«Aquellos tiempos» de Mario Rodríguez

“”AQUELLOS TIEMPOS”.

 

Mario Rodríguez Estrada.

 

 

“ALABAME LUEGO; PERO YO NO HE SIDO MAS QUE UN SERVIDOR DE LOS DESIGNIOS DE LOS DIOSES Y DE LA SUERTE”.-Electra de Eurípides.-

 

 

En mi diario deambular por los limitados campos de la televisión, en busca de programas que tratasen de enaltecer mi alicaido espíritu, el pasado día 12 de abril, me dio un gusto enorme ver en pantalla la afable cara de mi muy estimado HUGO GUTIERREZ VEGA…entrevistado por la amable y atractiva periodista Doña Mayté Noriega…ya comenzado el programa, se me hizo cortísimo, pues Hugo (permítaseme llamarle así, porque casi somos de la edad y medio paisanos)…llenaba con sus amenas palabras, todos y cada uno de los recovecos de su interesante vida…mencionando que casi fue creado por una abuela llena de todas las virtudes, la que le hizo tener confianza en la vida, no asustándolo ni reprimiéndolo, acercándolo amorosamente a sus cristianas creencias, de las que a su debido tiempo, como el mismo Nietzche, tal vez siguiendo el mismo camino, se despojó…en ambos casos, gracias a que fueron dotados de un abierto espíritu humanista, que los llevó al campo liberal…aún después de haber experimentado campear sus juveniles ardores (Hugo), por el manto panista y aún del sinarquismo y hasta del yunquismo. Habiendo nacido en Guadalajara un 11 de febrero de 1934, se creo en Lagos de Moreno…(solar a su vez de mi abuela paterna), se convirtió en un jovenazo alto, fuerte y de apariencia de actor cinematográfico…llegó a Queretarín, para desgracias de muchos queretanos, pues prontamente conoció y se voló a la más bella flor del ejido…la sin par LUCINDA…refulgente gema de la familia queretana de los Ruiz Posada…tan o más bella que la misma “Doña”…alta, blanca, garrida, con una cara de angelical belleza, adornada por unos ojazos españoles de alargadas pestañas y una sonrisa devastadora, que por igual repartía entre los cientos de jovenazos que a su paso por el Jardín “Obregón”, se apostaban (nos), tan solo para verla pasar de su casa en las calles de Juárez, hacia su colegio, el antiguo “Guadalupano” en las calles de Angela Peralta…y viceversa…con pasos que no tocaban el suelo, pues parecía (nos) que lo hacía entre nubes…total que lo perdonamos, pues ambos hacían (hicieron), una muy buena pareja.

 

 

Su paso por la Rectoría de la Universidad de Querétaro fue fugaz, y al que esto escribe le tocó estar en lo más duro de la arremetida de los cristeros queretanos, por recuperar el anexo del templo de Santiago…junto con mis amigos de carrera en la Facultad de Comercio y Administración…los que desde entonces fuimos conocidos como “Los Mártires de la Parroquia”, mismo mote que utilizamos para defender los colores deportivos de nuestra escuela en los campeonatos internos universitarios…formado principalmente por la clase social con que mi admirado Don Félix Zavala define a la sociedad queretana; JODIDOS y PERFUMADOS…y nosotros, orgullosamente, pertenecíamos a los primeros…los otros, eran los Ultras…”Ultra mamilas”…a pesar de las diferencias, todos éramos (somos), muy buenos amigos…En ese corto tiempo, Hugo desempeñó un importante papel, pues sacudió para bien, la casi anquilosada Universidad, fundó grupos teatrales y musicales y deportivos…se opuso al mentalmente estrecho Obispo queretano en turno, el que le reclamaba, pensando que aún era conservador y de derecha, convertir a la misma en una ínsula católica…desde ahí Hugo le proclamó “ Una de las características esenciales de la autonomía es la de proteger y fomentar la función crítica de la Universidad, función que tiene como principal objetivo la búsqueda de la verdad tanto en las ciencias como en las humanidades. El lema de nuestra Universidad, ideado por José Vasconcelos, así resume estas preocupaciones intelectuales…o espirituales si así se prefieren…”EDUCO EN LA VERDADY EN EL HONOR”…el buen tiro y la atingente respuesta, marcó el principio del fin de su actuación como Rector de la Universidad …y se dedicó a mejores cosas…viajar, escribir, leer, seguir con su carrera de relaciones exteriores…llevándose del lar queretano a su impar musa…la bellísima Lucinda…con esa compañía, hasta el que esto escribe se hubiese convertido en un nuevo Shakespeare…admiro a ambos, aunque no me conozcan, ni jamás me hayan saludado, pero me da mucho gusto compartir el tiempo y el espacio con ellos…saber de sus logros y trayectoria es harto gratificante…igualmente, oirles y verles a ambos, de vez en cuando transitar por las viejas calles de mi ciudad…les saluda su desconocido amigo de “Aquellos tiempos”…Mario RE.