La Flor de Nochebuena y la Navidad

Cuetlaxochitl:

La Flor que se marchita

o de Nochebuena

José Félix Zavala

La Flor, El Adviento y La Navidad

Una serie de mitos y leyendas se tejen en torno a la Nochebuena; algunos con documentación fundamentada y otros basados en las tradiciones orales

Flor originaria de México. Los españoles bautizaron la flor como de Nochebuena, porque florece en diciembre. Desde entonces, estas flores se usan como símbolo de las fiestas navideñas en todo el mundo.

La flor de Nochebuena o Cuetlaxóchitl, nombre náhuatl que significa “flor de pétalos  como el cuero”. Florece precisamente durante los meses de noviembre y diciembre.

Las culturas mesoamericanas amaban la naturaleza y en especial las flores, por lo que esta flor fue utilizada por ellos no sólo para decorar y alabar a sus dioses, sino también como planta medicinal y para teñir el cuero, el algodón y otros textiles.

Llegó a ser un símbolo de “nueva vida” para los guerreros muertos en batalla.

Durante la época de la conquista religiosa, los frailes doctrineros y los indios, empezaron  a  utilizarla para decorar los nacimientos en los templos  y conventos, dándoles un gran colorido y belleza.

La hermosa flor de Nochebuena no es sus hermosos pétalos rojos, esas son sus hojas, que al madurar se vuelven rojas, o blancas. La flor son  las bolitas amarillas que se ven en el centro.

La flor de Nochebuena también tiene otros nombres como Flor de Pascua, Estrella de Navidad, Santa Catalina, Flor de fuego y en Guatemala la conocen como Guacamayo.

En 1834, los botánicos dieron a esta hermosa flor su nombre científico, la llamaron Euphorbia pulcherrima y aunque suena medio feo, pulcherrima: “la más bella».

En 1828, esta hermosa flor cuando fue encontrada por el entonces embajador de Los Estados Unidos,  Poinset,  al verla tan hermosa  le puso abusivamente su nombre, desde entonces, en Estados Unidos y otros países europeos en donde la envió, la conocen con el nombre de 

Cuetlaxochitl: La Flor que se marchita o de Nochebuena

José Félix Zavala

 La Flor, El Adviento y La Navidad

Una serie de mitos y leyendas se tejen en torno a la Nochebuena; algunos con documentación fundamentada y otros basados en las tradiciones orales

Flor originaria de México. Los españoles bautizaron la flor como de Nochebuena, porque florece en diciembre. Desde entonces, estas flores se usan como símbolo de las fiestas navideñas en todo el mundo.

La flor de Nochebuena o Cuetlaxóchitl, nombre náhuatl que significa “flor de pétalos  como el cuero”. Florece precisamente durante los meses de noviembre y diciembre.

Las culturas mesoamericanas amaban la naturaleza y en especial las flores, por lo que esta flor fue utilizada por ellos no sólo para decorar y alabar a sus dioses, sino también como planta medicinal y para teñir el cuero, el algodón y otros textiles.

Llegó a ser un símbolo de “nueva vida” para los guerreros muertos en batalla.

Durante la época de la conquista religiosa, los frailes doctrineros y los indios, empezaron  a  utilizarla para decorar los nacimientos en los templos  y conventos, dándoles un gran colorido y belleza.

La hermosa flor de Nochebuena no es sus hermosos pétalos rojos, esas son sus hojas, que al madurar se vuelven rojas, o blancas. La flor son  las bolitas amarillas que se ven en el centro.

La flor de Nochebuena también tiene otros nombres como Flor de Pascua, Estrella de Navidad, Santa Catalina, Flor de fuego y en Guatemala la conocen como Guacamayo.

En 1834, los botánicos dieron a esta hermosa flor su nombre científico, la llamaron Euphorbia pulcherrima y aunque suena medio feo, pulcherrima: “la más bella».

En 1828, esta hermosa flor cuando fue encontrada por el entonces embajador de Los Estados Unidos,  Poinset,  al verla tan hermosa  le puso abusivamente su nombre, desde entonces, en Estados Unidos y otros países europeos en donde la envió, la conocen con el nombre de Poinsetia.

La planta de flor pequeña y de grandes hojas se transformó en la bella Flor de Nochebuena, haciéndola la más representativa del nacimiento del amor y la esperanza en el mundo.

Así la Flor de Nochebuena es acogida por cada año en los hogares, logrando que cumpla con la misión de traer: belleza, amor, esperanza, sabiduría y armonía a las vidas de todas las personas de la Tierra.   

Los dos advientos  

La palabra Adviento proviene del latín Advén tus que significa la venida. En un principio con este término se denominaba al tiempo de la preparación para la segunda venida de Cristo o parusía y no el nacimiento de Jesús como ahora lo conocemos.  

La primitiva Iglesia meditaba sobre los pasajes evangélicos que hablan del fin del mundo, el juicio final y la invitación de San Juan Bautista al arrepentimiento y la penitencia para estar preparados.

En los antiguos leccionarios de Capua y Wursemburgo hacen referencia al Adventu Domini.

En los leccionarios tanto el gregoriano como el gelasiano se encuentran algunas plegarias con el título de Orationes de Adventu.

Más tarde comienzan a aparecer las domínicas ante Adventum Domini, en las cuales al término adventus se le asocia con la preparación a la Navidad.

Su impulso original probablemente vino de las Iglesias Orientales, donde era común, después del Concilio ecuménico de Efeso en 431, dedicar sermones en los domingos previos a la Navidad al tema de la Anunciación.

La ciudad de Ravena es  un canal de influencia oriental a la iglesia de Occidente  San Juan Crisóstomo, muerto en 450, predicaba estos  sermones.

La primera referencia que se tiene a esta temporada es cuando el obispo Perpetuo de Tours (461-490) estableció un ayuno antes de Navidad que comenzaba el 11 de Noviembre, día de San Martín

El Concilio de Tours de 567 hace mención a la temporada de Adviento. Esta costumbre, conocida como la Cuaresma de San Martín, se extendió por varias iglesias de Francia por el Concilio de Macon en 581.

El período de seis semanas fue adoptado por la Iglesia de Milán y las iglesias de España. En Roma, no hay indicios del adviento antes de la mitad del siglo VI, cuando fue reducida, probablemente por el Papa Gregorio Magno (590-604)  a cuatro semanas antes de Navidad.

La larga celebración gala dejó su presencia en libros de uso litúrgico como el Misal de Salzburgo, que era muy usado en Inglaterra, con su domingo antes de Adviento.

La llegada de Cristo en su nacimiento fue cubierta por un segundo tema, que también proviene de las iglesias galas, la Segunda venida, al final de los tiempos.

Este entretejido de temas de los dos advientos de Cristo da a la temporada una tensión particular entre penitencia y alegría en la espera de Cristo que está por «venir».

Los antecedentes sobre la celebración de la Navidad son de carácter religioso y están sujetos a las manifestaciones culturales de los pueblos paganos y cristianos.

Para empezar, en los albores de la era cristiana nadie estaba seguro de la fecha en que había nacido Jesús. Era evidente que en diciembre y enero se daban -y se dan- las temperaturas más bajas y precipitaciones pluviales más altas con las que resultaba imposible que los pastores durmieran a cielo descubierto mientras cuidaban su ganado, según escribió San Lucas -médico sirio convertido al cristianismo muchos años después de la desaparición de Jesús-, pues durante esta época, incluido febrero, hombres y ganado pernoctaban bajo techo.

Era entonces absurdo que el censo de población —decretado por Quirino, gobernador de Siria- se llevara a cabo durante estas fechas, en medio del frío, la lluvia, y los caminos anegados y resbaladizos que harían imposible la caminata a sus lugares de origen, como es el caso de José y María.

Así pues, se comenzó a especular con las fechas: 16 ó 20 de mayo, 9, 19 ó 20 de abril, 29 de marzo ó 29 de septiembre, hasta que en el año 334 el Papa Julio I dictaminó que Jesús había nacido el 25 de diciembre.

No era fecha escogida al azar, pues coincidía con las festividades que se realizaban en muchos de los desplazamientos de peregrinos durante el solsticio de invierno: las ceremonias vikingas en honor de Odín, las Saturnalitas romanas, el nacimiento del dios indo-iraní Mitra.

De ahí que el nacimiento de Jesús, el Cristo, haya sido fácilmente asimilado al retorno del Sol, al regreso de la luz.

La ceremonia de Navidad más antigua se remonta al período entre los años 320 y 353, siglo lV, cuando se conmemoraba el nacimiento de Cristo.

Los romanos, por ejemplo, celebraban fiestas y ritos a sus diferentes dioses, los días del 17 al 23 de diciembre. Rituales que involucraban los más ricos platos y bebidas.

El día 25 era la fiesta pagana del Sol. El 19 de diciembre era el día más importante, ya que se celebraba una gran fiesta en honor a Saturno, dios de la agricultura, con una duración de siete días, donde los romanos le pedían bienestar a su dios.

Al mismo tiempo, se celebraba en el norte de Europa una fiesta de invierno similar, conocida como Yule, en la que se quemaban grandes troncos adornados con ramas y cintas en honor a los dioses para conseguir que el sol brillara con más fuerza.

Por otro lado, La Biblia se refiere al Mesías como «Sol de Justicia». Por ello, desde fines del siglo IV, en el mundo cristiano se celebraba la Navidad el 25 de diciembre a excepción de las iglesias orientales, griegas y rusas que la realizaban el 6 de enero con la fiesta de La Epifanía o manifestación de Jesús como Dios.

Reconocido hasta el año 345, cuando por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio se proclamó el 25 de diciembre como fecha de la Natividad.

Una vez proclamada oficialmente esta fecha, la Iglesia católica añadió posteriormente en la Edad Media los villancicos a sus costumbres. En esta época, los banquetes eran el punto culminante de las celebraciones.

 

La Navidad actual, como se vive cada año, es una creación del siglo XIX. El árbol de Navidad, originario de zonas germanas, se extendió por otras áreas de Europa y América.

Los villancicos, que eran cantos típicos del pueblo, fueron recuperados, al tiempo que se componían otros.

Las tarjetas de Navidad empezaron a utilizarse a partir de 1846, año en que se imprimió la primera de ellas en Londres. 

La palabra «navidad» es una contracción de «natividad», que significa natalicio. Esta fiesta hizo su aparición en la Iglesia Católica y de allí se extendió al protestantismo y al resto del mundo. 

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