El nuevo camino de Chamula
Hermann Bellinghausen
El nuevo camino de San Juan Chamula (no a”), que aspira a ser una carretera de cuatro carriles, un bulevar con aires de grandeza (en este caso, la de los caciques indígenas de la localidad) hacia la alguna vez orgullosa Ciudad Real en el valle de Jovel, es reveladora de los tiempos que corren.
El pueblo chamula recibe su nombre de un insulto (a la manera de “tarasco” o “chilango”) que se convirtió en sello de identidad. Para el patrón colonial, estos tzotziles de las montañas eran las mulas que cargaban mercancías y personas. Siendo los vecinos inmediatos de la ciudad criolla de los cashlanes, fueron los esclavos, la mano de obra barata y accesible.
La primera victoria cultural de los chamulas es relativa a esa condición de inferioridad. Hoy
No obstante, los “chamulitas” siguieron siendo peones sin derechos, subhombres. Los años y su malicia natural les enseñaron a convertirse en compadres del amo urbano. No sin guerras, como la de Pajarito. El “chamula”, como designación general de “indio” en los Altos de Chiapas, siempre ha resultado amenazador para los cashlanes.
El régimen posrevolucionario, que como todo en Chiapas fue anómalo y patriarcal, siempre en manos de unas cuantas familias, supo asociarse a este pueblo inevitable. El PRI, el de los terratenientes y los acaparadores, lo hizo compadre. Bueno, a los caciques por lo menos…
La historia moderna de San Juan Chamula está teñida de fundamentalismos “católicos”, tragedias de la intransigencia, manipulaciones políticas lubricadas con posh y Coca-Cola.
Ha dado pie a fortunas personales, poderes políticos o con licencias celestiales. Los perseguidos evangélicos del pasado hoy son, fuera de Chamula, también poderosos, y bien chamulas. Pues la identidad firme es uno de los recursos de este pueblo de “hombres murciélago”.
San Juan Chamula sigue siendo territorio de pobreza y desigualdad, de tierras agotadas, de expulsión migratoria. Los poderosos, los aliados del poder grande, son unos cuantos. Hoy, la cabecera municipal es sorprendente. Sobresalen grandes construcciones de tres y cuatro pisos, la bóveda de un gran mercado en construcción, bodegas de refrescos y materiales de construcción como templos.
Allí y en las poblaciones al pie de las carreteras que lo circundan hacia Chenalhó, y hacia Tenejapa, van proliferendo casas fastuosas todo lo nouveau riche que quepa suponer, de colores chillones y detalles de herrería y acabados que quién dijera. El poder político, priísta siempre; el comercio monopólico, pero legal, y diversas actividades ilegales (tráfico de indocumentados, drogas o armas, por ejemplo) han propiciado la formación de una casta adinerada.
Una mansión amarilla y estridente, de dos plantas y numerosas habitaciones, con arcos, rejas y estacionamiento para varios vehículos, cercana a la cabecera municipal, ostenta dos grandes banderas, una mexicana y una estadunidense. Su agradecimiento tendrá con el dólar, pues se sabe que pertenece a un próspero pollero.
Es también un pueblo de agricultrores sabios, iloles y curanderos aún más sabios, maestros, profesionistas, carpinteros, que amueblan todas las casas de San Cristóbal de las ídem, y una impresionante e inexplicable masa crítica de jóvenes poetas en su lengua. Se trata de un pueblo trabajador, sin duda, de notables capacidades artesanales en sus hombres y sus mujeres. También, hay que reconocerlo, carga con una historia de desmesurada violencia interna, por encima del promedio: escuadrones de la muerte, paramilitares, grupos de choque con armas de alto poder. Es entre chamulas “expulsados” que recluta sus mejores soldados el Ejército de Dios, se supone que pacífico, de inspiración evangélica y prácticas militariformes, que ha dado mucho de que hablar últimamente.
La inversión gubernamental en Chamula ha sido cuantiosa y con frecuencia cosmética. Con el pretexto de “piso firme”, mito desarrollista y bancomundialero, “mejora” los índices económicos para los informes oficiales y los discursos a podio encendido, generó en años recientes una inundación de cemento, varilla y ladrillos que transformó horrorosamente el paisaje rural chamula, sin cambiar las condiciones de miseria de decenas de miles de campesinos que ahora duermen sobre cemento, para regocijo de las estadísticas y los empresarios de la construcción (algunos chamulas, y la mayoría de las ciudades cashlanes). El negocio del “desarrollo”.
Actualmente se construye el bulevar chamula, independientemente de que no se necesita, y agudizará el cuello de botella al llegar a Jovel, llevándose decenas de casas y predios, centenares (quizás miles) de árboles, en su triunfal recorrido.
Mas no viene de la ciudad, sino que se dirige hacia ella. Eso significa bastantes cosas. Los coletos bien se pueden preocupar.