El Pueblo tejedor de sueños: Bernal

El Pueblo de Bernal 

Dicen que en Bernal también saben de fiestas, que en esos días los telares se detienen, los dulceros salen a la calle y en ese pueblo solitario, llega el bullicio, eso cuesta trabajo creerlo.

  

Distanciado de la ciudad de Querétaro, a cincuenta kilómetros se encuentra un peñón y un caserío de 4500 habitantes, que hablan de cosas que no se ven y lo dicen muy quedito, cuando salen a pastorear o por las tardes, cuando las mujeres no solo peinan sus sueños, sino la barbería de los tejidos.

  

¿Qué de que vivimos aquí? De las artesanías salidas de la lana, no hay de otra, dice  el delegado municipal Octavio Cabrera, también hacemos dulces de leche de cabra, otros van a las caleras y muchos van a Querétaro como albañiles.

  

¿Qué que hago yo aquí? Conservo la tradición, que son muchas, dice el cura del pueblo, Eusebio Sánchez, como la de La Santa Cruz,  cuando vamos todos juntos a La Peña, hasta mero arriba donde está la capilla, esa verdecita que se ve desde aquí, las procesiones de Semana Santa y desde luego la fiesta de San Sebastián, el 20 de enero.

  

Somos un pueblo lleno de costumbres y tradiciones ¿Qué no se da cuenta?.

  

En las muchas veces que he visitado Bernal se me hace un pueblo hermoso, pero olvidado y no es así. Cada casa tiene un telar, o un tejedor, o un dulcero o un pastor, además se juega a los vaqueros y nunca falta un ganadero que atraviese a galope  la calle de Iturbide hasta la plaza.

  

¿Qué si bailamos huapango?  Una vez nos vino a enseñar a bailar un maestro de México y así comenzó a morir esta tradición, porque quiso enseñarnos como se baila el veracruzano, el tamaulipeco y ya no hay huapango, nos dice Fidel Cabrera. Las costumbres se arraigan en las personas. Sí se modernizan ya no sirven y se tiran.

  ¿Qué que digo de la Peña? Que cuando uno está cerca siente, como un respeto, como si estuviéramos cerca de un monstruo, como si se fuera a entrar a un templo vacío, temor o no se que cosa. Allí se encuentran muchos vestigios chichimecas, como estos que ve aquí y muestra el patio de su casa con estelas precolombinas y unos escritos viejos de la creación de la Villa fechados en 1642  cuando llegó Alonso de Cabrera a evangelizar, vino desde el Convento de La Cruz de Querétaro.

 

 Al ir saliendo del pueblo pensé que este había sido creado en el taller de un alfarero y que en cada casa donde se tejen sarapes, tapetes o cobijas, los habitantes de Bernal, tejen también sus sueños y cuando cardan la lana, apresan entre sus manos, su propia vida.