Existe importante población de mujeres que no son escuchadas, carecen de herramientas para expresarse

La flor de la palabra

Irma Pineda Santiago

Durante el mes de marzo, a propósito de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, las instituciones gubernamentales y académicas realizaron diversas actividades para llamar la atención sobre este tema que no puede pasar desapercibido, pues cada día más mujeres alzan la voz para demandar reconocimiento y respeto a sus derechos. Aunque aún existe una importante población de mujeres que no son escuchadas, porque carecen de las herramientas fundamentales para expresarse, o porque desconocen que tienen derechos, ya sea por vivir en zonas marginadas a donde no llega información que les permita conocer y reflexionar acerca de su ser y su vivir como mujeres, o porque sus condiciones de vida cotidiana no les dejan tiempo para pensar en los derechos, ya que tienen que resolver cómo conseguir alimentos, cuidar a sus hijos, pagar los gastos del día a día, entre muchas otras preocupaciones.

Esto último es lo que la profesora de origen nigeriana, Obioma Nnaemeka, define como “política del estómago”, donde se prioriza el esfuerzo cotidiano por la alimentación, contra la pobreza, por los derechos de los pueblos indígenas y hasta el final queda la exigencia de los derechos de las mujeres, no porque sean menos importantes, sino porque a veces hay que priorizar lo urgente. Es exactamente eso lo que le ocurre a este sector de mujeres indígenas quienes, además de ser portadoras de culturas diversas, suman actualmente, según el INEGI, 11.9 millones del total de la población de este país.

Entre las diversas acciones institucionales en favor de las mujeres, cabe destacar el curso-taller “Introducción a los derechos de las mujeres de pueblos originarios y su ejercicio”, organizado por el Poder Judicial del Estado de San Luis Potosí, el Colegio de San Luis AC (Conacyt) y el Gobierno Municipal de SLP, dirigido a las mujeres indígenas originarias y residentes en dicho estado, para compartirles saberes, experiencias y herramientas que les permitan el pleno ejercicio de sus derechos y desarrollarse desde donde deseen, ya sea en el espacio público o en el doméstico. A esta actividad fui invitada para participar con la conferencia inaugural “Mujeres indígenas: rompiendo silencios”. Escogí este título porque considero que una de las primeras dificultades que enfrentamos es la posibilidad de ser escuchadas, ya que por generaciones fuimos educadas para guardar silencio, para no molestar a los varones, para no incomodar a las familias o a los patrones, o simplemente porque se consideraba que las mujeres indígenas no teníamos cosas importantes que decir.

Frente a este silencio obligado, diseñamos otros lenguajes que se manifiestan en el arte, en los saberes ancestrales, la domesticación de la naturaleza, en el comercio y en una nueva forma de educar a las hijas y crear oportunidades para que ellas nunca más tengan que quedarse calladas frente a ninguna clase de opresión, para que puedan vivir sin hambre y sin miedo. Por ello me dio mucho gusto ver en el público los rostros de varias mujeres mayores que asentían y sonreían cuando se identificaban con alguna historia o concepto compartido en la conferencia, como el tema de los matrimonios jóvenes en las comunidades, que siguen ocurriendo porque no hay opciones que les permitan a las niñas trazarse un horizonte diferente, ya que ni siquiera cuentan con una escuela cercana. O cuando hablamos de la discriminación y las mujeres comerciantes compartieron cómo la policía llega a levantarlas con violencia y a tirar sus productos, sólo por verlas con huipiles, aun cuando pagan sus derechos de venta. No alcanzaría el espacio para compartir tantas historias terribles, pero una manera de empezar a quitarle terreno a la discriminación es la promoción de los derechos y la generación de alternativas, para que en un futuro sean las mismas mujeres las que decidan qué hacer con sus vidas y sus cuerpos, y no tener que conformarse con el silencio.

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