Una reflexión sobre La Huasteca

Comunistas en la Huasteca

Carlos Montemayor

A

 

Afinales del mes de marzo, invitado a un encuentro de la otra campaña, visité el puerto de Tampico, y Víctor Vargas Cruz, uno de los organizadores, me obsequió un singular documento: el Plan de Tantoyuca, del 9 de agosto de 1856. Joaquín Meade lo incluyó en el segundo de los dos tomos que dedicó a la Huasteca veracruzana, junto con un escrito que el entonces gobernador de Veracruz, Manuel Gutiérrez Zamora, envió el 2 de noviembre de 1856 al Ministerio de Gobernación. Ahí se explica que el juez de paz de Amatlán mandó copia de una acta “con respecto a un pronunciamiento que ha tenido lugar en la villa de Tantoyuca, promovido y capitaneado por el cabecilla Rafael Díaz (…), y como este pueblo queda algo mediato al punto pronunciado y lo está más el antiguo pueblo revolucionario de Tamalín… se teme nos sorprenda una horda de salvajes, que sin orden, temor ni miramientos de las leyes, cometan desastres sin tamaños, por lo que me ha parecido justo dirigirme a usted apresuradamente (…) Y lo inserto a V.E. copia del acta que se menciona… siendo una prueba evidente… de que el cabecilla Rafael Díaz carece de toda idea razonable, y que para poder medrar ha logrado seducir y engañar a la gente ignorante que lo acompaña, como son los pobres indígenas a quienes procura halagar con la comunidad de tierras…”

Legisladores, gobernantes y hacendados del siglo XIX se empeñaron en ver como parte de la barbarie del indio la propiedad comunal y en suponer que el progreso era sólo posible por la propiedad privada; para que México entrara en la vida moderna y civilizada de los países avanzados, la propiedad comunal debía desaparecer.

Muchos fueron los recursos para desarticular las tierras comunales de los pueblos indios. Primero, la insistencia en que fueran desconocidos como indios y pasaran a ser solamente ciudadanos pobres. Después, mediante legislaciones que permitieron declarar baldías sus propiedades. Más tarde con disposiciones legales que declaraban inexistentes a las comunidades indígenas y hacían obligatoria la titulación individual de la tierra. La ley de desamortización del 25 de junio de 1856, por ejemplo, se propuso remplazar la propiedad comunal de los pueblos indígenas con la pequeña propiedad agrícola y reiteró, por lo tanto, la desaparición legal de las comunidades indígenas.

No sería extraño que esta ley influyera en los redactores del manifiesto de Tantoyuca, pues hay giros de lenguaje que sugieren una naturaleza letrada, como se observa desde el preámbulo: “En la villa de Tantoyuca a los nueve días del mes de agosto de mil ochocientos cincuenta y seis, reunidos en la garita del intejérrimo Patricio Ciudadano Rafael Díaz, las clases oprimidas de obreros, indígenas, y proletarios para mejorar su condición han proclamado este plan…”

Los considerandos muestran giros incluso poéticos: “Considerando que no habiendo podido tener otra base la propiedad en su principio… (que)… la usurpación, la tierra es de todos los hombres, por consiguiente, todos deben de gozar de ella como de la luz del sol, como del aire que respiran, porque es ridículo que unos no tengan más que un palmo de tierra y otros miles de acres… que unos hombres estén nadando en oro, cuando otros no tienen un ochavo en su bolsillo…

Para regenerar la sociedad proclamaron y juraron sostener los siguientes artículos:

“1º declaramos guerra a muerte a la propiedad para que quede por consiguiente la tierra de todos los hombres para que gocen de ella a su gusto.

“2º también la declaramos a los capitalistas para que sus tesoros sean repartidos hermanablemente o que se entreguen al Depósito Común.

“3º Todas las mugeres son comunes, y sus hijos serán atendidos por la comunidad o el estado hasta la edad en que puedan ya sostenerse por sí solos.

“4º Habrá corporaciones en todos los pueblos nombrados popularmente y las diferentes necesidades de cada localidad determinarán el número de las secciones de éstas.

“5º Habrá secciones de sastres, de zapateros, de médicos, etc. etc. para que cuando un vestido sea juzgado demasiado maduro o unos zapatos hayan hecho demasiado servicio etc. sea repuesto nuevo en su totalidad sin pago de ninguna clase pues todas las necesidades estarán satisfechas, por consiguiente el dinero será mueble inútil, se pondrá en caja o solo se empleara en el comercio exterior.

“6º Todos participarán por igualmente de los placeres como de los trabajos.

“7º Ningún ciudadano estará dispensando del servicio militar, a menos que sea cojo, manco, giboso, o tenga otros defectos análogos de constitución, las mismas mugeres tendrán para alistarse en este servicio.

 

8º Se pasarán copias de este plan a todos los pueblos para que generalizándose sea secundado en todo el mundo.

Ignoro quién fue el patricio Rafael Díaz. Desconozco igualmente cómo en esa remota zona de la Huasteca veracruzana en 1856 había penetrado una terminología política y una visión social desconcertante para el liberalismo del siglo XIX y para las buenas costumbres incluso de nuestros días: el anarquismo y el comunismo. Era asombroso nuestro país. Sigue siendo imprevisible lo que pueda ocurrir en el país.

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