C.Pavese;Los poetas siempre tienen la razón

Los poetas siempre tienen razón

José Félix Zavala

Compilador  

“El oficio de vivir”  

“El Oficio de poeta”   

Piamontés universal, Cesare Pavese es uno de los más significativos escritores italianos del siglo XX. 

Nacido el 9 de septiembre de 1908 en el medio campesino de Santo Stefano Belbo, decidió a poner fin a su vida en un cuarto de hotel en Turín, el 27 de agosto de 1950 

Esa vida y esa obra se irían cubriendo de significados, voces ancestrales y una moderna lucidez, cuya riqueza, perfección formal, perdurabilidad y resonancia permiten considerarlo un clásico.  

Emilio Cecchi lo dijo quizá mejor que nadie: 

 «Reconozcamos, una vez más, que de su generación Pavese fue de los espíritus no sólo artísticamente más dotados, sino, en el conjunto de todas las facultades, intelectualmente y moralmente más ejemplares».   

Él mismo reconoce, en una entrevista hecha poco antes de su muerte (1950), que  

«no ha renunciado hasta ahora a su ambigua naturaleza, a la ambición de fundir en unidad las dos inspiraciones que allí se han combatido, desde el principio: mirada abierta a la realidad inmediata, cotidiana, ´rugosa´, y recato profesional, artesano, humanista -hábito de los clásicos como si fueran contemporáneos, y de los contemporáneos como si fueran clásicos- , es decir, la cultura entendida como oficio». 

 A lo que agrega de inmediato: «Exigencias difícilmente conciliables, es cierto».  

Tuvo repercusión y la estima de sus contemporáneos.   

Percibió su compleja y angustiada personalidad, esa voluntad iluminista que no abandona la auscultación instintiva:  

«Que los dos motivos estuvieron ligados (dice Calvino), y fueron inseparables para él, está claro: la misma concepción de la poesía como una operación racional y liberadora no es posible sino en relación a la irracionalidad de su objeto, el descubrimiento mítico».   

Allí resplandece el Pavese escritor, la tersura de un estilo directo y sin embargo distante: «Narrar es como nadar», dijo, aludiendo a los ritmos combinados del cuerpo y el agua, y también «Narrar es monótono», por el sentido de persistencia en un tono, en un clima, nunca puramente verbal aunque hecho de lenguaje.  

Supo aludir a las palabras de los hombres como «esas tiernas cosas, intratables y vivas».      “Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más.” 

“demasiado íntimo y sensible”.  Ya que no les bastan a los niños las respuestasy a los adultos las preguntas. Vladimir Holan Una noche con Hamlet 

El oficio de vivir es  un verdadero diario literario  

Más que vivir, el oficio de Cesare Pavese -1908–2008 – fue leer  

Dado su suicidio,  su oficio de vivir no le resultó lo suficiente para sobrevivir 

El oficio de vivir, tiene poco que ver con el testimonio,  de un poeta maldito que se mata en un acto de supremo fastidio  

Nunca se sabe porque se mata la gente.  

El riesgo póstumo tomado por un poeta que se suicida, si acaso, estaba contemplado por el propio Cesare Pavese, en la entrada de El oficio de vivir del 26 de abril de 1936 

“No existe la tempestad sufrida locamente y luego la liberación a través de la obra, so pena de suicidio. Tan verdad es, que los artistas que verdaderamente se han matado por sus casos trágicos son de ordinario cantores ligeros, diletantes de sensaciones, que a nada aludieron en sus cancioneros del profundo cáncer que los devoraba. De lo que se aprende que el único modo de salvarse del abismo es mirarlo y medirlo y sondarlo y bajar a él.” 

Dijo Alberto Moravia que de Cesare Pavese quedaría más el intelectual que el escritor, que sus ideas importaban más que su obra  

No sé si tenga razón, me pongo a leer, relatos y novelas pavesianas; Ciau Masino, El camarada, Esa tierra, y admiro la falsa vocación realista, el tino poético que falta en muchos de sus versos  

Vuelvo a El oficio de vivir, que es el cuaderno de un lector, de un crítico y encuentro que casi todo lo que dice me interesa.  

Cesare Pavese era, muy en el tono de su época, un estudioso de las religiones comparadas y de la mitología, como Caillois y Bataille, Jünger  u Octavio Paz   

“el problema con los grandes escritores italianos es que nunca son verdaderamente grandes…” O. P. 

Pavese se conocía al revés y al derecho La rama dorada, de Sir James Frazer y muchos otros tratados de ese orden y, al parecer, aplicó esa sabiduría a sus obras narrativas 

Según Sergio Solmi, Cesare Pavese iba de la poesía de la intuición a la poesía del mito y obedeció, casi al pie de la letra, la petición de Nietzsche, de que un artista debe comprometerse a representar su comedia interior y en ello consumirse.  

Pero El oficio de vivir no parece obra de alguien que se apaga sino de alguien que piensa y lo hace muy claramente.  

Ha sido un estupendo maestro: si se trata de distinguir un símbolo de un mito recurre al ejemplo de los colores, lo que el rojo es y lo que el rojo significa,  

De El oficio de vivir lo más envejecido, quizá, es la misoginia de Pavese 

Dice cosas sublimes en ese alcurnioso género que es la máxima escrita por los varones sobre las mujeres, ingeniándoselas para hacer leña del árbol caído de Eva. 

 “de joven nos dolemos de una mujer; ya maduros, de la mujer.”   

Pero escribe otras cosas que, para el criterio del joven siglo XXI, incluso si quien cree ejercerlo se tiene por persona no del todo políticamente correcta, son un tanto vulgares, a medio camino entre la invectiva y el chiste verde, que acaban exponiendo a Cesare Pavese como un hombre resentido, un tanto amargado y, que, además, muestra poca experiencia con las mujeres.  

Pavese es mal psicólogo y quizá por eso se mató.  

De Stendhal, a quien compara, en un juicio muy extraño para nosotros, con Hemingway, tomó las lecciones equivocadas. 

El crítico Cesare Pavese es magnífico  

Destaco lo mucho que sabe de Shakespeare, sus páginas magistrales sobre la literatura de los Estados Unidos, la educación pura y dura en Leopardi y sus Zibaldone, su desconfianza ante el genio de Tolstói o su explicación de por qué “El adolescente” es la menos leída de las novelas de Dostoievsky. 

Cesare Pavese, a quien le aburrían los libros de viajes adoraba, una vez pasadas las fiestas, el momento en que se van los invitados y uno, él, pasa a gozar del “refrigerio de estar solo”.   

Tú sabes,  Tú lees,  Tú amas.  

Cesare Pavese, el suicida, había elegido, en otro momento de su vida, hacer un viaje distinto, como cuando escribe en El oficio de vivir: 

“es bonito irse a dormir porque nos despertaremos.  Es la manera más rápida de llegar a la mañana.”  

Nota:

Seix Barral recupera la edición íntegra y definitiva de una obra básica de nuestro tiempo: El oficio de vivir, diario de Cesare Pavese.  

Publicada por primera vez en italiano en 1952, la obra alcanzó extraordinaria resonancia entre varias generaciones sucesivas de lectores en todo el mundo; pero sólo en 1990 apareció en italiano finalmente esta nueva edición, basada en el manuscrito autógrafo que se conserva en la Universidad de Turín, que enmienda numerosos errores de la transcripción de las ediciones anteriores y restituye más de treinta pasajes omitidos total o parcialmente en ellas, por hacer referencia a personas vivas o por juzgarse su contenido 

Entre los motivos que van más allá de la celebración del recordatorio de este poeta piamontés que sigue vivo en sus poemas, a pesar de que en la aciaga noche de un lejano 26 de agosto de 1950 se quitara la vida en la soledad de una triste habitación de hotel, se encuentra, precisamente, el difícil interrogante sobre los vínculos y las abruptas disonancias que acontecen entre el lírico oficio de poeta y el dramático oficio de vivir  

O lo que es lo mismo, las distorsiones entre la retórica de las palabras, el punto fronterizo de los gestos y la irreversibilidad de los hechos.  

Continuamos: 

Cesare Pavese no fue un suicida sin notas de despedida. 

Su despedida tiene algunos singulares paralelismos con la de otro poeta más vociferante y septentrional llamado Vladimir Maiakovski.  

Todos los gestos humanos, hasta los más trágicos o aparentemente inimaginables, están hechos de repetición. Anochecía.  

“Era sábado.  

Pavese cerró sobre una mesilla de madera el folder que contenía los últimos poemas que había escrito y se dirigió al teléfono negro que colgaba de la pared.  

Hizo tres llamadas a tres mujeres. Las invitó a cenar. Ninguna aceptó. Tomó un bolígrafo y escribió:  

Perdono a todos y a todos pido perdón. No murmuren demasiado”.  

Veinte años antes, desde la habitación de un estudio donde reinaba una soledad parecida, Maiakovski rogaba sin éxito a la actriz Veronika Polonskaia que subiera a su habitación. Según dicen, hizo otra llamada a Lili Brik, pero nadie contestó al teléfono. El día anterior había escrito una breve carta, con este comienzo:  

“De que muero no culpéis a nadie y, por favor, no chismeéis. El difunto lo odiaba terriblemente”.  

Que el corazón de Cesare Pavese dejase de latir por la ingestión de unos botes de somníferos y el del autor de La nube en pantalones por una bala constituye únicamente un circunstancial detalle forense. 

Dicen que uno no se mata por el amor de una mujer 

Que los suicidas son asesinos tímidos  

Sí, incluso cuando afirman que hasta sacrificarse o renunciar es un problema de astucia.  

O cuando afirman que uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada.  

Sí, la poesía es un territorio en el que cualquier afirmación se hace verdad, sí, salvo probablemente cuando proclama que la muerte es la firma de la paz con la vida.  

Cesare Pavese fue un escritor italiano, uno de los más importantes del Siglo XX. Nacido en Santo Stefano Belbo (Cuneo) el 9 de septiembre de 1908 y fallecido en Turín el 27 de agosto de 1950).  

Durante toda su vida tratará de vencer la soledad interior, que veía como una condena y una vocación. Poeta y novelista italiano.  

Estudió filología inglesa en la universidad de Turín y, tras su licenciatura, se dedicó por completo a traducir a numerosos escritores norteamericanos, como Sherwood Anderson, Gertrude Stein, John Ernst Steinbeck y Ernest Miller Hemingway, así como a escribir crítica literaria.  

Fue uno de los fundadores de la editorial Einaudi, en la que permaneció como editor hasta su muerte. Sus escritos antifascistas, publicados en la revista La Cultura, lo condujeron a la cárcel, donde escribió sus propias obras. Durante la II Guerra Mundial formó parte de la Resistencia antifascista.  

La narrativa de Pavese trata, por lo general, de conflictos de la vida contemporánea, entre ellos la búsqueda de la propia identidad, como en La luna y las fogatas (1950), considerada como su mejor novela.  

En cambio, su más bello y escalofriante poema es, quizá, Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (1951).  

Más tarde, en el año 1957, se creó un premio literario con su nombre para honrar su memoria. Algunas de las mejores y más conmovedoras páginas de Pavese se encuentran en su diario, que fue publicado póstumamente, en 1952, bajo el título El oficio de vivir. Pavese se suicidó en una habitación de hotel después de haber recibido un premio literario por su libro El bello verano (1949). 

Estudioso y pensador que se reconocía en la izquierda italiana, se suicidó a los cuarenta y dos años de edad. Su gran amigo el escritor Davide Lajolo describió en un libro titulado El vicio absurdo el malestar existencial que envolvió siempre su vida. 

Fue importante su obra como escritor, traductor y crítico, que además de la Antología americana que coordinó Elio Vittorini incluyó también la traducción de clásicos de la literatura, desde el Moby Dick de Melville en 1932 a obras de Dos Passos, Faulkner, Defoe, Joyce y Dickens. 

Su actividad de crítico, en particular, contribuyó a crear un cierto mito de América. Mientras trabajaba en el sector editorial (para la editorial Einaudi), Pavese propuso a la cultura italiana escritos sobre temas diferentes, y anteriormente raramente abordados, como el idealismo y el marxismo, y temas religiosos, etnológicos y psicológicos. 

Trabajar cansa  

Los poemas de Trabajar cansa (1936) fueron muy innovadores y, junto a sus obras narrativas, atraen todavía a un público muy amplio.  

Pavese nació en Santo Stefano Belbo, donde su padre, procurador de tribunal en Turín, tenía una delegación.  

Estos son los lugares y las experiencias infantiles que mitificará el Pavese escritor. 

En 1914 muere su padre, lo que le causa un primer trauma.  

Su madre, de hecho, compensará la ausencia del marido educando de modo bastante rígido a su hijo. Pavese cursa estudios secundarios en Turín con Augusto Monti, colaborador de Gobetti, narrador y pedagogo.  

Es su primer contacto con el mundo de los intelectuales y con personalidades como Leone Ginzburg, Tullio Pinelli, Vittorio Foa (estudioso de los problemas políticos y sociales) y Norberto Bobbio. 

Pero es en su época universitaria cuando Pavese se interesa por la literatura norteamericana; en esos años, alterna su trabajo de traductor con la enseñanza del inglés.  

Se licencia con una tesis sobre el poeta norteamericano Walt Whitman. 

En 1935 es confinado por sus actividades antifascistas, de hecho, sólo había conservado unas cartas comprometedoras de una activista comunista de la que se había enamorado; durante este exilio publica Trabajar cansa, que había empezado en 1928 y en ese mismo período empieza la composición de El oficio de vivir, diario literario y existencial que seguirá escribiendo hasta el final de su vida. 

De vuelta de su confinamiento, Pavese descubre que la mujer a la que amaba se ha casado, lo que le ocasiona un segundo trauma; a partir de ese momento, Pavese se angustia, temeroso de que lo ya sucedido se pueda repetir. 

La angustiosa sensación del fracaso, lo acompañará hasta la muerte.  

En 1938, su relación con la editorial Einaudi se estabiliza.  

En 1940 termina El bello verano, con el que obtendrá en 1950 el Premio Strega e inicia Feria de agosto; 

En 1941, publica Tus pueblos  

 La adhesión al PCI   

Llamado a filas, se le dispensa por el asma que padece. Desde el 8 de septiembre de 1943 hasta la liberación de Italia se refugia en primer lugar en casa de su hermana, y luego en un colegio de Somascos en Casale Monferrato, sin contacto con los acontecimientos que sacuden Italia, mientras muchos de sus amigos entran en la Resistencia. Narra estas experiencias en La casa en la colina (que escribe entre 1947 y 1948). En esta obra se pone de manifiesto el conflicto entre su elección y la de sus amigos, muchos de los cuales murieron como consecuencia de la opción adoptada. Al terminar la guerra, sin embargo, y quizás para compensar su anterior elección, Pavese entra en el Partido Comunista Italiano.   La luna e i falò   

El desengaño amoroso que sufre tras la ruptura de su relación sentimental con la actriz norteamericana Constance Dowling – a la que dedica sus últimos versos Vendrá la muerte y tendrá tus ojos – y su malestar existencial lo llevan al suicidio el 27 de agosto de 1950, en Turín.   La poética de Pavese   

 Entre 1936 y 1941   Pavese surge como poeta en 1936, con Trabajar cansa (Lavorare stanca).  

La recopilación se reedita en 1943, añadiendo treinta y un poemas y suprimiendo seis.  

En pleno periodo hermético Pavese toma el camino de la poesía narrativa,ritmos narrativos, tono coloquial, ciudad…. La experiencia narrativa produce un verso alargado y de amplia cadencia, decasílabo alargado a trece sílabas 

En su ensayo El oficio de poeta Pavese sostiene la necesidad de que las palabras se adhieran a las cosas y rehuye la musicalidad por sí misma.  

Estos primeros cánones poéticos serán posteriormente modificados para evitar que la poesía narrativa se convierta en un boceto naturalista.  

Pavese teoriza sobre una poesía que se resuelve en imágenes.  

Poesía narrativa y poesía – imagen coexisten en Trabajar cansa, obra en la que ya encontramos las constantes de Pavese: soledad como condena existencial, incapacidad de diálogo, añoranza de la mujer, el campo como mito desde el que se originan las primeras impresiones y la identidad del individuo, la figura del exiliado que vuelve al lugar de origen, buscando su propia infancia, persiguiendo la propia identidad. 

Pavese une a su capacidad de fabulación una precisa conciencia crítica. La cárcel constituye su primera obra narrativa válida, cárcel de la soledad  

El protagonista vive la experiencia del confinamiento pero se trata fundamentalmente de una autobiografía espiritual: la vivencia del intelectual que trata de romper la soledad, pero vuelve a ser absorbido por ésta. Más allá de sus implicaciones políticas la novela se caracteriza por el análisis existencial. 

En 1941, publica Tus pueblos (I paesi tuoi) y llama la atención de la crítica, que lo interpreta como una manifestación de realismo.  

En realidad la descripción de un medio rural primitivo y los temas de la pasión, de la sangre, sin olvidar un lenguaje que se acerca al dialetto y al lenguaje hablado y la aparente objetividad naturalista confieren una dimensión mítica y ritual a la narración, una lectura de la realidad en clave simbólica, con matices de los estudios antropológicos y de lo sagrado. 

Su consagración del mito deriva de la idea según la cual en la infancia se crean mitos y símbolos que forman una especie de memoria atávica.  

Pavese se aleja de cualquier representación realista en el sentido que tiene, como principio de poética, la necesidad de focalizar el fondo mítico e irracional propio de cada individuo y que determina su personalidad y su destino.   El último decenio   

En el último decenio, entre 1940 y 1950, Pavese produce obras heterogéneas en cuanto a temática y estilo. La reflexión sobre el mito orienta a Pavese en dos direcciones, aparentemente lejanas, pero que tienen el mismo objetivo.  

Por una parte recupera el fondo mítico de su propia personalidad, distanciándose de la realidad y refugiándose en el intelectualismo (Diálogos con Leucò) por otro lado hacia el neorrealismo, a la observación del ambiente y de los hombres (El compañero, 1946). 

La misma coexistencia de intereses diversos la podemos encontrar en 1949 en La luna y la fogata y en Entre mujeres solas. Los dos motivos se integran, en el sentido de que ponen a fuego al hombre, alienado en el contexto urbano, buscando sus propias raíces míticas. La narrativa de Pavese no se distingue por la complejidad de la trama, sino que se identifica en breves capítulos potencialmente evocadores. 

Los dos textos que nos lo muestran son La casa en la colina y La luna y la fogata. La casa en la colina se publicó a la vez que La cárcel. El título del volumen era Antes de que el gallo cante (haciendo mención al episodio evangélico en el que Cristo anuncia a Pedro que antes de que el gallo cante él lo negará tres veces) lo que aclara la proximidad de ambas novelas: el protagonista de La cárcel es esclavo de la soledad hasta el punto de que la ama. 

Corrado, protagonista de La casa en la colina, mientras sus amigos participan en la lucha partisana, se refugia en su propia soledad hasta que llega a la certeza de que su aislamiento ha sido una traición. Pavese profundiza además del tema mítico, el social y de clase. La soledad se convierte en estado de ánimo, condición existencial y social. 

También La luna y la fogata es una novela-balance, atemporal, en la que Pavese introduce sus propios temas y principios teóricos. El retorno a la infancia y el recorrido obligado para conocerse y tener conciencia del propio destino. La novedad de la novela está en el hecho de que la peregrinación a los lugares míticos de la infancia concluyen constatando que todo se ha perdido: han desaparecido las personas y los lugares han cambiado y la lucida y dolorosa constatación de que la muerte es connatural al hombre.     Del oficio de vivir: 1935 

6 de octubre       El que alguna de las últimas poesías sea convincente, no quita importancia al hecho de que las compongo con creciente indiferencia y renuencia.  Tampoco importa mucho que el goce inventivo me resulte a veces sumamente agudo.  Ambas cosas, unidas, se explican por la adquirida desenvoltura métrica, que priva del placer de excavar en un material informe, y a un tiempo por intereses míos de vida práctica que agregan una exaltación pasional a la meditación sobre ciertas poesías.       Cuenta en cambio ésto: que me parece cada vez más inútil e indigno el esfuerzo; y más fecunda que la insistencia sobre estas cuerdas, la búsqueda, concebida hace tiempo, de nuevas cosas que decir y por lo tanto de nuevas formas que forjar.  Porque lo que da tensión a la poesía en sus comienzos es el ansia de realidades espirituales ignotas, presentidas como posibles.  Una última defensa contra la manía de violentos intentos renovadores la hallo en la convicción soberbia de que, la aparente monotonía y severidad del medio que ya poseo, ha de ser aún el mejor filtro de cualquier aventura espiritual mía. Pero los ejemplos históricos -aunque en materia de creatividad espiritual sea lícito atenerse a los ejemplos de cualquier tipo- están todos en contra de mí.       Sin embargo, hubo un tiempo en el que tenía muy vivo en la memoria un acopio pasional y sencillísimo de materia, sustancia de mi experiencia, que había que reducir a claridad y determinación orgánica al versificar, y cada uno de mis intentos se relacionaba, sutil pero inevitablemente, con este fondo y jamás me pareció desviarme por extravagante que fuese el núcleo de cada nueva poesía. Sentía que componía algo que superaba siempre el fragmento (del momento actual).       Llegó el día en que el acopio vital quedó del todo asumido en la obra, y me pareció que ya sólo trabajaba con retazos o que me limitaba a sutilizar. Tan cierto es ésto que -y lo advertí mejor cuando quise aclararme en un estudio el trabajo realizado- disculpaba las ulteriores búsquedas de mi poesía como aplicaciones de una técnica consciente del estado de ánimo, cuando lo que hacía era una poesía- juego de mi vocación poética.  Esto es, volvía a incurrir en el error que, identificado y eludido, había servido al principio para conservarme tan fresca osadía creativa, de versificar, y, aunque fuese indirectamente, sobre mí como poeta. (Exegi monumentum…). A esta sensación de involución puedo responder que en vano buscaría ahora en mí un nuevo punto de partida.       Desde el día de los “Mares del Sur” (1), cuando por primera vez me expresé a mí mismo de forma resuelta y absoluta, comencé a construir una persona espiritual que nunca podré ya sustituir conscientemente, so pena de negarla y de poner en tela de juicio cualquier futuro e hipotético impulso mío. Respondo, pues, a la sensación de inutilidad presente, humillándome en la necesidad de interrogar a mi espíritu sólo de aquellos modos que hasta ahora le fueron naturales y fructíferos, remitiendo cualquier descubrimiento a la fecundidad de cada caso en particular. Pues la poesía sale a la luz intentándola y no formulándola.       Pero ¿por qué, al igual que hasta ahora me he limitado como por capricho sólo a la poesía en verso, no intento otro género? La respuesta es una sola y acaso insuficiente: por razones de cultura, de sentimiento, de hábito ya y no por capricho, no sé salir de ese sendero, y me parecería de aficionado el antojo de cambiar la forma para renovar la sustancia. 10 de abril       Cuando un hombre está en mi situación sólo le queda hacer examen de conciencia. 31 de octubre       Se deja de ser jóvenes cuando se comprende que decir un dolor no altera la situación.       Un hombre no añora por amor a quien lo ha traicionado, sino por el envilecimiento de no haber merecido confianza.       Y sobre todo, recuérdese que hacer poesías es como hacer el amor: nunca se sabrá si la propia alegría es compartida.       26 de noviembre       ¿Por qué olvidamos a los muertos? Porque ya no nos sirven.       A un triste o a un enfermo lo olvidamos -lo rechazamos- a causa de su inservibilidad psíquica o física.       Nadie se abandonará jamás a ti, si no ve en ello su propio provecho.  19 de setiembre       Los hombres que tienen una tormentosa vida interior y que no buscan desahogo en sus palabras o en sus escritos, son simplemente hombres que no tienen una tormentosa vida interior.       Dadle una compañía al solitario y hablará más que nadie.       Sufrir es siempre culpa nuestra.  13 de octubre        Si una mujer no traiciona, es porque no le conviene. 30 de octubre       Perdonamos a los otros cuando nos conviene. 9 de junio       Quien tiene una pasión dominante, odia en función de ella al género humano, porque todos le parecen, con relación a su pasión, rivales o, al menos, resistencias.       ¡La fuerza de la indiferencia! -es la que permitió a las piedras perdurar inmutables durante millones de años. 30 de enero       Esa sensación dulce e indulgente de amor a la humanidad que se experimenta en un día frío, durante un intervalo pasado en un café -cuando se observa el rostro demacrado y triste de uno, la boca arrugada de otro, la voz doliente y bondadosa de un tercero, etc.-, y uno se abandona a un voluptuoso y melancólico abrazo sentimental a tanto cotidiano sufrir, no es verdadero amor al prójimo, sino complacida y dilatada introversión. En aquellos momentos no se movería un dedo por nadie: sentir en sustancia, beatitud por nuestra tranquila futilidad ante la vida.       Si hasta la lectura silenciosa que hacemos de una poesía para conocerla, es una interpretación, no se ve ya cómo se puede elaborar un juicio histórico sobre una poesía -dado que conocerla significa crear en nuestro interior otra obra. ¿Juzgaremos esta otra? ¿y la universalidad del juicio histórico? ¿Y su verdad? (Leyendo a PUGLIATTI, La interpretación musical). 13 de junio       Si se debe juzgar por su analogía con el día, la vejez es la edad más fastidiosa porque ya no se sabe qué hacer con uno mismo, como por la noche cuando el trabajo cotidiano ha terminado.  28 de enero       Las cosas se descubren a través de los recuerdos que de ellas se tienen.       Recordar una cosa significa verla –solamente ahora- por primera vez.       Debes crear un nexo entre el hecho de que en los momentos más verdaderos eres inevitablemente lo que fuiste en el pasado y el hecho de que sólo las cosas recordadas son verdaderas. 21 de febrero       Mis relatos son -en la medida en que están logrados- historias de un contemplador que observa cómo ocurren cosas más grandes que él.  3 de febrero       El problema no es la dureza de la suerte, pues todo lo que se desea con bastante fuerza, se obtiene.  El problema es más bien que lo que se obtiene disgusta.  Y entonces jamás debemos tomárnosla con la suerte, sino con nuestro propio deseo. 15 de junio        Recogiendo el 31 de agosto del 42. La infancia no importa naturalistamente, sino como ocasión de bautizar las cosas, bautismo que nos enseña a conmovernos ante lo que hemos bautizado.  A cualquier edad podemos bautizar.  Pero no hay que ser tan ingenuos como para creer que esta transfiguración es el conocimiento objetivo.  Por eso comúnmente sólo el infante lo consigue.  Ahí está la espontaneidad, no de la poesía (que es una historieta), sino del estado prepoético, el que proporciona el material (que es necesario).  La espontaneidad de la inspiración, que es muy distinta del versificar. 17 de septiembre       Una llanura entre colinas, hecha de prados y árboles en bastidores sucesivos y atravesados por anchos claros, en la mañana de septiembre cuando un poco de calina se desprende del suelo, te interesa por el evidente carácter de lugar sagrado que debió de asumir en el pasado.  En los claros, fiestas, flores, sacrificios, al borde del misterio que se insinúa y amenaza entre las sombras silvestres. Allí, en el confín entre cielo y tronco, podía aparecer de repente el dios.  El lugar mítico no es el individualmente único, tipo santuario o similares (corregir el II de septiembre), y sí el de nombre común, universal, el prado, la selva, la gruta, la playa, el claro, que con su indeterminación evoca todos los prados, las selvas, etc., y los anima a todos con su estremecimiento simbólico.       Aquí se ve de nuevo cómo el retorno a la infancia vale para saciar la sed de mito. El prado, la selva, la playa de la infancia no son objetos reales entre otros muchos, sino el prado, la playa como se nos revelaron en absoluto y como dieron forma a nuestra imaginación trascendental.  Si luego estas formas trascendentales se enriquecieron aún con los sedimentos sucesivos del recuerdo, vale como riqueza poética, pero es una cosa distinta de su significado originario de mito.       En suma, las «cosas que hicieron únicos los lugares de la infancia» son una sola cosa: la formación de las imágenes transcendentales.       ¿Basta ésto para sustituir el estremecimiento religioso?  11 de noviembre        Contar las cosas increíbles como si fueran reales -sistema antiguo-; contar las reales como si fuesen increíbles -moderno.  

EL TIEMPO Y LA MUERTE  

Dueño de una apasionada inteligencia y una lúcida voluntad de raciocinio, pocos como él encarnaron un humanismo capaz de imaginar un mundo para todos: 

 «En medio de la sangre y el fragor de los días que vivimos va articulándose una concepción distinta del hombre. Técnicamente especializado, pero radicado en una sociedad cuyo ideal no puede dejar de ser el siempre mayor conocimiento de cada uno -lo que significa la máxima eficiencia del trabajo individual, pero consciente del trabajo de todos-, el hombre nuevo será puesto en condiciones de vivir la propia cultura (…) y de reproducirla para los otros, no en abstracto, sino en un intercambio cotidiano y fecundo de vida». 

Ejerció la devoción por una belleza que no se niega a ninguna verdad, por oscura que resulte:  

«La fuente de la poesía es siempre un misterio, una inspiración, una conmovida perplejidad ante lo irracional, tierra desconocida».  

Ese humanismo ejemplar convive con la aguda conciencia del tiempo y de la muerte, y aun detrás del suicidio hay una tozuda y fecunda voluntad de vida, de belleza y de trabajo.  

Creció con el fascismo, que lo arrestó el 15 de mayo de 1935 y lo confinó como opositor político en Brancaleone Calabro, de donde volvió en marzo de 1936. Pero no cambiado.  

Supo oponerse a la grandilocuente cultura oficial del régimen (al igual que su compañero de generación, Elio Vittorini, que vio su antología Americana prohibida por Mussolini) con la traducción y análisis crítico de la gran literatura norteamericana: Melville, Edgar Lee Masters, Sinclair Lewis, Sherwood Anderson, O. Henry, Dos Passos, Dreiser, Whitman, Gertrude Stein, Faulkner y otros.  

Estos autores fueron difundidos con la clara voluntad de oponer a la verborragia fascista una literatura de alta calidad, auténtica, enraizada en su idioma, su sociedad y su cultura, capaz de rozar las cumbres del estilo y los abismos de la condición humana.  

Heredero de un mundo campesino que nunca cesó de nutrirlo, su primer libro, Trabajar cansa (1936, con reedición definitiva de 1943), es un nuevo ciclo abierto y cerrado por él en la poesía italiana moderna.  

Es también una revisión exhaustiva de ese mundo natal, lleno de atavismos que, a pura razón, se convierten en auténticas iluminaciones, y que está siempre presente en su narrativa.  

Y hasta en sus ensayos, donde la percepción del espacio mítico que es el campo, la viña, el bosque, la sangre, la noche, y los astros, se vuelve alimento de esclarecedoras conclusiones sobre el hombre y la poesía.  

Llegó a triunfar en Turín, la gran ciudad de sus sueños de infancia: fue director literario de la prestigiosa editorial Einaudi, y antes de morir recibió el consagratorio Premio Strega.  

Fue Italo Calvino quien reunió todos sus Relatos en un grueso volumen (Einaudi).   mito y poesía. Ligado a Pavese desde su juventud, Calvino lo sucedió en Einaudi, donde editó sus trascendentes obras póstumas: los tocantes poemas de Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (1951), La literatura americana y otros ensayos (1951) y su diario El oficio de vivir (1952).  

El oficio de poeta, Nueva Visión, Buenos Aires, 1957) donde en «El mito» afirma Pavese:  

«Antes que fábula, casi maravilloso, el mito fue una simple norma, un comportamiento significativo, un rito que santificó la realidad. Y fue también el impulso, la carga magnética que pudo, ella sola, inducir a los hombres a realizar obras».  

Pavese reiteró que consideraba Diálogos con Leucó «la cosa menos infeliz que yo haya escrito».  

Es imposible no coincidir ante esos diálogos de transido lirismo que logran el milagroso resurgir de los fundacionales mitos griegos.  

Ese libro quedó abierto junto a su lecho en el cuarto de hotel donde se suicidó.  

Porque con la diáfana transparencia de un lenguaje preciso, reviven los dioses humanísimos y los humanos héroes de la mitología griega.  

No para escudarse en modelos prestigiosos, sino para hablarnos, a través de ellos, de los temas permanentes de la existencia humana, para reanudar el diálogo con esos dioses nacidos de los anhelos y sueños de los hombres. Paisaje VII Cesare Pavese    BASTA  

Un poco de día en los ojos claros  como el fondo de un agua, y la invade la /ira,  lo escabroso del fondo que el sol roza.  La mañana que vuelve y la halla viva  no es ni dulce ni buena: la mira inmóvil  entre las casas de piedra, que cierra el cie /lo.  Saca el cuerpo pequeño entre la sombra y /el sol  como un lento animal, mirando alrededor  y no viendo otra cosa que colores.  Las vagas sombras que visten el camino y /el cuerpo  le oscurecen los ojos, entreabiertos ape- /nas  como un agua, y en el agua se vislumbra /una sombra.  Los colores reflejan el cielo calmo.  También el paso que holla lento los guija- /rros  parece hollar las cosas, como la sonrisa  que las ignora y escurre como agua clara.  Dentro del agua transcurren vagas amena- /zas.  Toda cosa en el día se crispa al pensar  en la calle vacía, si no fuera por ella.  Versión de Rodolfo Alonso  

Lista de Obras Poesía Trabajar cansa  1936; edición corregida, 1943  Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, 1951 Narrativa De tu tierra, 1941 La playa, 1942 El camarada, 1947 La casa en la colina, 1948 El bello verano, 1949 La luna y las fogatas, 1950 Diálogos con Leuco, 1947 El oficio de vivir, 1935 – 1952, diarios El diablo sobre las colinas        

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