A propósito de la Aldea Global

A propósito de la aldea global

José Félix Zavala

La idea de la aldea global, planteada en los años sesenta por  Marshall McLuhan, ha pasado a convertirse en una realidad que nos afecta todos los días en el 2008.Nuestro Querétaro sigue en el marco de ser un promotor de turismo “ chafa” y no cultural como es su vocación y realmente productor de divisas

El avance de las tecnologías de la información  ha hecho más pequeño el mundo, sino pretenden uniformarlo en un solo modelo. En este contexto, se ha iniciado una reflexión sobre la importancia de preservar la identidad nacional.

En México, un país de tradición multicultural,  el fenómeno de la globalización nos lleva a pensar que no parece viable evitar que el país  se prive de influencias culturales más vastas, sobre todo considerando las actuales y el impetuoso desarrollo de l la información.

La reflexión acerca de la identidad o la soberanía culturales debe ser el reto que nos impone la amenaza homogeneizarte que trae consigo la globalización.

Para enfrentar este reto debemos recuperar la memoria cultural, con la idea de reconocer, revalorar y reafirmar lo propio, pero sin exaltaciones chovinistas ni afán excluyente alguno, para ser al mismo tiempo, al decir Alfonso Reyes, fieles a nuestra identidad y al mismo tiempo generosamente universales, ya que en la variedad de las culturas esta la profunda riqueza de la civilización humana.

El lugar que ocupa cada país  en el contexto internacional de productos culturales será proporcional a la calidad de su producción cultural.

Esto puede deparar a cada país o a cada región del mundo la ocasión de dar a conocer lo más universal de su cultura o dejarse avasallar por la producción cultural de los países “ricos”.

Sería  absurdo hablar de autarquía cultural en el siglo XXI. Independientemente de posibles políticas gubernamentales que limiten la difusión de productos culturales extranjeros, La ciudadanía busca decididamente acceder a los productos culturales que necesita y desea como puede ser: música, cine, televisión, Internet,  literatura, revistas,  etcétera.

En esta búsqueda encuentran  la publicidad comercial que promueve muchos de los productos culturales que interesan a cualquier consumidor. En esta búsqueda  los jóvenes obedecen en primer lugar, a la necesidad de ver expresados sus afanes y aspiraciones por parte de otros jóvenes que comparten las inquietudes propias de su edad.

El consumo de estos productos culturales de jóvenes para jóvenes convierte en inevitables genera además la posibilidad de que se genere una imitación de estilos de vida y de aspiraciones. Un aspecto por estudiarse más a fondo es la cada vez mayor similitud de la moda que gusta a los jóvenes en todo el mundo.

Los jóvenes deben ser críticos, de la publicidad, pues la publicidad de las empresas cada vez está más presente en la cultura.

Se trata sobre todo de productos de entretenimiento de países económicamente poderosos, que resultan atractivos para un gran número de consumidores, que no.

 “En la hora actual debe superarse la aparente contradicción entre la acción de los gobiernos y la libertad del espíritu, para reconocer las responsabilidades del Estado ante la vida cultural de las naciones, a condición de limitarse a una función instrumental, sin intervenir en el contenido ni en la orientación del acto de cultural”.

Los Estados están obligados, pues, a ejercer las funciones de estímulo, de organización y de asistencia, que son parte integrante de las sociedades modernas.

La preservación de la identidad cultural nacional debe darse en un clima de libertad creadora, condición para el florecimiento de cualquier cultura. En un país multicultural como México, el creciente desarrollo de las industrias culturales de alcance nacional también tiene el riesgo de avasallar las expresiones de las minorías étnicas.

La sociedad mexicanos no hemos dudado en promover las expresiones culturales de las minorías étnicas. El Instituto Nacional de Antropología e Historia mantiene desde hace años un programa de promoción de la producción de artesanías de alta calidad, con el compromiso de comercializarlas a precios adecuados a través de canales de distribución, nacionales e internacionales, por ejemplo.

El ámbito de distribución de estos productos se encuentra en los museos y en mercados internacionales para la alta cultura. Esto ha permitido preservar la calidad de las artesanías.  

La intervención del Estado pudiera ser:

1. Promover las empresas  culturalmente importantes.

2. Mantener una competencia internacional evitando que una sola empresa o un solo país se conviertan en  dominantes de la cultura.

3. Proteger los derechos de la propiedad intelectual.

4. Proteger la creatividad de artistas menos conocidos y de los productos de calidad.

5. Reconocer la labor nacional de los artistas como verdaderos tesoros nacionales 

En estas circunstancias, lo que está en juego es el establecimiento  de un diálogo entre culturas que no se limite a un diálogo entre productores y consumidores, sino que permita la creación colectiva y verdaderamente diversificada, y ponga al receptor en condiciones de convertirse en emisor.  

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