La otra escena
Miguel Ángel Quemain
Parece tan remoto encontrar textos
de crítica teatral que tal vez ya no se tengan que buscar en los espacios de difusión que abre el periodismo llamado cultural, sino en ámbitos más especializados en el terreno académico (El Colegio de Teatro de la FFyL, Teatro UNAM con la vocación crítica e intelectual de Juan Meliá, los hallazgos que ha tenido la Cátedra Bergman al vincular cine y artes escénicas, por ejemplo; Alejandro Bullé Goyri, desde la UAM Azcapotzalco, construyendo puentes entre la narrativa y lo escénico, incluso el moroso e improductivo CITRU, que gracias a unos cuantos investigadores se mantiene en pie.)
También las elaboraciones de testimonios y discusiones como las que suelen abrir compañías teatrales, como El Milagro, La Capilla, Murmurante, La Rendija, 17 Estudios Críticos, Marionetas de la Esquina, Paso de Gato y Mulato Teatro; El Foro Shakespeare, Delirio Teatro, de la pedagogía autoral de Estela Leñero y los espacios de gestión y producción de Marisa de León y Silvia Peláez.
Por eso, la aparición de un trabajo como el de Rodríguez Ceja ofrece la oportunidad de mostrar los hallazgos de investigadores capaces de crear modelos y lenguajes desde una académica imaginativa y arriesgada.
De pronto, contribuciones como las de Rodrigo Parrini desde México, o Beatriz Kalinski en Buenos Aires pueden, desde sus disciplinas, completar el trabajo breve y estimulante por su carácter propositivo e innovador en nuestros contextos de dos investigadores que aliados construyen todo un mirador para contemplar ámbitos éticos, sociales y estéticos desde el teatro, como es el caso de Antonio Prieto Stambaugh, quien es profesor investigador en la facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana y Martha Toriz Proenza, investigadora del CITRU y el INBAL.
En el caso de estos últimos investigadores, su trabajo Performance: entre el teatro y la antropología (Diario de Campo. Estudios del performance: quiebres e itinerarios, 2(6-7), 22-31) es la piedra de toque argumental de Rodríguez Ceja para elaborar desde la concepción amplia del performance, su labor interpretativa y de investigación (desde la que emprende entre 2012 y 2022, hasta la que realizó a partir de 2018 en Zamora, Michoacán en el Centro de Estudios Rurales de el Colegio de Michoacán). De Stambaugh y Toriz ha tomado visiones muy significativas, porque en el “campo de estudios del performance existe un espacio i?nter, trans y posdisciplinario que se mueve entre el ejercicio teo?rico y la pra?ctica arti?stica para abordar problema?ticas de i?ndole antropolo?gico, este?tico, poli?tico y cultural”.
La perspectiva de género forma parte de ese ámbito complejo, peligroso, explosivo y sumamente masculinizador para el propio personal administrativo de la prisión. El papel de una investigadora situada entre los valores patriarcales del personal de custodia, el administrativo y el privado de la libertad, le permite una lectura muy rica y compleja del drama ahí encerrado y el papel definitivamente activo del investigador que utiliza la enseñanza del teatro como una herramienta de vida e incluso sobrevida.
El planteamiento que hace Rodríguez Ceja no sólo es interesante; también es conmovedor, porque su relato es el testimonio y el análisis del teatro como una entidad transformadora de la institución, del investigador y de los que forman parte de esa libertad clausurada por el encierro.