La ensalada de pillos

Ensalada ¿de pollos o de pillos?

 

 Javier Sicilia

 

La Jornada Semanal

 

 

 

Por cuestiones de trabajo revisé algunas obras de José T. Cuéllar, y no pude evitar relacionar muchas de sus páginas con lo que ha estado ocurriendo en el país. Tal vez por eso no faltan quienes afirman que todo sigue igual que cuando nomás tronaban los chicharrones de don Porfirio. Por ejemplo, si se me ocurriera parodiar algunas líneas del primer capítulo de su Ensalada de pollos, quedaría más o menos así: Don Jacobo (respetaré el nombre original) ha sido alternativamente diputado, senador, secretario de economía, director de aduanas, también ministro de fomento agropecuario, de recursos hidráulicos y hasta alcaide de una prisión, cuando por intrigas cayó de la gracia del preciso. A últimas fechas, como no ha podido reverdecer sus laureles, vegeta como jefe en una oficina de hacien da. Su situación se ha tornado desesperada, por eso, después de aparentemente pensarlo mucho, llegó a lo que llegan por lo menos nueve décimas partes de la población política: pensar seriamente en “lanzarse a la revolución” (así dice originalmente, ahora podríamos escribir: buscar la gubernatura de su entidad).  

 

Por lo tanto busca a un compadre y le comunica lo decidido. Éste intenta hacerlo entrar en razón, pero Jacobo le responde: “No me queda otro recurso; ya usted lo ve, no hay destinos, nadie presta, luego mi mujer… y las elecciones están próximas, ¿no?” El compadre le pregunta contra quién se va a lanzar y él tranquilamente le responde que contra cualquiera, porque lo que él necesita es ser candidato y vencer a los opositores. “¿Acaso no tiene principios políticos, compadre?” “Pues vea usted, compadre, en cuanto a eso, usted sabe que al hombre lo hacen las circunstancias.” “Pero usted puede elegir, decidir el partido que lo lance.” El aludido se queda pensativo y responde con una pregunta: “¿Quiénes están mejor ahorita?” “Los del pan están en el go bierno, pero ya ve que en la elecciones pasadas los del pri levantaron cabeza y… y a ojos vista es albur que sale…” Para no hacerla larga, un amigo ofrece lan zarlo como candidato por su partido de iz quierda, y para amarrar la cosa buscan una alianza con los de otro partido, de derecha, pero no está de más arroparlo con otros partidos que se dicen de centroizquierda y de amplio espectro y ac ción prolongada (creo que esta es la le yenda del antibiótico que me dieron para la gripe, pero lo mismo funciona). De inmediato piensa uno en la Quimera, ese horrible monstruo que tenía tres ca bezas, una de león, otra de cabrón (es decir, macho cabrío, porque cabrones son todos ellos) en el lomo, y en la cola una de dragón; ambas tres (diría alguien tristemente célebre) vomitaban fuego.   

 

Y los principios, la ideología, las ideas, la plataforma electoral, el proyecto de gobierno… todas esas cosas, como diría don Jorge Manrique: ¿dónde están? El desmadre es absoluto, por lo tanto sólo importa ganar las elecciones. Se vale hacer cuentas sumando litros con metros cuadrados y kilogramos. De ahí que, sin lugar a dudas, si triunfa uno de esos monstruosos engendros, cada una de las cabezas querrá ser la ganona y agan dallarle a las otras todo el poder, y… bueno, no hay que ser apocalíptico. Se agarrarán a madrazos entre ellas y se olvidarán del pueblo. Sin embargo, no sería la primera vez que esto sucediera.  

 

Lo primero que se pone de relieve con esto, es que nin guno de los partidos tiene una visión a largo plazo, por lo tanto tampoco una estra tegia. Están cegados por la táctica, por lo coyuntural, y lo coyuntural no responde a un afán de gobernar (en se rio), sino a la preocupación de ganar elec ciones a toda costa y a como dé lugar. Por eso es triste que cuando cual quiera de ellos llega al poder, en lugar de gobernar comienza a tramar cómo se guir ganando elecciones y cómo joder a los otros partidos. Esto de “los otros partidos” me salta de pronto y me pregunto: ¿en verdad hay otros partidos? Porque parecería que hay uno solo.  

 

Tal vez algún curioso podría dedicar se a elaborar una tabla comparativa. No sería remoto que se viera lo siguien te: El prd se alía con el pan y con otros, para lanzar de candidato a un ciudadano que fue del pri hasta que su partido le negó la candidatura y se pasó al pan o al prd o a cualquiera de los otros “diaristas”. Es más, si se revisara la nómina de diri gentes de los partidos, en todos ellos encontraremos priístas renegados que, por si fuera poco, a la hora de la hora, cuando vía otro partido o pacto o “alianza” llegan al poder, regresan como hi jos pródigos al seno materno. Como que a veces nos gusta hacerle al tío Lolo y no queremos darnos cuenta de que se acabó la ensalada de pollos y sólo queda la de pillos

 

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