Per Anderson (1946) grabador «El taller colectivo vale por 100 individuales, porque de todos aprenden de todos»

La litografía al alcance de todos
Emilio Payán
Con total empeño y profunda convicción, encontró en su voz interior la claridad para convertirse en artista y lograr que su trabajo no sea un objeto comercial o mera mercancía. El sueco Per Anderson (1946) creció en el seno de una familia de refugiados de guerra de la entonces Estonia, Rusia; por sugerencia de un amigo que nunca visitó América, llegó en un barco carguero al puerto de Veracruz en 1970.

Antes de terminar la preparatoria, asistió a talleres nocturnos de pintura, dibujo y grabado; después ingresó a la Escuela de Bauhaus en Estocolmo; perteneció a la sociedad sueca de grabadores, que agrupaba a unos 500 miembros.

Al llegar a México, entró en contacto con el Taller de Gráfica Popular y su entonces director, Jesús Amaya, le pidió dar un curso de litografía, donde conoció a Ángel Bracho, Adolfo Mexiac, Rafael Zepeda, Francisco Capdevila y Chucho Martínez, entre otros. Un taller colectivo vale por 100 individuales, porque de todos sus integrantes aprendes.

En 1974, el muralista y fotógrafo Carlos Jurado invitó a Per Anderson a formar parte del plantel de la Universidad de Veracruz como maestro de litografía.

El taller ya contaba con una prensa francesa de 1890, gracias a la intervención del pintor y litógrafo Leo Acosta, pero con muy pocas piedras y escaso papel. Ante los elevados costos de los materiales, Anderson buscó formas alternativas de ejecutar la litografía; con heroicos esfuerzos y resultados poco prácticos, elaboró la primera prensa de cemento rellenando un tubo de 24 pulgadas de diámetro de piedras y cemento, a manera de tórculo.

En 1981 fue invitado a un simposio de gráfica en Lusaka, capital de Zambia, y aunque el medio de expresión en ese país es el baile, la danza y la música, los artistas, a pesar de su gran vitalidad creativa, no contaban con un instrumento para imprimir; de nuevo, Anderson fabricó la prensa y después de 15 días que tardó en fraguar el cemento se imprimieron las primeras pruebas, provocando grandes emociones entre los alumnos, ¡fue una gran fiesta!

Después de una larga introspección, sombras y toda clase de demonios que pueden encontrarse en lo más profundo de uno mismo, Anderson inició un largo camino de investigación y experimentación y logró encontrar en el mármol mexicano un soporte sensible para hacer litografía, avalado por la academia sueca, por impresores europeos y el renombrado litógrafo Garo Z. Antreasian, uno de los cofundadores del taller Tamarind Lithography Workshop en Los Ángeles y autor del libro, junto con Clinton Adams, The Tamarind Book of Lithography.

Del tamaño de sus inquietudes y ambiciones, creó su propia máquina, una prensa de gran formato, al fusionar los cálculos de prensas litográficas francesas, alemanas e inglesas.

En 2002, articuló la exposición Litografía, un arte recuperado en el Museo Universitario del Chopo, con dos máquinas creadas por él in situ y en la que participaron 16 artistas mexicanos, Gilberto Aceves Navarro, Irma Palacios y German Venegas, entre otros, quienes trabajaron sus litografías ahí mismo.

Ante la falta de tradición para hacer papel en México, a diferencia de Europa o Estados Unidos, hace 15 años Per Anderson comenzó una larga investigación para producirlo, como resultado cultiva la planta de Kozo, usada en Japón, con el nombre científico de Broussonetia papyrifera, una fibra excelente, larga, blanca, estable, que puede mezclarse con fibras de algodón y que produce un estupendo papel de buena calidad a bajo costo.

Para la hechura del papel, construyó cinco pilas holandesas, máquina que se inventó en 1650, la cual hace que las fibras se entrelacen en muchos puntos produciendo un papel fuerte y bien anclado. El papel está avalado por el alemán Gangolf Ulbricht con prestigio a nivel mundial.

La última pila holandesa que construyó puede contener 18 kilos de fibra seca que producen 600 hojas de 61 por 43 centímetros, de 300 gramos cada una, en tres días. En la actualidad, gracias a su investigación, se han establecido en el país más de 40 talleres equipados con prensas, rodillos, tintas, papel, placas de mármol y lápices litográficos elaborados y diseñados por el artista y promotor de la gráfica. En 2005 creó La Ceiba Gráfica Centro de Producción, Educación y Residencias Artísticas, especializado en gráfica tradicional sustentable, donde han pasado alrededor de mil artistas y estudiantes de diferentes generaciones y latitudes; proporciona acceso al mármol litográfico, la madera, el papel, tintas, rodillos y prensas para que en cada momento, ante cuestionamientos de introspección, ¿quién soy? ¿Qué deseo? ¿Quién habita en mi interior?, el artista tenga los medios para plasmar y convertir en imagen expresiones de identidad.

Todos los talleres articulan una sola voz, enriquecen y aportan a la gráfica. La contribución de Per Anderson a esta disciplina se convierte en cultura, arte, decencia y generosidad.

Gracias, Per Anderson

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