La maldición de ser distintas
La bruja, la hechicera, la adivina, ya sea que esté aliada con la magia negra o la blanca, es una de las presencias más atrayentes del imaginario colectivo, tanto así que sus historias y leyendas han sido trasladadas a los terrenos cinematográficos y literarios, como todo, ora con éxito, ora dejando mucho que desear.
La frase “cacería de brujas” –dirigida al ámbito politico– no es gratuita y, como es obvio, significa que hay que cercar y extirpar todo aquello que sea y piense diferente. Eso, “lo diferente”, es lo que hace atractivas a las brujas, pero al mismo tiempo es su maldición: ser distintas al resto de la masa les ha atraído injusticias y violencia a
lo largo de la historia.
Hija del príncipe Ahmed Husain, Shahrukh Husain (1950) es una autora pakistaní licenciada en estudios orientales y africanos por la Universidad de Londres. Su interés por la mitología y el folclor la llevaron a volverse una especialista en esos terrenos; como seguimiento lógico, esa pasión la condujo a la escritura de El Libro de la Brujas (The Virago Book of Witches).
El volumen vio luz por primera vez en 1993, pero el año pasado fue puesto en circulación en español y de manera electrónica por la editorial Impedimenta. Esta edición, además de una nota para la de 2019, ha sido enriquecida con una espléndida introducción, escrita por la misma Husain, que arroja luces sobre las penurias y castigos impuestos a las presuntas amantes del demonio por prácticas y ritos –aquelarres– que las alejan de las buenas costumbres. En esos párrafos nos enteramos que las penalidades más severas provienen de la tradición judeocristiana. En países asiáticos y africanos son más toleradas precisamente porque la existencia de las hechiceras está íntimamente ligada a las divinidades adoradas en esas regiones. Es sabido que, hasta nuestros días, en ciertas comunidades es precisamente el brujo o bruja del clan el encargado comunicar a los dioses las necesidades e inquietudes del pueblo, y a quienes cotidianamente se les consulta para tomar decisiones que beneficien al grupo.
Husain hace una atinada división por temas para presentar los distintas narraciones que ilustran las viviencias y procederes de las brujas. De su mano, el lector recorre diversas geografías y épocas. En las páginas del libro abundan los conflictos de humanos comunes y corrientes contra brujas malignas y rencorosas; pero también hay relatos en los que algún afligido se topa con alguna hechicera benévola y recibe de ella soluciones para sus problemas, por muy arduos que sean. No faltan las transformaciones –parciales o completas– de personas en animales o bestias inextricables que asombran y asustan a comunidades entras. Aparecen, así, figuras inquietantes, como Biddy Early, la pavorosa Kali o la fantástica Baba Yagá. En un capítulo se les otorga la calidad depredadoras sexuales, pero nunca se cae en lo vulgar u ordinario: la misma elegancia que priva en cada línea, embellece también esas narraciones.
Libro entretenido y bien documentado, en él Husain ofrece las fuentes a las que recurrió para enhebrar los textos incluidos. Vasto pero no exhaustivo, El libro de las Brujas está integrado básicamente con relatos de sucedidos en Europa y Asia. De América sólo incluye un par de mitos divulgados por habitantes originales de Estados Unidos y Canadá. Leyendas o relatos de países latinoamericanos están totalmente ausentes.
Cuba, Brasil y, para no ir tan lejos, México, por mencionar sólo tres, son naciones con un enorme y sorprendente bagaje de pensamiento mágico. Sus tradiciones merecerían estudios profundos y sus personajes libros como el que Carlos Castaneda le dedicó a Don Juan Matus, o las magníficas páginas que el entrañable Fernando Benítez escribió a propósito de la chamana Maria Sabina. Ojalá Shahrukh Husain ponga algún día su mirada en el sur.