Heberto Castillo y el 68

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 A Don Heberto Castillo me tocó entrevistarlo por cerca de tres horas en su curul de la cámara de diputados y la mayor impresión que me llevé fue que era un hombre demasiado culto einteligente y uno de los políticos más éticos que hemos tenido.

J F Z

En su primera semana de clases de primaria, allá en el pueblo de Ixhuatlán de Madero, Ver., donde nació en 1928, el niño Heberto Castillo Martínez se portó tan mal que el viernes, en la ceremonia de premiaciones y castigos, lo hicieron sentarse en la banca especial.

En la UNAM, donde cursó ingeniería y simultáneamente, por placer, matemáticas y física, Castillo trabajó de ayudante del profesor a partir del segundo año de la carrera; y empezó a redactar unos apuntes de clases, enriquecidos con bibliografía complementaria, que se convirtieron en textos de gran demanda entre los estudiantes más jóvenes.

La obra más espectacular de Castillo es el gigantesco hotel de México en el D.F., para cuya construcción se usó tridilosa en las 40 plantas superiores, lo que permitió hacerlo 12 pisos más alto que lo proyectado al principio. 

Las primeras pruebas para la construcción el hotel de México las supervisó Castillo disfrazado, porque en esos días lo buscaban todas las corporaciones policiacas debido a su participación en el movimiento político de 1968.

 

Castillo pasó 2 años en la cárcel de Lecumberri. En ese lapso, pintó en los muros de su celda retratos y murales que ahora luce en su casa (compró los trozos de pared cuando remodelaron el viejo reclusorio); leyó centenares de libros y escribió varios volúmenes, y hasta reclutó a un puñado de adeptos, inclusive entre los miembros de una partida de presos drogados a quienes las autoridades instigaron en 1970 para que lo asesinaran.

 A pesar de que no entraba en componendas, Castillo ganó sumas enormes (se negaba a revelar cifras), que le permitían darse el lujo de subsidiar con dinero propio a su partido, el cual no aceptaba dádivas