Norma Páez escribe contra la violencia de género

Violencia contra las mujeres. ¿Y el género? 

Norma Páez
 
“No se grita ‘Ya no aguanto ese sufrir, quiero vivir… No se grita ya no aguanto ese reír, quiero sufrir’”, así cantó Lhasa de Sela. Pocas son las mujeres que se atreven a denunciar la violencia con las que son sometidas. María, seudónimo de muchas que se ocultan de su agresor, vivió con él obligada porque no veía opción. Comenzó a defenderse. Una, ella, nació en los sesenta, espejismo del cambio en el desierto del siglo XX, un siglo que comenzó con una convulsión y que dejó sin terminar los cimientos de una lucha que requería constancia. A María cuando le llegó el momento de decidir, decidió casarse y tener hijos; era menor a su hija mayor de 23 años cuando decidió convertirse en madre. Después de dos décadas las condiciones de ellas, han sufrido cambios de muy lento alcance para vislumbrar un bien. Ella, ahora es madre de tres hijos, el menor tiene 12 años; él un adolescente que creció en un ambiente hostil con el ejemplo de la violencia que se justifica: gritos, golpes, ofensas, amenazas, sometimiento, son palabras que forman su vocabulario y que determinan la percepción de su entorno; Manuel el esposo de María se convirtió en un yunque, camina con facha de rudo, disfraz de muchos, “todo un macho”, honor de muchos que se dicen muy hombres y que te regalan rosas para pedir perdón por el moretón en el ojo.
 
Es urgente exterminar el machismo.
 
En 2010 aumentó la violencia en diferentes regiones de nuestro país, sin embargo fue considerado el año de la no violencia contra las mujeres, por lo menos eso anunciaban el oficialismo, la academia y algunas ONGs más interesadas en ganar cartel y lugar en la foto, que en el verdadero trabajo por reducir la violencia de género.
            El género, como categoría analítica, surgió de la lucha feminista por lograr explicar la desigualdad social que existe entre los sexos. La lucha feminista que impulsó el establecimiento de esta categoría, fue a la vez una lucha política que buscaba encontrar espacios para las mujeres en las universidades y en el ejercicio del poder político. El género es hijo legítimo de una lucha política reivindicativa: la de comprender las desigualdades sociales y, con el tiempo, establecer mecanismos para reducirlas y/o erradicarlas por completo. ¿Qué mecanismos se han propuesto y cuáles se han aplicado? ¿Qué funcionó y cuáles son necesarios cambiar? Muchos inmediatamente —los que saben— responderían a la pregunta: “Sí hay y se han aplicado en…” bla bla bla. La pregunta que aún es un enigma y la incertidumbre de muchas que viven en el norte de México rumbo al 2012 es ¿por qué crece la violencia en contra de las mujeres y de manera generalizada, a pesar del conocimiento que se ha generado sobre la violencia?
            Con el paso de los años, y como sucede en los diferentes ámbitos, los estudios de género dejaron de tener reivindicaciones políticas, se convirtieron en estudios descriptivos que no llegan a las manos de las interesadas. Las causas de esta carencia son múltiples. ¿Qué hacer? Las instituciones académicas y oficiales relacionadas con las mujeres o con la perspectiva de género, fueron perdiendo el interés por establecer programas con vistas hacia la comprensión y la práctica de la equidad, incidir en un cambio dejó de ser un compromiso social;  nos damos cuenta de que el camino está minado, de que los pasos se detuvieron en algún momento y no ha habido la manera de continuarlos por otro camino.
            María sigue caminando insegura, no tiene libertad, sabe que la vigila, que la persigue; cuando quiere, bajo los efectos de su propia debilidad, la acosa, la golpea; su casa ya no es un hogar, no hay rincón donde esconderse, diariamente la violencia con que es atacada delata los puños de un hombre que destruye, ¡al que se le perdona!, la destruye insensible al respeto o a la culpa. Siglos de una misma historia, mas hay fracturas, hay una luz: abrimos brecha las que aprendimos y nos dimos cuenta de que tenemos derecho a una vida digna, de que podemos y tenemos la capacidad de elegir y dirigir nuestras propias vidas, desde abajo; abrimos brecha los que nos dimos cuenta de que siempre tuvieron el derecho a vivir con libertad y respeto, de que es un crimen matarlas, violarlas, violentarlas desde abajo.
Ella después de una larga lucha consiguió sacarlo, mas no acabó la pesadilla cuando Manuel abandonó la casa de María; desde su perspectiva, él es la víctima porque María es su esposa, porque él es el hombre, su orgullo fue pisoteado, su complejo se evidenció, la máscara se rompió, es un hombre que se creyó todopoderoso y quedó vulnerable ante sí mismo, por eso regresó, su objetivo es vengarse de una mujer que merece respeto y lo denunció, él aún cree que ella es de su propiedad.
A pesar de que María gritó ¡BASTA!, continúa el maltrato. En el ministerio público de su localidad, la encargada le recomendó hacer las maletas e irse, abandonar su elección, vender su casa, ocultar su vida, huir era la única opción que le dio para estar lejos del agresor. Por eso da risa conmemorar el año de la no violencia contra las mujeres. María, en silencio, a oscuras, esperando el golpe, atrincherada, piensa en el discurso, ¡purititito discurso!; la amenaza no cesa y está vez, él, de un golpe estuvo a punto de romperle los dientes, las marcas en la cara no fueron suficientes para que se cumpliera el deber que se le otorgó al ministerio público, defender sus derechos ha resultado una comedia; la farsa, la corrupción son la esencia del aparato burocrático que cobra de nuestros impuestos. Coincidimos.
Su caso podría verse desde la perspectiva de género a través de la psicología, la antropología, la sociología o la historia de vida, pero estas disciplinas ya no se preocupan de la gravedad de este problema. La perspectiva de género ya logró, mediante una larga lucha política, su ingreso a la academia; y la academia, desde hace años está lejos de basar y aplicar su epistemología en la realidad social concreta. María no confía ya en las autoridades policiales, ni en las encargadas de los derechos de las mujeres (ahora, para no dejar la moda de lado, cada estado tiene su Instituto de las Mujeres). Nosotros confiamos en la sociedad civil y en las organizaciones que verdaderamente trabajan y han trabajado a contracorriente por la equidad de género, esas que no le quitan la categoría política que el concepto intrínsecamente trae.
            María rompió con su propio miedo, lo denunció, por eso gritamos para romper con el silencio.
 
Héctor García  Montiel, hegarmon@yahoo.com         
Norma Páez, npaezgalicia@yahoo.com.mx
10 de enero del 2011
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