Chapingo
Ángeles González Gamio
La Jornada
Ese musical apelativo nos evoca gratos y diversos pensamientos. Unos con relación a la formación profesional de agrónomos, con una visión revolucionaria, otros, relativos a la obra mural que adorna algunos de los edificios de la Universidad Autónoma Chapingo, situada cerca de la ciudad de Texcoco.
El antecedente de la institución fue la Escuela Nacional de Agricultura, que se fundó el 22 de febrero de 1854, en el antiguo convento de San Jacinto, que se encontraba por los rumbos de Tacuba, por lo que mañana cumple 157 años de vida formando agrónomos. Antes de su establecimiento en este lugar, tuvo un antecedente en el convento de San Gregorio, el cual fue demolido para construir el mercado Abelardo L. Rodríguez.
Ante el crecimiento de la ciudad de México, en 1924, la Escuela Nacional de Agricultura se trasladó a la que fue la Hacienda de Chapingo, que se gestó en el siglo XVII. Su consolidación como unidad productiva se dio a partir de que pasó a ser propiedad de los jesuitas, en el siglo XVIII. En la siguiente centuria la adquirieron los marqueses de Vivanco, de quienes la compró en 1883 el presidente Manuel González.
Éste amplió sus linderos y realizó una serie de obras que la hicieron muy productiva. Contrató al arquitecto Antonio Rivas Mercado para que ampliara la casa y la decorara con frescos en estilo ecléctico. Todo era dicha, hasta que en 1913 la hacienda fue expropiada por los gobiernos revolucionarios y tras diversos avatares, en 1924 se inauguraron formalmente los trabajos de la Escuela Nacional de Agricultura, que en 1976 se convirtió en la Universidad Autónoma Chapingo.
En reciente visita, guiados por el arqueólogo Luis Morett, director del Museo Nacional de Agricultura, del ingeniero Manuel Arceo, maestro, investigador y coordinador de la Colecta Nacional de Instrumentos Agrícolas, que pronto estará en exhibición en el recinto, tuvimos ocasión de conocer las obras de arte que resguarda la institución, los rescates que han efectuado y la notable labor que realiza, formando alrededor de seis mil jóvenes de todo el país, de los cuales 18 por ciento pertenecen a diversas etnias, en 24 carreras relacionadas con la agronomía. La gran mayoría de los estudiantes reciben hospedaje, alimentos, servicios médicos, esparcimiento cultural y una beca. Sin duda un orgullo para México.
Su primer director, Marte R. Gómez, reorientó los contenidos y métodos educativos con un compromiso profundo con los ideales agraristas, enarbolados por la Revolución Mexicana. Como complemento a esta filosofía, invitó a Diego Rivera a pintar los muros de la que fue la capilla de la hacienda, conocida como la Capilla Riveriana. Nos la mostró la maestra Rosita González, su custodia desde hace 33 años. Totalmente cubierta de pinturas al fresco, Rivera plasmó en ellas aspectos de la cultura prehispánica y de la revolución agraria. La pintó de 1924 a 1927 y utilizó como modelo a su esposa de esa época, Lupe Marín, en un impresionante desnudo, que la muestra embarazada, deslumbrando con sus enormes ojos verdes. Otra figura que destaca, también al desnudo, es la fotógrafa italiana Tina Modotti.
Otro edificio de interés es el conocido como El Partenón, una construcción sencilla de tabique rojo, con relieves diseñados por Diego Rivera, y que funcionó como la primera biblioteca de la escuela cuando se trasladó a este sitio. Tras años en el abandono se restauró, y ahora es la sede del Consejo Universitario y para seguir la tradición, lo decoraron con frescos Luis Nichizawa y Alfredo Nieto.
La Rectoría custodia la Galería de los Rectores que muestra sus retratos, algunos magníficos, pintados por Orozco –que fue alumno de Chapingo– del Dr .Atl, Siqueiros, Gabriel Fernández Ledesma, Ángel Zárraga, Frida Kahlo y Diego Rivera. La oficina está decorada con fragmentos de murales de Xavier Guerrero.
Una visita interesante y conmovedora, que concluye con antojitos y barbacoa en La Pica, en la cercana comunidad de La Purificación.
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