La Cultura Totonaca

 sv4384390.jpgtoton00.jpgpiram_nichos.jpgfoto49.jpg

La Cultura Totonaca 

Hoy, la cultura totonaca está viva y se moderniza, pero sigue ligada a la tierra, como se pudo constatar durante un recorrido por el parque Takilhsukut –aledaño a las históricas ruinas prehispánicas– donde se desarrollan, desde 2005, más de 40 talleres en el Centro de las Artes Indígenas.

Un grupo de sanadoras realizaron un rito que dejó a muchos sorprendidos. Abrieron un hoyo cerca de un árbol viejo. Con un machete cortaron el cuello de un guajolote. El animal fue depositado en el agujero. Luego, las sanadoras comenzaron a bailar al son de una música de melodía circular, tocada por un violinista y un guitarrista.

Decenas alrededor se acercaron y participaron de la ceremonia, todos con respeto. La sangre del pavo quedó regada en el hoyo y en los bordes. Con ramos de diversas plantas de la región, rociados con aguardiente y brandy, esparcidas con la boca, limpiaron a quienes se dejaron.

Es la buena vibra, una energía que es el deseo de estar bien, de sentirse bien. El guajolote se movía en el hoyo. Estaba en las últimas. Los ramos que se iban usando se arrojaban sobre el ave. Acabado este paso, con una pala cubrieron con tierra el hoyo; abajo quedaron todos los ramos, varios se lavaron las manos con aguardiente y sacudieron las manos sobre el mismo agujero.

Allá fue a dar el mal, lo arrancado por las sanadoras totonacas. Quedó un montículo de tierra sobre el cual fue colocada una mesa. Bailaron de nuevo con la música de fondo. Veladoras, incienso, brandy y aguardiente reaparecieron en la ceremonia. Con un machete se partió la tierra, para que se fuera todo lo malo. Cunde un sentimiento de purificación. Sobre la mesa quedaba una ofrenda con pan y comida.

La tierra había absorbido el mal; su energía había vuelto para purificar a los totonacas y a quienes ellos han querido hacer el bien con la ceremonia.

Allí estuvo Juan Zimbrón, jefe del Consejo Supremo Totonaco, quien en español dijo que ha confiado en quienes han llegado desde hace dos años a estos lares para organizar talleres, los cuales ya han dado frutos, como el de hilados de algodón, que ha contrarrestado el uso de prendas sintéticas. Los bordados retratan la vida cotidiana, sus penas, alegrías y costumbres.

Otro taller es el de video, mediante el cual los totonacas han producido ya ocho cortometrajes, algunos emotivos, como los proyectados ayer, entre ellos El llanto de la tierra, realizado por Lucio Olmos, que habla de la destrucción ecológica. Otro trata el drama, el sueño frustrado de una niña que quiere ser voladora de Papantla. Logró volar cuatro veces, pero no más, por una postura machista y cerrada. La realizadora es Chloed Campero.

Este parque se ubica a un kilómetro de la zona arqueológica El Tajín, por tanto no afecta con sus actividades al ecosistema ni a los vestigios arqueológicos, aseguró Salomón Bazbaz Lapidus, director y productor ejecutivo de Cumbre Tajín 2008, quien anunció que esta actividad se realizará del 19 al 23 de marzo.

La ciudad sagrada de Tajín, declarada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) como Patrimonio Cultural de la Humanidad, “se llena de luz las noches de marzo, en primavera. Este es el festival de la identidad”. Este año las actividades girarán en torno al lenguaje, la morada del ser; de esta manera, Cumbre Tajín se vincula a la iniciativa de la UNESCO que declaró el 2008 como el Año Internacional de las Lenguas.

En México existen alrededor de 68 idiomas, y algunos están en peligro de extinción.

Arturo Cruz Bárcenas