«Voy a enseñar a las repúblicas sudamericanas a elegir hombres buenos.” Es una frase de Woodrow Wilson en 1913

Cartas desde Alemania

Ricardo Bada

“Voy a enseñar a las repúblicas sudamericanas a elegir hombres buenos.” Es una frase de Woodrow Wilson en 1913, antes de convertirse en presidente de Estados Unidos, entre el 4/III/1913 y el mismo día de 1921. ¿Quién era este Wilson que en una encuesta de 1982 fue elegido como sexto mejor presidente gringo por los historiadores liberales, y octavo por los conservadores? Buena pregunta cuando ayer se cumplieron cien años y un día de su fallecimiento en Washington, siendo enterrado en la Catedral Nacional de la ciudad y convirtiéndose así en el único presidente del país cuyos restos reposan allí.

Fue un político pionero y contradictorio. Era del sur y uno de los sólo dos presidentes que tuvieron las dos nacionalidades: la confederada, durante la Guerra civil, y la federal tras concluir aquella fracasada secesión. También fue uno de los nada más que tres presidentes en casarse durante su mandato. Asimismo, el primer presidente sureño desde Zachary Taylor (1850), así como el primero demócrata desde Grover Cleveland (1897). Y luego de firmarse el armisticio que puso fin a la Gran Guerra, la primera mundial, fue el primer presidente en funciones que viajó a Europa, con la delegación estadunidense, para participar en la Conferencia de la Paz en París, en 1919, el mismo año en que se le concedió el Premio Nobel ad hoc. Por otra parte, es el único presidente en poseer un doctorado, nada menos que en Historia, él, que le imprimiría su sello a esa misma Historia con sus catorce puntos para asegurar la paz en el mundo y su visión de lo que a la larga llegaron a ser las Naciones Unidas

Estuvo en contra de la posesión de colonias por parte de Estados Unidos e hizo mucho por la independencia de las Filipinas, así como por mejorar el estatus de Puerto Rico, y concedió la nacionalidad estadunidense a los boricuas. Pero durante su doble mandato no dudó en enviar tropas de ocupación a México, Cuba, Haití, la República Dominicana, Panamá, Honduras y Nicaragua, a la que convertiría de facto en un protectorado yanqui.

Amén de ello, en el Debe de su desempeño ha de consignarse que era segregacionista y, como buen sureño, le gustaba hacer chistes de no muy buen gusto sobre los negros, y que siendo presidente de la Universidad de Princeton prohibió la admisión en ella de estudiantes afroamericanos. Además, estuvo en principio contra el sufragio universal, hasta que la participación de las mujeres en el trabajo de las fábricas, desde la entrada de Estados Unidos en la Gran Guerra, le hizo cambiar de opinión al respecto.

También fue pionero en relación con el cine: el primer filme que se vio en la Casa Blanca es El nacimiento de una nación, de D.W. Griffith, una película racista, apología de la supremacía blanca, y cuyo guión incluye una frase de Wilson elogiando al Ku Klux Klan como salvador del sur. También deseo contar que Wilson estaba en contacto con varios exalumnos de Princeton misioneros en China y apoyó firmemente su trabajo. En 1916 dijo en público: “China es actualmente incipiente; como nación es un cúmulo de partes, en cada una de las cuales hay energía, pero que no están unidas en ninguna unidad esencial y activa, y tan pronto como llegue la unidad, su poder vendrá al mundo.” 118 años más tarde, sólo nos queda admirar su visión de futuro.

Wikipedia registra que el día anterior a su primera toma de posesión, Wilson esperaba que la multitud lo recibiera en la estación de ferrocarril a su llegada a Washington. Sin embargo, acudió más gente a la marcha por el sufragio femenino. Y como luego tuvo en contra a la mayoría republicana en el Senado, que no ratificó el Tratado de Versalles y se opuso a que Estados Unidos participara en la Sociedad de las Naciones, Wilson terminó siendo una paradoja en vida: la del hombre que ganó la guerra y perdió la paz.

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