Las familias debemos contar nuestras historias célebres: Leticia Frías
.Diario de Querétaro
Margarita Ladrón de Guevara
En los muros del Teatro de la República están escritos con letras doradas los nombres de los miembros del Congreso Constituyente de 1916-1917. Ahí, por Querétaro, está Ernesto Perusquía, José María Truchuelo y Juan N. Frías. La familia del primero es hasta hoy, connotado miembro de la sociedad queretana. Del segundo sabemos su amplia trayectoria en la Suprema Corte de Justicia, que él presidió, y como gobernador del estado. Y del tercero, Juan N. Frías, es hasta hoy que su bisnieta se tomó la tarea de desmentir la biografía oficial con el libro El sonido del bronce, publicado por MR Ediciones y que narra la vida cotidiana de quien se consideraba a sí mismo liberal de pura cepa, Juan N. Frías. Publicado en 2009, vino a presentarlo a Querétaro la semana pasada porque «aquí comenzó la historia», dice la autora.
Leticia Frías pretende con este libro desmentir y aclarar su propia historia familiar, que es la historia de una de las familias más connotadas de Querétaro también. El detonante para escribir El sonido del bronce fue una casualidad. Un día, cayó en sus manos una biografía de su bisabuelo, el constituyente Juan N. Frías. Ella tenía la intensión de escribir una novela basada en una historia familiar, pero al leer esta biografía llena de errores, se dedicó a investigar y encontró que su bisabuelo no era el único del cual se habían escrito mentiras: ella afirma que las biografías, incluso las que se encuentran en el museo de sitio del Teatro de la República -donde se promulgó la Constitución- tienen datos falsos.
En la novela, la protagonista es Fátima, hija de Juan, y abuela de Leticia. «Todo lo que digo en la novela es absolutamente real» afirma Leticia «la familia vivió aquí y recopilé anécdotas y datos entre primos y tíos para armar un rompecabezas de cómo se dieron las relaciones familiares».
Juan N. Frías nació en Querétaro en 1884. Estudió Derecho y fue parte del Congreso Constituyente; formó el Partido Antirreeleccionista Queretano y fue candidato a gobernador, cargo que perdió frente a Carlos Loyola. Vivió en la ciudad de México después de 1917 y según su biografía oficial, murió en 1918. Leticia Frías comprobó que no murió sino hasta 1921. «Respeté hasta la última coma de los hechos históricos de la Revolución tanto en Querétaro como en la ciudad de México; me llevó siete años escribir este libro y a medida que fui investigando me encontré con muchas biografías falsas no sólo de él sino de muchos constituyentes, incluso las que están en el Teatro de la República; en el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana les dije que la biografía de Juan N. Frías está mal en todos lados, y ellos me contestaron: no sólo esa, hay muchas, porque surgieron a raíz de que uno de ellos empezó a recabar lo que sabía de cada uno de los 214 que hubo, y muchos datos estaban equivocados y así se quedaron en la historia de México».
¿Qué aporta al respecto tu novela?
«Yo lo que quise fue encontrar la verdad. La familia de mi bisabuelo se tuvo que ir de México durante 20 años, yo me di a la tarea de averiguar qué era lo que había pasado y jalando hilos, encontré en hemerotecas y bibliotecas, como la del Senado, muchos datos. Por ejemplo, se dice que Juan N. Frías murió el 18 de agosto de 1918, pero en ningún periódico de esa fecha viene una esquela o nota; llegué a septiembre y me encontré con una declaración hecha por él, y así día por día me lo encontré vivo hasta que apareció su muerte tres años después. En el Panteón de Dolores hay una zona especial para los Constituyentes, y ahí también está equivocada la fecha de muerte». La fecha real es agosto de 1921.
¿Si haz encontrado que muchos datos están mal, por qué nadie se ha dado a la tarea de corregirlos?
«Yo intenté corregir por lo menos de mi bisabuelo; y no tuve eco en los demás».
¿Cuál es tu objetivo al publicarla?
Hablar de la vida cotidiana en Querétaro en la época previa y durante la Revolución, porque no es un hecho aislado que empezó el 20 de noviembre de 1910; y además, cada región de México la vivió diferente, entonces me interesa dar a conocer cuál fue la parte política de la Revolución, no tanto las batallas pues ya se narran en las novelas de la revolución; en mi novela se ve la parte política y civil de la Revolución.
¿Cómo fue el proceso que viviste para ponerte en los zapatos de Fátima?
Yo conocí mucho a Fátima, teníamos una relación muy cercana. Ella era una señorita mayor y yo una joven. Fui reconstruyendo su vida y con base en su personalidad, de cuando yo la conocí siendo ella mayor, fui deduciendo su carácter y personalidad de cuando era joven. Ella murió antes de que yo escribiera la novela».
El sonido del bronce narra efectivamente la vida cotidiana y relaciones de una familia de principios del siglo pasado. Cómo la muerte de una pequeña niña marca a todos sus hermanos; los odios y rencores que pueden crecer sin notarlo dentro de seres que se supone deben amarse. Los secretos y tragedias que marcan para siempre, son narrados de forma ágil y poética por Leticia, con lo cual la historia se torna atractiva para todo lector. A decir de ella, así es como se debe narrar la Historia, esa que en las escuelas «siempre es aburrida».
«Yo creo que todas las familias que tengan un personaje histórico, deben dar a conocer sus memorias o archivos familiares. Nuestra historia oficial se torna aburrida precisamente porque no hay información que le da vida, y esa vida la dan las anécdotas familiares» sostiene Fátima. «Si todas las familias que tienen archivos de personajes, los dieran a conocer podríamos armar nuestra historia mucho más sabrosa y más accesible para todos, con mayor sentido».
¿Por qué la historia de El sonido de Bronce la narra Fátima?
«Hay una foto donde se ve el cuadro de mi bisabuelo, mi abuela está parada frente a él y ella dialoga con él; ella ya es una mujer anciana y dialoga con él. Ella tenía una magnífica relación con su papá, por eso quería que fuera ella».