Trasgresiones a la sexualidad en Mesoamérica

Transgresiones sexuales en el México antiguo

Miriam López Hernández

Jaime Echeverría García

Arqueología Mexicana  INAH

 

Las transgresiones sexuales ocurrieron en el tiempo mítico y en el cotidiano. Dioses y seres humanos infringieron la norma sexual con prácticas incestuosas, adúlteras, homosexuales, entre otras. Las transgresiones en ambos espacios fueron un componente funcional del cosmos.

En Tamoanchan se comete una falta en la que domina la connotación sexual. Los dioses, al provocar el desgarramiento del árbol por su transgresión, son expulsados, y con ello se da origen al placer sexual. Códice Telleriano-Remensis, f. 19r. Reprografía: Marco Antonio Pacheco / Raíces

Se consideraban transgresiones tanto los actos voluntarios como involuntarios. Estos actos rompían el orden y producían el caos en la comunidad, por lo que el transgresor debía reparar el equilibrio perdido. Dicha reparación en muchos casos se lograba mediante la muerte, pero existían distintos grados de resarcimiento conforme a la clase, género o circunstancia.

La transgresión sexual producía un desequilibrio en diferentes niveles: individual, social y cósmico. La falta sexual no sólo repercutía en el ámbito personal, pues la presencia del transgresor perjudicaba la cosecha, los animales, los recién nacidos, el comercio; de tal manera que las consecuencias de la falta afectaban a nivel comunitario. Igualmente, se creía que las transgresiones alteraban el orden cósmico, toda vez que podían producir el fin de una era: Moctezuma mandó destruir un lugar de prostitutas en Tlatelolco porque atribuyó a sus transgresiones públicas que los dioses hubieran permitido a los españoles llegar e imponer su dominio.

 

Transgresión sexual mítica

Ésta sucede en el tiempo divino anterior al de los seres humanos, Tamoanchan era la morada paradisiaca de Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl, dioses creadores, quienes expulsaron a sus hijos de ese lugar tras haber cortado una o varias flores –metáfora de una falta sexual–, y así descendieron a la Tierra. El desgarramiento del árbol de Tamoanchan es consecuencia de dicha falta.

Entre las divinidades transgresoras se encuentran Ixnextli, Ixcuina, Xochiquétzal, Tlazoltéotl, Tezcatlipoca, Itzpapálotl, Huehuecóyotl e Itztlacoliuhqui. Por consiguiente, tales dioses estuvieron investidos de una carga sexual importante. Por ejemplo, Ixnextli estuvo vinculada con los acusados de un robo o de vivir placenteramente, pues se les llamaba ixnex; Ixcuina era defensora de los adúlteros, y Tlazoltéotl era la diosa de la basura, entendida como excesos sexuales.

En el Códice Telleriano-Remensis (f. 19r.) se asienta que con la expulsión de Tamoanchan se originó el tiempo y el placer sexual. La expulsión de los dioses introdujo la muerte, pero la pérdida de la longevidad indefinida se vio compensada con la procreación, los vegetales comestibles y la primera luz del alba (Graulich, 1990, p. 75).

La transgresión primigenia es el detonante de la circulación del tiempo (calendario-espacio humano) en el cual aparece la Tierra, la agricultura, el fuego, el sexo y, por ende, la procreación. Es decir, la transgresión mítica causa una disrupción que permite el paso de un estado precultural a uno cultural. La transgresión sexual fue un componente funcional del cosmos, pues actuaba como detonante del movimiento. Las fuerzas creadoras y del orden así como las destructivas y caóticas eran oposiciones necesarias que permitían el dinamismo del universo.

 

Sexualidad y religión

Yolotl González Torres

 

Se pueden distinguir dos tendencias generales sobre la sexualidad: una positiva o “naturalista” –que se manifiesta en los ritos de fertilidad o en las orgías rituales– y una negativa, que se manifiesta en el ascetismo y en las técnicas de autocontrol y abstinencia. Ambas actitudes, reglamentadas, se presentan en diferentes sociedades y son permitidas u obligatorias en determinadas circunstancias.

Una de las primeras reglas que crearon los hombres fue aquella que norma con quién se pueden unir sexualmente y con quién no. Esta regla se rompe entre los seres divinos o semidivinos, quienes sí pueden soportar esta transgresión. Lucas Cranach, El Viejo, Adán y Eva, 1850. INBA, México. Tomado de: Lozano y Zavala, 1995. Digitalización: Raíces

 Se abordan aquí básicamente el erotismo y la sexualidad en relación con la religión, que en última instancia son inseparables. Este tema está muy en boga ante los recientes sucesos ocurridos en la Iglesia católica, que nos llevan desde luego a comparar las concepciones que tienen las diferentes religiones en relación con la sexualidad.

Las primeras reglas que existieron, además de a quién se podía matar y a quién no, se refieren a con quién se podían unir sexualmente y con quién no, de ahí la regulación del matrimonio, y la prohibición del incesto, que ha resultado fundamental en la historia de la cultura, y que se rompe entre los seres divinos o semidivinos, que pueden soportar esta transgresión.

La sexualidad y la religión están íntimamente relacionadas con el cuerpo humano y con lo que se considera puro e impuro, con la fuerza negativa o positiva, benéfica o maléfica, sobre todo de las secreciones corporales. En las culturas religiosas reprimidas, el cuerpo es negado, arropado, disciplinado o despreciado, mientras que en culturas menos reprimidas, el cuerpo se considera un medio de presencia divina al que se adorna, se exhibe, y se considera símbolo de fecundidad y de gozo.

Se pueden distinguir dos tendencias generales sobre la sexualidad: una positiva o “naturalista” –que se manifiesta en los ritos de fertilidad o en las orgías rituales– y una negativa, que se manifiesta en el ascetismo y en las técnicas de autocontrol y abstinencia. Ambas actitudes, reglamentadas, se presentan en diferentes sociedades y son permitidas u obligatorias en determinadas circunstancias. Las prácticas sexuales asociadas a los ritmos de la naturaleza, sobre todo a la siembra, incluyendo las “orgías sexuales”, están relacionadas con los ritos de fertilidad, sobre todo en las sociedades agrícolas, aunque también eran practicadas por grupos de recolectores como los aranda y otras tribus de Australia septentrional y central. La sexualidad también puede ser vista como un medio de desarrollo espiritual, como sucede en las tradiciones tántricas hindúes y budistas.

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