Destacan los años de Manuel Rodríguez Manolete en México y el clamor que ocasionó. Lo más relevante del siglo pasado del toreo en el país. En su libro Los años con Laura Díaz, en el capítulo Chapultepec Polanco 1947
, relata: “Pero en México, también llenaba las plazas Manolete, franquista él, pero en realidad invento póstumo del Greco, flaco, triste, estilizado. Manolete era el diestro del hieratismo, inmutable, derecho, vertical como una vela. Se disputaba los triunfos con Pepe Luis Vázquez en la nueva monumental Plaza México en medio de 50 mil aficionados sólo para ver torear a Manolete.
“Pero Pepe Luis era el sevillano ortodoxo y Manolete el cordobés heterodoxo, el que violaba las leyes clásicas, y no adelantaba la muleta para templar y mandar, no cargaba la suerte para que el toro entrase en los terrenos de la lidia, el que paraba, templaba y mandaba sin moverse de su sitio, expuesto a que el toro lo toreara a él.”
Pero cuando el toro embestía, el torero inmóvil aguantaba. ¡Cómo aguantaba! La plaza entera gritaba de angustia, se quedaba sin respiración y estallaba en un olé victorioso cuando el maravilloso Manolete resolvía la tensión con un volapié en que hundía el estoque por todo lo alto en el cuerpo del toro.
Dantón no retenía más que una lección: el toro y el torero se veían las caras. Las dos caras de la muerte. Sólo en apariencia moría el toro y sobrevivía el torero. La verdad es que el torero era mortal y el toro inmortal. El toro seguía y seguía, salía y salía una y otra vez, cegado por el sol, manchaba la arena por la sangre de un solo toro inmortal que ve pasar generación tras generación de toreros inmortales.
El triunfo y la gloria son pasajeros, hay que matar a un toro tras otro toro para aplazar nuestra propia derrota final el día que nuestro propio toro nos mate como mató a Manolete, como nos matará el toro.
Esa muerte de la cual los mexicanos hacemos fiesta a principios de noviembre e inicio de la fiesta brava en que morirán toros y a veces toreros.
Manolete llenó el toreo de su aguante único que se volvió universal, como el autor Carlos Fuentes volvió su literatura universal. Mientras los toros desaparecieron de la Plaza México.