Un maestro nacido en Dublín…

Un Maestro nacido en Dublín….

 

Compilador

 

José Félix Zavala

James Joyce 1882 – 1941 

Pues estoy obligado para con Irlanda: 

tengo su honor en mi mano,

esta hermosa tierra que siempre envió

a sus escritores y artistas al exilio

y con irlandés sentido del humor

traicionó a sus propios líderes, uno tras otro 

James Joyce  

 

La Historia, como bien dicen algunos, se escribe con la pluma de los anónimos, con el tenue caminar de Stephen Dedalus, Ajax, Leopold Bloom, Aquiles, Ulises… 

 

La Historia cambia el tiempo y convierte lo ignorado en texto, porque son las palabras la fuente última y primera del conocimiento.  

Más allá, sólo la muerte.  

James Joyce comenzó con un libro de poemas de amor (Música de Cámara, 1907). 

James Joyce es el escritor que, viviendo una vida en el exilio, convirtió la vieja Irlanda mítica en un universo estable y cambiante (Ulises), que describió la vida de las gentes de Dublín (Dublineses), que relató su propio nacimiento y condena (Retrato de un Artista Adolescente), que vivió una y mil vidas en el sueño de un beodo (Finnegans’ wake). 

 

La Historia habla, y 1922 es la fecha en la que se publicó el libro más famoso del S. XX: Ulises. 

Un día para una obra, una obra para la historia  

Influido por  Homero, Dante Alighieri, Tomás de Aquino, William Shakespeare, Edouard Dujardin, Henrik Ibsen, Giordano Bruno, Giambattista Vico, Antón Chéjov, León Tolstói, W.B. Yeats    Influyó a 

Samuel Beckett, Salman Rushdie, Jorge Luis Borges, Gonzalo Torrente Ballester, Luis Martín Santos, Carlos Fuentes, José Lezama Lima, Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Umberto Eco, Philip Roth, Derek Walcott, Tom Stoppard, Anthony Burgess, Philip K. Dick    

En 1882, James Joyce nace en Brighton Square, en Rathgar, un suburbio de clase media de Dublín, en el seno de una familia católica; sus padres se llamaban John y May.  

James fue el mayor de los diez hermanos supervivientes, seis mujeres y cuatro varones. Uno de los hermanos fallecidos habría sido mayor que él, puesto que nació y murió en 1881  

Un día que estaba jugando con su hermano Stanislaus junto a un río, James fue atacado por un perro, lo que le acarrearía una fobia de por vida hacia estos animales; también le causaban pavor las tormentas, debido a su profunda fe religiosa, que hacía que las considerase como un signo de la ira de Dios.  

Un amigo le preguntó en cierta ocasión por qué estaba asustado, y James replicó: “A ti no te educaron en la Irlanda católica.” De estas pertinaces fobias quedaron cumplidas muestras en obras como Retrato del artista adolescente, Ulises y Finnegans Wake. 

En 1891, con nueve años, Joyce escribe el poema titulado «Et tu, Healy», que trata de la muerte del político irlandés Charles Stewart Parnell.  

El padre quedó tan encantado que hizo imprimirlo, e incluso envió una copia a la Biblioteca Vaticana.  

El futuro escritor se educó en el selecto Clongowes Wood College, un internado de jesuitas, cerca de Sallins, en County Kildare. Su ingreso se produjo en 1888, y enseguida se distinguió como alumno muy aventajado, pero tuvo que abandonar la institución cuatro años más tarde debido a los problemas financieros de su padre. 

Se matriculó entonces en el colegio de la congregación de los Christian Brothers, ubicada en North Richmond Street, Dublín.  

Más tarde, en 1893, se le ofreció una plaza en el Belvedere College de la misma ciudad, regentado igualmente por jesuitas.  

La oferta se hizo, al menos en parte, con la esperanza de que el brillante estudiante ingresara en la orden.  

El joven, sin embargo, rechazó el catolicismo ya a partir de los dieciséis años, aunque recibiera de él indelebles influencias, reconocidas por él mismo, como la de la filosofía de Tomás de Aquino. Según el traductor de Ulises, José María Valverde, Joyce declaró siempre deber a sus educadores jesuitas el entrenamiento en reunir un material, ordenarlo y presentarlo.  

Apostilla Valverde: “No sería arbitrario decir que la obra joyceana es la gran contribución —involuntaria, y aun como un tiro salido por la culata— de la Compañía de Jesús a la literatura universal”  

En 1898, James se matriculó en el recientemente inaugurado University College de Dublín para estudiar lenguas: inglés, francés e italiano.  

Empezó a integrarse además en los círculos teatrales y literarios de la ciudad. Allí surge su interés por la gramática comparada, a la vez que continúa dedicándose a la lectura, tomando parte muy activa en las actividades literarias de la universidad. 

En 1900, como colaborador de la revista Forthnighly Review, publica su primer ensayo sobre la obra del noruego Henrik Ibsen: «New Drama».  

El joven crítico recibió una carta de agradecimiento por parte del propio Ibsen.  

En este periodo, escribió algunos artículos más, además de dos obras teatrales, hoy perdidas.  

Muchas de las amistades que hizo en la universidad aparecerían retratadas posteriormente en sus obras.  

Fue miembro activo de la Literary and Historical Society, de Dublín. Presentó su trabajo titulado «Drama and Life» a dicha sociedad también en 1900.  

En octubre de 1902 conoció a W. B. Yeats, encuentro que sería trascendental para Joyce. 

En 1903, tras su graduación, se instaló en París con el propósito de estudiar Medicina, pero la ruina de su familia (que se vio obligada a vender todos sus enseres e instalarse en una pensión) le hizo desistir de sus propósitos y buscar trabajo como periodista y profesor.  

En 1907 apareció su primer libro, el volumen de poemas de amor Música de cámara (Chamber Music) y se le presentaron los primeros síntomas de iritis, una enfermedad de los ojos que con los años le dejaría casi ciego. 

Continuó durante estos años escribiendo, principalmente relatos, e iniciándose en la línea experimental que sería característica de su obra posterior.  

Manifestó en esta época, por un lado, cierto rechazo por la búsqueda nacionalista de los orígenes de la identidad irlandesa, y por otro, su voluntad de preservar y fomentar la propia experiencia lingüística, que guiaría todo su trabajo literario: esto le condujo a reivindicar su lengua materna, el inglés, en detrimento de una lengua gaélica, que estimaba readoptada y promovida artificialmente. 

Joyce regresó a Dublín en el verano de 1909. Su propósito era visitar a su padre y publicar su libro de cuentos Dublineses 

Las discusiones sobre Dublineses con su editor se centraban principalmente en el relato «An Encounter» (‘Un encuentro’), en el que la trama insinúa que uno de los personajes es homosexual.  

Añadido a estos problemas, todo su entorno dublinés le negó su apoyo, pues le acusaba, entre otras cosas, de traicionar a su país a través de sus escritos  

El libro finalmente no se publicó (no lo haría hasta dos años más tarde) y aquel fue el último viaje de Joyce a Dublín, pese a las muchas invitaciones por parte de su padre y de su viejo amigo, el poeta William Butler Yeats.  

Ese fracaso fue motivo de que escribiera una venenosa sátira contra Roberts: Gas from a Burner («Gases de un quemador»,  en la que habla de un “escritor irlandés exiliado” (an Irish writer in foreign parts) 

En esa época trató al escritor Ettore Schmitz (más tarde conocido como Italo Svevo, de origen judío), quien fue alumno suyo de inglés y con el cual mantendría una larga amistad.  

Entre 1911 y 1914 se enamoraría platónicamente de una de sus alumnas, Amalia Popper, hija de un negociante judío llamado Leopoldo. Esta joven le sugeriría multitud de escritos y poemas, a veces preñados de humor e ironía. 

En 1913, el poeta Ezra Pound, al tanto de la precariedad de su economía, le escribe por recomendación de Yeats para ofrecerle colaborar en publicaciones como The Egoist y Poetry. 

Al año siguiente, 1914, a punto de desatarse la Primera Guerra Mundial, consiguió por fin que un editor londinense al que conocía de tiempo atrás, Grant Richards, publicase Dublineses.  

En diciembre de 1916 se publicaron la primera edición norteamericana de Dublineses y la primera mundial de Retrato del artista adolescente.  

Ambas se llevaron a cabo por los esfuerzos del editor neoyorquino B. W. Huebsch, complaciendo en ello a Joyce; éste, en octubre, había sufrido una especie de colapso nervioso o depresión, sin embargo había asegurado a Huebsch que 1916 era su año de la suerte.  

El Retrato, basado en la inconclusa Stephen el héroe, es en parte un monólogo interior de sentido profundamente irónico, en el que Joyce demuestra su maestría en el retrato psicológico.  

La publicación en Estados Unidos le dio a conocer a un público mucho más amplio. Al año siguiente, 1917, se le agudizaron al autor los problemas en la vista que ya se le habían declarado en Trieste: padecía glaucoma y sinequia.  

Su fama se había agigantado hasta el punto de que llegó a recibir donaciones regulares de dinero en metálico por parte de una admiradora anónima; según Ellmann, “hasta que pudiera encontrar una situación estable”.  

A mediados de 1920, fue atraído a París por Ezra Pound, que le tentó con la posibilidad de que se tradujesen al francés el Retrato y Dublineses. Joyce iba para una semana, pero al final se quedó veinte años. 

1921 fue un año de intenso trabajo para rematar Ulises. Durante el mismo, mantuvo una estrecha relación con el escritor norteamericano Robert McAlmon, quien le prestó dinero y le sirvió accidentalmente de mecanógrafo para el último capítulo de Ulises: “Penélope”.  

En ese año tuvo también mucho contacto con Valery Larbaud y con Wyndham Lewis, y conoció a Ernest Hemingway, que llegó a París recomendado por Sherwood Anderson 

Joyce tuvo su único encuentro con Marcel Proust en mayo de 1922, ya publicado Ulises.  

Al salir de una cena en París, a la que también estaban invitados Picasso y Stravinsky, ambos escritores tomaron el mismo taxi de regreso, junto a otras personas.  

Según el biógrafo de Proust, George D. Painter, se habló de trufas y duquesas, y Joyce, que iba algo bebido, se quejaba de su vista, mientras Proust lo hacía del estómago.  

Alguien preguntó a Proust si conocía la obra de Joyce, y el francés aseguró no conocerla, a lo que repuso Joyce que tampoco conocía la de Proust.  

Joyce quiso fumar y abrió una ventanilla del taxi, que fue cerrada de inmediato, en atención a la mala salud de Proust.  

El vehículo dejó a cada cual en su casa, y eso fue todo.  

Joyce aludió a Proust y a su obra en Finnegans Wake. Según el biógrafo de Joyce, Richard Ellmann, el episodio sucedió más o menos de esa forma; aclara que Joyce no recordaba del mismo más que las continuas negativas (noes) de una y otra parte. Joyce, en un cuaderno de notas, escribiría sobre Proust: “Proust, bodegón analítico”.  

El gran escritor francés murió el 18 de noviembre de 1922, y Joyce acudió al funeral 

La publicación de Ulises (Ulysses, en inglés), considerada su obra maestra, representó su consagración literaria definitiva.  

La obra fue publicada por la estadounidense afincada en París Sylvia Beach, propietaria de la famosa librería Shakespeare & co. Se trata de una novela experimental, cada uno de cuyos episodios o aventuras pretendía no sólo condicionar, sino también “generar” su propia técnica literaria. Junto al “flujo de conciencia” o monólogo interior (técnica que había usado ya en su novela anterior) se encuentran capítulos escritos al modo periodístico, teatral, de ensayo científico, o incluso catecumenal, imitando las series de preguntas y respuestas de los catecismos. 

El drama Exiles se publicó en mayo de 1918, simultáneamente en Inglaterra y Estados Unidos.  

En ese tiempo Ulises estaba siendo publicado por entregas en la revista Little Review; el poeta T. S. Eliot, que las seguía puntualmente, escribió admirado, en la revista Athenaeum (1919): 

La ordinariez y el egoísmo quedan justificados al ser explotados hasta alcanzar verdadera grandeza en la última obra de Mr. James Joyce. 

Virginia Woolf y su marido Leonard lo estimaban mucho, lo que iba apareciendo, pese a que su procacidad los escandalizaba.  

Ulises es una novela llena de simbología, en la que el autor experimenta además continuamente con el lenguaje.  

Sus ataques a las instituciones, principalmente la Iglesia católica y el Estado, son continuos, y muchos de sus pasajes fueron juzgados intolerablemente obscenos por sus contemporáneos. 

Inversión irónica de la Odisea de Homero, la novela explora con meticulosidad las veinticuatro horas del 16 de junio de 1904, en la vida de tres dublineses de la clase media baja: el judío Leopold Bloom, que vaga por las calles de Dublín para evitar volver a casa, en la que sabe que su mujer, Molly (segundo personaje), le está siendo infiel; y el joven poeta, Stephen Dedalus, que presenta un perfil ya más maduro que el del protagonista de su obra anterior, Retrato del artista adolescente.  

El Ulises es a grandes rasgos un retrato psicológico de nuestro tiempo, y desde su publicación, numerosos críticos han tratado de rastrear en él las conexiones con la literatura inmediatamente anterior (Zola, Mallarmé), y con la clásica (Homero, Shakespeare), en un intento de interpretar sus múltiples facetas.  

Samuel Beckett en 1970.En París, Maria y Eugene Jolas ayudaron mucho a Joyce en sus largos años de escritura de Finnegans Wake. De no haber sido por su apoyo inquebrantable (junto con el constante soporte financiero proporcionado por Harriet Shaw Weaver), es posible que el escritor no hubiese terminado o publicado su último libro.  

En su ahora legendaria revista literaria transition (en minúscula), los Jolas publicaron periódicamente varias secciones de la novela, bajo el título de Work in Progress. 

Una breve estancia en Inglaterra, en 1922, le había sugerido el tema de esta nueva obra, que sería la última.  

No alcanzaría su forma definitiva hasta 1939, fecha de su publicación, con el título de Finnegans Wake.   

Finnegans Wake no fue bien acogida por la crítica, aunque grandes estudiosos, de la talla de Harold Bloom, la han defendido a capa y espada. En esta novela, la tradicional aspiración literaria al «estilo propio» es llevada al extremo y, con ello, casi hasta el absurdo, pues, partiendo del vanguardismo característico de Ulises, el lenguaje deriva experimentalmente, y sin ninguna restricción, desde el inglés llano hacia un idioma apenas inteligible, muchas veces sólo referente al propio texto y autor. Para su composición, Joyce amalgamó elementos de hasta sesenta lenguas diferentes, vocablos insólitos y formas sintácticas completamente nuevas. Puede dar una idea de su dificultad el hecho de que, pese a su importancia, hasta hoy (2008), la novela no se encuentra vertida en su totalidad al castellano. 

Joyce está enterrado en el cementerio Fluntern; desde su tumba se oyen los rugidos de los leones del zoo de Zúrich. Aunque dos altos diplomáticos irlandeses se encontraban en Suiza en ese momento, no asistieron a los funerales de Joyce; el gobierno irlandés negó a Nora posteriormente la autorización para repatriar los restos mortales del escritor. Nora le sobrevivió diez años. Se halla enterrada a su lado, al igual que su hijo Giorgio, muerto en 1976. Su biógrafo Ellmann informa de que, cuando los arreglos para el entierro de Joyce se estaban realizando, un sacerdote católico trató de convencer a Nora de celebrar una misa funeral. Siempre fiel al criterio de su esposo, ella respondió: «No podría hacerle a él tal cosa.» El tenor suizo Max Meili cantó Addio terra, addio cielo, del Orfeo de Monteverdi, en el servicio funerario.  

Joyce escribió a lo largo de su vida ensayos, conferencias, críticas de libros, notas, artículos periodísticos, cartas a directores de publicaciones y poemas satíricos, si bien es ésta su labor menos conocida. Ya en sus obras narrativas pueden encontrarse multitud de comentarios sobre obras literarias y otros muchos aspectos de la sociedad, la historia y el arte. El Retrato del artista adolescente, en concreto, contiene todo un sistema estético, y en Ulises el autor dedica un capítulo entero a la vida y obra de Shakespeare.[123] En cualquier caso, «si Joyce jamás se consideró crítico, fue por propia decisión, no por incapacidad».[124] El primer texto de Joyce recogido en la compilación Ensayos críticos data de sus catorce años, y el último de sus cincuenta y cinco. 

Tanto el continente adulador y servil como el talante altanero y orgulloso ocultan un carácter indigno.  

 

La Fortuna, esa pompa destellante, cuyo brillante esplendor ha atraído, y ha engañado por igual a los orgullosos y a los pobres, es tan veleidosa como el viento. Sin embargo, siempre hay «algo» que nos revela el carácter de un hombre. Es la mirada. 

A partir de 1899, encontró un filón en la literatura dramática, particularmente la obra de Ibsen, y escribió su artículo «Drama y vida». Éste quizá constituya la más clara manifestación de un credo artístico efectuada por el autor. En dicho artículo, Joyce insiste en la superioridad del drama contemporáneo sobre el clásico. «La superioridad del drama contemporáneo se basa en que se halla más cerca de las eternas leyes del comportamiento humano, leyes que no varían en función del tiempo y el espacio, postulado éste que informa el Ulises y Finnegans Wake.»[126] 

En años posteriores, se manifiestan sus inquietudes sociales: avisa a sus conciudadanos contra el provincianismo, el folklorismo y el chauvinismo irlandés. También propone una estética europea encaminada a superar los límites del arte cristiano. La literatura es la gozosa afirmación del espíritu humano. Para ello el escritor debe huir de la hipocresía y asumir su cuerpo y sus pasiones. De esta época es importante el artículo en verso «El santo oficio». Una vez abandonada Irlanda (1904), dictó una serie de conferencias sobre la misma en Trieste, en las que describe la historia de su país como una constante sucesión de traiciones, aunque también alaba su belleza natural y su valor ante la opresión inglesa.[127] En 1912 publicó su famoso poema «Gases de un quemador», otra acerba crítica contra Irlanda, con motivo del desprecio de un editor dublinés hacia su libro Dublineses. A partir de ese momento, y pese a los ruegos de su amigo Ezra Pound, deja prácticamente de escribir artículos. Sólo, durante la guerra, escribió otro poema crítico de importancia: «Dooleysprudencia». Según Mason y Ellmann, compiladores de la obra ensayística de Joyce, la crítica de escritores como Thomas Mann o Henry James interesa por lo que dice de otros escritores; la de Joyce, por lo que dice de él mismo, cuyos «textos críticos se comprenderán mejor si se los considera como parte de esa dramatizada autobiografía que Joyce escribió a lo largo de su vida en un ensamblaje perfecto». 

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