Alta traición
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques, desiertos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
–y tres o cuatro ríos.
José Emilio Pacheco
(mexicano, 1939).
La ciudad
Dijiste:
“Iré a otras tierras, veré otras playas,
buscaré una ciudad mejor que ésta.
Pues todos mis esfuerzos son aquí fracasos
y mi corazón, como muerto, está enterrado.
¿Por cuánto tiempo más estaré contemplando estos despojos?
Dondequiera que vuelvo la mirada
veo las negras ruinas de mi vida;
aquí, donde tantos años pasé, destruí y perdí.”
No encontrarás otro país ni otras playas,
llevarás por doquier y a cuestas tu ciudad,
caminarás las mismas calles,
envejecerás en los mismos suburbios,
encanecerás en las mismas casas.
Siempre llegarás a esta ciudad,
ç no esperes otra,
no hay barco ni camino para ti.
Al arruinar tu vida en esta parte de la tierra
la has destrozado en todo el universo.
Constantino Cavafis
(griego, 1863-1933).
La patria desdichada
Harto estoy de mi vieja tierra,
de mi país cobarde y salvaje.
Cómo quisiera ir hacia el norte.
Dicen que allá la gente es limpia,
noble, culta, feliz, rica, despierta.
En la congregación me desaprobarían mis hermanos.
“Como ave que deja el nido
es el hombre que abandona su pueblo”.
Pero yo, ya lejos, cómo iba a reírme
de la ley y la antigua sabiduría
de este mi pueblo yermo.
Pero no cumpliré nunca mi sueño
y aquí voy a quedarme hasta la muerte.
Porque yo también soy cobarde y salvaje
y amo con un dolor desesperado
mi patria pobre, sucia y desdichada.
Salvador Espriú
(catalán, 1913-1985).