Rigola: «Somos culpables de la crisis;
creímos que podíamos ganar dinero
sin trabajar»
HELENA MARTÍNEZ
Madrid
El director del Teatre Lliure estrena en enero Días mejores de Richard Dresser, una ácida visión de la crisis económica
Ropa por el suelo, basura amontonada en los rincones, desorden, caos… Es el día a día de personajes a los que les queda poco que perder. ¿O personas? El Teatre Lliure barcelonés y el madrileño Teatro de
Días mejores ya se ha estrenado en el Festival de Temporada Alta, de Girona, donde sólo se ha representado dos veces. El estreno oficial es el próximo día 4 en el Teatre Lliure para volver luego a Madrid, donde la obra se ensayó durante el mes de noviembre. A la sala pequeña de
Pregunta. El propio autor dice que la obra es más actual ahora que cuando la escribió.
Respuesta. La escribió en los 80 cuando se estaba realizando una remodelación industrial y económica y la bolsa estaba en crisis en Estados Unidos. Las empresas no habían sabido adaptarse tecnológicamente y se habían quedado atrasadas, con muchos trabajadores muy mal preparados o que no estaban preparados para asimilar el cambio en los trabajos que ellos hacían. Había mucha gente que no sabía lo que era un ordenador o que hasta entonces había estado haciendo trabajos manuales dentro de las fábricas y que se encontraron en la calle. Y ahora estamos viviendo un momento de crisis parecido, pero incluso más fuerte. Por lo tanto, sigue completamente vigente. Hemos aprendido muy poco. Cada vez que se toma una medida y la bolsa remonta diez puntos, lo encuentro exagerado.
P. Medidas que, además, a los que ayudan son a los bancos.
R. Eso es lo más fuerte. Se pueden tomar… pero en el momento en el que has hecho un plan de reestructuración que establezca cómo han de ser las inversiones. Pero eso no lo van a hacer. Porque el poder total lo tiene el poder económico. Y si a quien tiene el poder económico le aseguran que, cuando se juega el dinero, le van a dar más facilidades para que vuelva a jugar, el dinero no va a parar a quienes no pueden pagar la hipoteca. Acaba yendo a posibles inversores que lo que hacen es especular, no invertir en una empresa porque creen en lo que hace. No. Lo que hacen es seguir especulando para comprar y vender. Lo vemos cada día.
P. ¿Cómo se puede salir del círculo vicioso?
R. Esta obra habla de ello. Por un lado, te visualiza a los pocos o muchos desgraciados, pero también nos muestra la educación que les estamos dando. ¿Qué hacen? Se plantean que si no pueden estar en la legalidad tienen que inventarse un trabajo ilegal que se sirve y usa el mismo sistema que están usando los grandes capitalistas con nosotros. Y en pocos días en lugar de tener un plan estructurado para ver si se pueden ir manteniendo, arrasan con todos los coches. Como hay unas ansias de ganar, ganar, ganar, queman todos los coches en dos días. Por usar el mismo sistema. Y al final es eso. ¿Nos tenemos que quejar? Sí, pero todos somos un poco culpables porque creímos que podríamos tener muchas cosas sin trabajar, o trabajando lo mínimo.
P. ¿La salida a eso es la religión?
R. Es más un juego, hay un momento en el que se reflexiona de dónde sale la voz que escucha Marc Rodríguez. Podemos pensar por nosotros mismos y ver como entre todos podemos volver a poner en marcha una determinada sociedad. Pero no nos debemos dejar llevar por el movimiento que hay a nuestro alrededor. Dresser siempre saca en sus espectáculos animales o cosas, que no sabes exactamente qué juego tienen, pero que están mucho peor que los personajes. En este caso son unos perros que los persiguen. De esta forma, estos personajes, que son unos desgraciados para nosotros, están mucho mejor que esos perros. Eso nos recuerda que, en el fondo, estamos hablando del primer mundo y que hay otro, el tercer mundo, que está mucho peor.
P. El que ya retrató el Lliure en Aprés de moi le déluge.
R. Es una de las temáticas que es imprescindible. Nos miramos mucho el ombligo, pero somos una parte muy pequeña. Cuando te vas a
P. Días mejores es una obra que se prestaba a ser oscura y han buscado todo lo contrario, el humor…
R. Fíjate que los personajes no son oscuros, y podían ser muy oscuros. Pero de entrada ellos mismos son tíos que están sin trabajar y no lo encuentran. Eso es muy duro. El paro es horroroso, no ya por el dinero que no estás ingresando y cómo tienes que mantenerte, sino por la sensación de inútil que tienes en cada momento. Psicológicamente es muy duro estar en paro. Lo normal sería que estos personajes fueran de otra forma y creo que es uno de los aciertos que hemos tenido. Porque no hay nada en las acotaciones del texto que nos diga que tenemos que llevarlo hacia donde lo hemos llevado. Eso ha sido una propuesta nuestra. Pero originalmente podían ser otros personajes. Aunque en los diálogos ya ves que algo tienen, hacia donde apuntan, pero podrían ser mucho más oscuros y más realistas. La idea es levantarlo un poco también.
P. Entre los personajes destaca el del empresario sin escrúpulos, ¿cómo ha sido el trabajo con Tomás Pozzi?
R. El primer día que lo vi me quedé enamorado. Es un tío que tiene sangre argentina y se nota. Y a mi el tipo de interpretación argentina me gusta mucho. Desde el primer momento quise trabajar con él. Los ensayos estaban organizados de lunes a viernes y no ensayábamos los sábados porque Tomás tenía aún actuaciones pendientes con Hay que purgar a Totó. Preferí ensayar de lunes a viernes y tener la posibilidad de trabajar con él. Vino al cásting para hacer otro papel, estaba buscando un actor bajito para el papel de Phil, pero cuando lo vi quedé maravillado. Es un grandísimo actor. Cuando vino no lo conocía. Empezó a largar y quedé impresionado. Es muy exigente y muy bueno. Tiene la particularidad de su tamaño pero lo que yo empecé buscando como broma acabó descubriéndome a un grandísimo actor. Y le di un papel que en principio se aleja totalmente del planteado por el autor.
P. Pero al mismo tiempo lo potencia…
Claro. Con su actitud. El teatro tiene algo que al cine le cuesta mucho más. Aquí la belleza está en la interpretación, en cómo se digan las cosas. Hay actrices que no son demasiado guapas en la calle y encima del escenario se convierten en guapísimas, por la forma en la que se comportan. Fíjate en Tomás, hay un momento en el que te olvidas de eso porque es un monstruo en el escenario.