cadena de acontecimientos dramáticos capaces de ser expresados en términos concretos. Intento crear una lista mental de situaciones mejor adaptadas al paisaje, idea o imagen, y luego comienzo a conjeturar con las situaciones lógicas que pueden ser motivadas por la forma, imagen o idea elegida.

En los Cuentos de espantos de Manuel José Othón hay un proceso creativo similar al que emplea Lovecraft, en especial, en la manera de inspirarse en el paisaje, ideas e imágenes que van creando una cadena de acontecimientos dramáticos capaces de ser creados en términos concretos. Y no cabe la menor duda de que Othón era, por definición, el poeta de la naturaleza y el paisaje.

 

Othón precursor

En los Cuentos de espantos, la prosa de Othón ha sabido encuadrar el encuentro con lo sobrenatural, extraño o maravilloso con el paisaje y la naturaleza propias de México, en especial de la provincia de San Luis Potosí. Los Cuentos de espantos son, en cierto modo, precursores de la literatura fantástica y de terror en México. En los cuentos “Encuentro pavoroso”, “Coro de Brujas” y “El nahual”, el poeta mismo es también protagonista, a tal punto que va suprimiendo su presencia como testigo y actor de sus relatos, hasta desvanecerse ante la atmósfera y el paisaje lúgubre que lo rodea, vacila ante el encuentro con lo sobrenatural, extraño o maravilloso y se pregunta si lo que sucede es cierto, si lo que le rodea es real o si, por el contrario, se trata de una simple ilusión que adopta aquí la forma de un sueño, llevando al lector a tener una sensación de miedo y terror ante la ambigüedad de lo desconocido.

Antes de los Cuentos de espanto quizás sólo exista en la literatura mexicana el antecedente de la obra de Pedro Castera, quien en su novela Querens desarrolla el tema de la energía esotérica de manera novedosa, mezclando las pasiones con la ciencia psicológica y algunas descripciones notables y aterradoras del paisaje donde se desarrollan sus relatos. Después de ellos, el género de la literatura fantástica ha seguido floreciendo hasta nuestros días en autores como Amparo Dávila, Francisco Tario, Adela Fernández, Emiliano González Campos y Bernardo Esquinca, por mencionar a algunos.

Aunque Othón fue el primero en desarrollar tanto en la prosa como en la poesía su vocación por el género fantástico y de terror, en la tradición de la poesía mexicana muy pocos poetas siguieron cultivando esta clase de poemas que inauguró Edgar Allan Poe con “El cuervo”. En México apenas podemos ver una huella incipiente en Amado Nervo, con su fantasmal “Amada inmóvil”, Efrén Rebolledo con sus “Caro Victrix”, acaso los sonetos de amor más intensos y sensuales del vampirismo, hasta el enigmático necrófilo poema de “El sueño de los guantes negros”, de Ramón López Velarde.

En sus notas introductorias a su edición de los Poemas rústicos, Joaquín Antonio Peñaloza, gran estudioso de la obra de Manuel José Othón, también hace una aguda observación al señalar el paralelismo entre los Cuentos de espantos y “La noche rústica de Walpurgis”, un aspecto que refiere al lado oscuro, siniestro o lúgubre del poeta potosino que aparece en varios de sus poemas. Concretamente, Peñalosa se refiere al “Canto de Lodbrok”, “La Noche rústica de Walpurgis” y, al margen del ambiente sobrenatural cargado de suplicios, brujas, cadáveres, etcétera, el “Idilio salvaje” –abierto a la amplitud desolada de un espacio interior–serían los ejemplos más notables.

Sin embargo, entre “La Noche rústica de Walpurgis” y los Cuentos de espantos, hay una correspondencia temática y hasta la descripción de los mismos escenarios, no así el mismo rigor en la forma estilística. Sin bien es cierto que la poesía de Othón ha sido encasillada dentro de ese tránsito que se da durante el siglo XIX del neoclasicismo, pasando por un trasnochado romanticismo hasta llegar al modernismo, también lo es que ningún propósito de novedad anima su obra. Octavio Paz escribió que Manuel José Otón es un poeta que huye del romanticismo, sin mostrar una complacencia ante la retórica “modernista”, ya que “debajo de la forma y del lenguaje tradicionales, brilla el ojo fijo de una naturaleza que sólo se sacia aniquilando lo que ama y que no tiene otro objeto que consumirse consumiendo.”

“La Noche rústica de Walpurgis” se publicó por primera vez en 1902, dentro de la serie de Poemas rústicos, como una secuencia de veintidós sonetos perfectamente ritmados y ligados entre sí que invitan al lector escuchar los cantos lúgubres desde el ocaso hasta el amanecer, donde todos los elementos de la noche se presentan en una evolución de sucesos, imágenes y voces que aparecen y desaparecen tras la luz del día. Ya se ha dicho que en la obra de Othón hay una exaltación de la naturaleza que busca incorporar una atmósfera rústica, a veces virgiliana, que proviene del paisaje mexicano, a la manera de los cuadros costumbristas que pinta José María Velasco. El bosque tropical de San Luis Potosí se conjuga con la selva de la región huasteca y el desierto poblado de presencias oscuras, espectros y animales que merodean durante el camino que realiza el poeta por las más inhóspitas montañas y laderas, acompañado sólo por la luna y los ruidos de la noche. Desde la medianoche habla el arpa con el viento y se imponen las estrellas desde lo sublime, integrándose en perfecta armonía con el universo, como los antiguos cantos paganos al dios Pan, donde el asombro del poeta vacila en el encuentro con el coro de brujas y los nahuales, cuyos cantos han despertado a los muertos.

Se cuenta que Othón escribió “La noche rústica de Walpurgis”, a partir de su lectura del Fausto de Goethe, quien relata el viaje que Fausto emprende con Mefistófeles a la montaña de Harz, región entre Schierke y Elend, donde se reúnen las brujas que van al Brocken en la noche de Walpurgis, que se celebra cada primero de mayo. Othón retoma estos elementos y los usa para lograr las imágenes que vislumbra en una noche rústica, es decir, salvaje, y por lo tanto, llena de elementos de la naturaleza que habitan en las tierras de la provincia mexicana.

Entre “La noche rústica de Walpurgis” y los Cuentos de espantos hay un paralelismo en la atmósfera que circunda las imágenes de ambas obras, pero abordadas de distinta manera. Por eso resulta un acierto la publicación conjunta de los relatos que escribió Manuel José Othón en la serie conformada por los Cuentos de espantos, integrada por “Encuentro pavoroso”, “Coro de brujas” y “El nagual”, publicados por primera vez el 28 de abril de 1903, según lo referido por el propio Othón, quien desde la ciudad de Lerdo, donde a la sazón radicaba el poeta potosino, le escribió el 18 de junio de 1903 a su amigo Juan B. Delgado, que vivía en Ciudad de México:

Los tres cuentos que salieron en el Mundo ilustrado, “Encuentro pavoroso”, “Coro de brujas” y “El nagual”, están muy bien ilustrados y bastante correctos por lo que toca la caja, aunque siempre se deslizaron algunas erratas. Dígame si le gustan a usted y han gustado o no al público y a nuestros amados colegas literatos y poetas metropolitanos. Pasado mañana le enviaré dos cuentos más para el mundo.

Hoy celebramos, al igual que Othón celebró hace más 119 años, la elegante publicación de los Cuentos de espantos, editada por Ediciones Odradek, bajo el cuidado del poeta Alfonso D’Aquino, quien tuvo el gran acierto de incluir por su cercanía algunos de los sonetos de “La noche rústica de Walpurgis”, en los que Alfonso Reyes viera que “la descripción, siempre admirable, toma un giro trascendental”, además del preciso cuidado de las cajas y la tipografía que le brindan al lector una espacio silencioso y lúgubre, que se combinan, en su rústica simplicidad, con las sombrías esgrafías de Cezilya León que ilustran ese lado oscuro y luminoso del poeta Manuel José Othón.

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