PORTICO de Jaime Septién

Escrito por Jaime Septién   
Domingo 05 de Octubre 2008
PÓRTICO

Image Podemos decir: «esta nueva crisis no me atañe» y quedarnos cruzados de brazos, pero sí que podemos hacer algo para enfrentar el tsunami que se nos viene encima. Voy a dar tres ideas…

Por Jaime Septién

Los que nacimos a la vida productiva con el desastre del final del régimen de López Portillo, no conocemos otra palabra que defina nuestro entorno político y económico que la palabra «crisis».

De la nacionalización bancaria de 1982 al crack de 1987. Del fraude electoral de 1988 al «error de diciembre» de 1994.  El tenebroso año de 1995 y la quiebra de miles de familias, endeudadas hasta la eternidad; el Fobaproa; la caída del 11 de septiembre de 2001; la contracción de la economía por los precios internacionales del petróleo, y ahora el «lunes negro», el 29 de septiembre de 2008, que permanecerá grabado en la memoria del capitalismo salvaje, practicado por Estados Unidos, como una lanza en el corazón del supremo egoísmo que se practica, desde hace décadas, en esa nación que no tiene política internacional (que no le preocupa lo más mínimo el otro, el pobre), sino solamente sus «intereses».

La dependencia de México respecto de Estados Unidos es demasiado clara como para pensar que el desastre del vecino del Norte no va a jalarnos a un abismo del cual quizá no conocemos precedente.  Desastre fraguado por la tacañería y la avidez de unos pocos pero que van a pagar los muchos pobres que habitan el sur del mundo, entre ellos millones de pobres de nacionalidad mexicana.

Podemos decir: «esta nueva crisis no me atañe» y quedarnos cruzados de brazos. En efecto, no es, directamente, responsabilidad nuestra (como tampoco lo fue el «error de diciembre»), pero sí que podemos hacer algo para enfrentar el tsunami que se nos viene encima.  Voy a dar tres ideas:

1. Conservar —los que tenemos la dicha de poseerlo— nuestro trabajo. Hoy, más que nunca, el esfuerzo sin desmayo es factor para volver la balanza a nuestro favor.

2. No gastar más de lo que ganamos.  El consejo de la abuela sigue siendo pertinente: gastar un poco menos, ahorrar tantito, no tomar deudas, mucho menos a través de tarjetas de crédito.

3. Finalmente, ser austeros, practicar en todo el principio de necesitar poco, y de lo poco muy poquito, para vivir bien. 

«Los necios —decía Wilde— son aquellos que saben el precio de todo y el valor de nada». El don de la vida es inapreciable: es el valor de todos los valores.  Cristo nos recuerda, en San Mateo, que «a cada día le basta su propio afán». Más allá del derrotismo al que nos puede llevar la crisis tan prolongada, hoy es el día de levantar la cabeza, de redoblar el paso, de anunciar a las oleadas ciegas del capital que somos mucho más que números; que somos amantes de la vida, de la alegría: que somos ejemplo —en todo y para todos— de una familia de Nazaret: trabajadora, orante y santa.

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