La entrevista, género periodístico, puede convertirse en una pieza literaria en sí misma

Voz que madura

José María Espinasa

Las entrevistas literarias son un instrumento muy útil para la conversación cultural. Al ver reunidas estas charlas, el rostro y el cuerpo de la poesía de los últimos cincuenta años toma forma y, gracias al talento de José Ángel, esa forma no sólo es reconocible sino que la sentimos incluso familiar. Su autor no sostiene una tendencia partidista en su actitud crítica sino una mirada con personalidad propia que no excluye a otras estéticas. Eso lo ha hecho como editor y se manifiesta en sus trabajos reunidos en Voz que madura. El conocido poema de Xavier Villaurrutia del que toma el título da ya una pista del sentido: una –unas– voz –voces– y no un bosque, una maduración y no una quemadura.

Hay autores que trabajan sus entrevistas con cuidado y las vuelven piezas notables de periodismo; luego, al reunirlas con otras, pueden llegar a crear clásicos de nuestra crítica, como (tal vez el más famoso) Protagonistas de la literatura mexicana, de Emmanuel Carballo. Suele suceder que, al reunirse en un libro, las entrevistas cobren mayor dimensión, multipliquen su alcance y sentido al conformar un mosaico. Eso sucede con las de Voz que madura. El conocido poema de Villaurrutia le da a Leyva la oportunidad de señalarnos ya una intención crítica: la madurez de una generación (unas) y de uno período (unos). La compilación empieza con Alí Chumacero (1918-2010) y termina con Luis García Montero, tres tomos y quinientas páginas después. Leyva es claramente en su intención un divulgador: le da la voz al poeta, no quiere hacerle decir cosas que no quiera ni exprimirlo hasta el fin, sino proponerlo a la lectura, invitar a acercarse a su obra. Y lo consigue. A la vez, crea un tejido entre las entrevistas que nos relata y describe la atmósfera de un período. No es poca cosa.

No le preocupa tampoco ser exhaustivo, deja que el azar de los encuentros, los viajes y la amistad tracen el índice de su libro. Así, en efecto, por las razones que sean, no están todos los que son pero sí son todos los que están. Tampoco pretende imponerle una visión ni se deja imponer otra: hace dialogar lenguas, regiones, estéticas y momentos. Es lo que llamamos, sin sentido religioso, ecuménico. Su pasión es leer, escribir, dar a conocer. La revista Alforja y la revista La Otra, en papel o en soporte digital, son de las mejores de México y de la lengua española y, además, han conseguido sobrevivir largo tiempo. Tampoco es fácil y requiere empeño y disciplina, y sobre todo entrega a un arduo trabajo. Como lector se lo agradezco enormemente: la poesía –la cultura– mexicana es más plural y diversa gracias a su labor.

Es llamativo que no podamos hablar de una técnica o un método en sus entrevistas. Se dispone a escuchar al escritor y si bien se notan las lecturas y la preparación del encuentro, no pretenden imponer su presencia, es un buen conductor de la conversación, como se usa la palabra “conductor” en términos eléctricos. Tiene, sí, algunas características frecuentes, como puede ser la relación con el contexto vital y social, no sólo estrictamente el político, del entrevistado. La mayoría son nombres mayores del conjunto literario actual, aunque muchos de ellos ya han muerto. Está ordenado el conjunto de manera cronológica, del más viejo –Alí Chumacero– al más joven. Tiene su miga el asunto: todos son poetas “después de Octavio Paz”. Las comillas de ese “después” quieren representar la sombra que proyecta el autor de La estación violenta sobre las siguientes generaciones.

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