Biblioteca fantasma
Evelina Gil
¿Cuántas historias no hemos escuchado de actores, cantantes o modelos famosos descubiertos por cazatalentos en una parada de autobús, o fungiendo como acompañantes de alguien más que se presentó a un casting…, o comprando en el pabellón de un supermercado, como se dice que Adela Noriega fue advertida por un alto ejecutivo de Televisa? Son, claro, casos aislados. La gran mayoría de las grandes estrellas tiene que trabajar muy duro para alcanzar la cima y, después, establecer una guerra contra ellas mismas al abandonar virtualmente su condición humana para convertirse en una especie de semidioses.
Pero… ¿qué pasa cuando te toca este golpe de suerte y no pasas al siguiente nivel? Te quedas como en un limbo, levitando en un límite entre lo que no fue y lo que pudo ser. Ese es el tema de Número dos (Alfaguara, México, 2022), una apasionante novela de David Foenkinos (París, 1974) que parte de una anécdota de la vida real modelada a través de la ficción, sobre el chico que, originalmente, interpretaría al personaje de Harry Potter en su saga cinematográfica. Daniel Radcliffe no fue la primera opción del joven productor David Heyman. Como es de suponerse, se llevaron a cabo multitudinarias audiciones para encontrar al que más se pareciera al pequeño mago, minuciosamente descrito por J.K. Rowling. Según la ficcionalización de Foenkinos, justo por esa época un hombre llamado John Hill, que se dedicaba a montar escenografías para filmes producidos en Inglaterra, se encontraba trabajando muy cerca en el montaje de la popular comedia romántica Nothing Hill, acompañado de su hijo de diez años llamado Martin. El encuentro entre Heyman y el pequeño Martin era inevitable. Cuando el productor se topa con este niño experimenta una especie de epifanía: ¡Harry Potter! ¡Este es Harry! Porque Martin Hill se parece tanto al personaje (gafas incluidas) como si lo hubieran arrancado de las páginas de los libros. La única experiencia del muchacho no tiene que ver con la actuación. Gracias al trabajo de su padre ha crecido entre actores famosos que no le producen mayor emoción. El productor le sugiere al padre permitir que su hijo haga una audición personalizada, es decir, no mezclado con los cientos de aspirantes. El resultado no puede ser mejor, al grado que Heyman se convence de haber dado con el último que le faltaba, pues los demás personajes ya están definidos… y Martin incluso convive con Emma Watson y Rupert Grint.
¿Cómo es, entonces, que Martin Hill (nombre ficticio) terminó siendo desplazado por Daniel Radcliffe? Martin ya estaba lastimado antes de este, llamémosle, inconveniente. Se esforzaba por superar el divorcio de sus padres y la lejanía de su madre, que había aceptado un empleo en Francia. La inesperada oportunidad de la gloria se le presentó como una luz al final del túnel. Y de pronto la luz se apaga y lo sume en tinieblas aún más oscuras. Y Foenkinos posee el genio y la sensibilidad para hacernos sentir la desazón que se apodera de Martin, la cual no consigue superar pasando la adolescencia. Harry Potter lo persigue por todas partes, resulta un tanto ridículo evadirlo… y toda esa gente diciéndole que es idéntico a Harry Potter (al genuino). Se traslada a Francia con su madre ante la inesperada muerte del padre. Intenta romper el círculo vicioso luchando a brazo partido contra la mediocridad. Se convierte en el mejor estudiante de su generación, lo que le garantiza pase a cualquier universidad. Pero no sabe qué hacer, no tiene ningún interés en particular y termina como vigilante de una sala del Museo de Louvre. Martin no está esperando que su vida dé algún giro inesperado que lo coloque cerca de todo lo que ha perdido… hasta que conoce a otros que, como él, “estuvieron a punto de….” y descubre que no es único en su especie. Estamos ante una novela profunda, conmovedora, bellamente narrada, con un desenlace muy satisfactorio que hábilmente le saca la vuelta al sentimentalismo l