México: Un Bicentenario y Un Centenario
Querétaro: Un Bicentenario y Un Centenario
Uno de los momentos anecdóticos del cura de Dolores, Miguel Hidalgo en Querétaro fue el que el padre del “Nigromante” Ignacio Ramírez, siendo interventor de rentas en Querétaro invita a Miguel Hidalgo a participar en las tertulias de la conspiración que encabezara Josefa Ortiz de Domínguez.
Otro momento importante sucede en el que el ahora es el Palacio Conín y Catedral de Querétaro, que para la época de la insurgencia o guerra de independencia era la casa y el templo de los felipenses, lugar que bendijo y en donde en varias ocasiones estuvo hospedado el llamado “Padre de la Patria”, Miguel Hidalgo y Costilla.
Estas andanzas del iniciador de la guerra de independencia por nuestra ciudad llamada “Ciudad Levítica” por su impresionante número de conventos y de religiosos dividida en realistas en insurgentes, nos hace recordar que la expulsión de Miguel Hidalgo del seno de la Iglesia Católica por el nombrado Obispo de Valladolid Abad y Queipo, no tenía otro significado que descalificarlo frente al pueblo en el momento en el que él era el líder del movimiento insurgente.
El texto de la excomunión que desde luego se hace “por la autoridad de Dios todopoderoso…” y “de las “Vírgenes celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, querubines y serafines, de los Santos Inocentes…”; rebasan la retórica de su tiempo y piden que lo maldigan, lo condenen, donde quiera que se encuentre, sea en casa o en el campo, en el camino o en las veredas, en la selva o en el agua y aún en alguna iglesia, que sea maldito en el vivir y en el morir, en el comer y en el beber; que sea maldito exterior e interiormente… en sus quijadas y narices… en sus muslos, caderas, piernas, pies y uñas.
Nuestro visitante asiduo en Querétaro, Miguel Hidalgo, contestó “Los opresores no tienen armas ni gentes para obligarnos con la fuerza en la horrorosa esclavitud a que nos tenían condenados”.
Recordemos también que después de las muchas peripecias del inicio de la guerra de Independencia, el cura de Dolores fue traicionado y hecho prisionero en la Catita Baján por Francisco Elizondo y trasladado primeramente a Monclova y posteriormente a Chihuahua en donde se le encarceló en el Hospital Real y después de su proceso se le degradó de su ministerio el 29 de Julio de 1811 y después fue sujeto a un consejo de guerra que lo condenó a muerte.
Recordemos las décimas escritas en la pared de su celda y dedicadas a sus carceleros
“Tiene protección divina
la piedad que has ejercido
con un pobre desvalido
que mañana va a morir
y no puede retribuir
ningún favor recibido”
Pareciera paradoja que nuestro palacio Conín y nuestra Catedral, lugares que le fueran de protección no tengan aún las placas correspondientes a su estancia en nuestra ciudad y al movimiento que gestó en ellos para entregarnos patria y libertad.
José Félix Zavala