Sarruga en el F I C

Logró Sarruga su cometido: contraponer el rol habitual que tenemos con los Insectos

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La noche del miércoles, un amplio público esperaba pacientemente en la zona de Pastitos. Jóvenes, niños, bebés y adultos esperaban con calma, pero con cierta curiosidad, en las colinas de enfrente, o paseaban por la explanada, retratándose frente a los grandes insectos aún dormidos.

Arañas, hormigas, mantis y planta carnívora podían ser observadas e incluso, tímidamente, palpadas por manos fugitivas. Hechos de un sólido y móvil esqueleto metálico, los insectos revestían una coraza de tela, celofán, papel maché, cartón, con espacio en su interior para un conductor de carne y hueso.

La idea de agigantar insectos provino de la mente del director de Sarruga, Pakito Gutiérrez: «Un día capturé a una mantis y a una araña en la montaña y, observándolos, su movimiento me pareció fascinante», explicó en conferencia de prensa.

Conscientes de la magia que iban a provocar, el equipo de Sarruga no temió desilusionar al público al mostrarles los insectos desanimados. Al contrario, eso les dio aún más vida cuando las luces se encendieron y la música inyectó existencia a los coloridos armatostes.

La multitud organizada acudió de inmediato a presenciar la animación de una hormiga. Su interior se iluminó, mientras música electrónica de animados beats y sonidos orgánicos dotaba de narrativa al espectáculo. La hormiga comenzó a desplazarse, abriéndose camino entre la gente gracias a intimidantes exhalaciones de hielo seco.

Uno por uno, los insectos fueron despertando, acompañados siempre por un particular y específico fondo sonoro. Una segunda hormiga afrontó a la primera; una libélula de tonos nacarados y alas de un encantado celofán provocó que la araña saliera de su letargo, la persiguiera para conseguir al fin atraparla en sus redes, y someterla así a la cadena alimenticia de la naturaleza.

El público aceptó sin dudar el sentirse un indefenso insecto. Huía ahora de los insectos gigantes: gritaba y reía cuando la mantis se acercaba. Corría detrás de los enromes seres o escapaba. «La idea de que el público esté siendo perseguido por los animales o que ellos los persigan es parte del espectáculo «, afirma Pakito, «el público debe de interactuar con nosotros, sino el espectáculo perdería mucha fuerza».

El público marcaba las rutas que seguían los insectos, y la historia

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