El sueño de Bismarck
Arthur Rimbaud
(Jean Baudry)
Es el atardecer.
Bajo su tienda de campaña, lleno de silencio y de sueño, Bismarck, un sueño sobre el mapa de Francia, medita.
De su inmensa pipa escapa un hilillo azul.
Bismarck medita.
Su pequeño índice ganchudo anda, sobre el papel vitela, del Rhin al Mosela, del Mosela al Sena.
Imperceptiblemente con la uña rasga el papel alrededor de Estrasburgo: pasa más allá.
¡Bismarck ha cubierto triunfante con su índice
¡Oh! ¡Qué delirios de avaro bajo su cráneo amarillo!
¡Qué deliciosas nubes de humo exhala su pipa venturosa!…
Bismarck medita.
¡Vaya! Un grueso punto negro para detener el índice bullicioso.
Es París.
Entonces, la uñita malvada, raya, raya el papel, aquí y allá, rabioso, al fin, por detenerse…
¡París, París!
El buen hombre ha soñado tanto con los ojos abiertos que la somnolencia se apodera de él: su frente se inclina hacia el papel.
Maquinalmente, la hornilla de la pipa escapa de sus labios y cae sobre el innoble punto negro…
¡Huy! Povero.
Abandonando su pobre cabeza, su nariz, la nariz de M. Otto de Bismarck se ha hundido en la hornilla ardiente… ¡Huy! ¡Povero! ¡Va povero! En la hornilla incandescente de la pipa…
¡Huy! ¡Povero!
El índice está sobre París…
¡Terminado el sueño glorioso!
¡Esta nariz del viejo primer canciller era tan fina, tan espiritual, tan feliz!
¡Escondan, escondan esta nariz!…
Y bien, querido mío, cuando, para compartir el plato de col fermentada real, usted entre de nuevo a palacio
(líneas faltantes)
¡Y he allí!
¡Habría que soñar despierto!