Lo que la antropoogía descubrió en Querétaro

Lo que el siglo se llevó… la cultura campesina queretana y los desvelos de la antropología

Sergio Quesada Aldana

En estos albores del siglo XXI, se podría decir que nos encontramos en estados de ánimo indecisos que pudieran ubicarse entre la nostalgia y la esperanza. Entre estos dos niveles de abstracción se ubica toda una realidad, que a pesar y gracias a pensamientos filosóficos, siguen siendo subjetivos y navegan en diferentes embarcaciones, según sean los actores en cuestión. Así por ejemplo, en lo que concierne al concepto de cultura Queretana, existen posiciones mas estructuradas en términos metodológicos, que apoyándose en nociones nostálgicas o esperanzadoras, o en ambas, hacen de la identidad cultural queretana su piedra clave. De esta forma, hay quienes hablan de la definición cultural de los queretanos en términos de la tradición, ligada ésta a su historia antigua (Véase en este sentido a Obregón 1993); y otros que ven en la cultura de la queretanidad la incorporación de elementos socioculturales que vienen acompañados de sus nuevos inmigrantes (véase en este caso a Dorantes 1993). Otras posiciones, como la de Zavala, remarcan la situación social dentro del análisis de las tradiciones queretanas, señalando las inmersas e internas divisiones en dicha sociedad, las cuales se han venido dando a través de la historia con diferentes afinidades, fiestas y tradiciones, ya sea en los sectores burgueses, llamados aquí «perfumados», o en los sectores proletariados, campesinos y lumpenproletariados, denominados como «jodidos» (José Félix Zavala, citado en Dorantes Op. Cit.)

Por lo tanto, ya sea nostálgica o esperanzadora, y en ocasiones hasta desesperanzadora, la visión del Querétaro contemporáneo, se encuentra inserta en la dinámica nacional, y ésta en la internacional; por lo cual tiene que verse necesariamente dentro del contexto analítico de la evolución social, política, económica, histórica, ideológica, cultural, etc. Esto quiere decir, dentro de una óptica que sea capaz de entender, en contra de lo que algunos pensamientos etnocéntricos y anacrónicos antropológicos rechazan: la necesidad de entender que el tiempo es capaz de cambiar la mentalidad de la gente, y que la cultura, no es el uniforme de los ricos, ni el de los pobres…, el cual (en su opinión) es imposible cambiar aunque esté demasiado sucio o viejo. Tampoco la cultura es un simple museo en donde se puedan ver a través de sus vitrinas, los objetos que representan su identidad en forma perenne e inamovible. Por lo tanto, una cosa es admirar, aprender, respetar la cultura; como por ejemplo se disfruta la arquitectura colonial de la Ciudad de Querétaro, y otra muy diferente el pretender que dicha ciudad no cambie a través del tiempo, o más aun, se adecue o adapte (para mencionar un término evolucionista) a la época que le tocó vivir. De otra manera, sería extraño pretender que viviéramos todos en un mundo virreinal en pleno 2003, donde no hubiera medios de transporte modernos, ni estacionamientos de este siglo, a cambio del uso de carrozas y caballos; aunque seguramente, de vivir tal regresión, no todos usarían dichos transportes, volviendo al sufrido burro y a las mulas, aunque unos y otras siguen existiendo en la actualidad… Tampoco tendríamos los beneficios de la electricidad, ni el mundo del consumo posmodernista, globalizado y TLCiano. No existiría una educación pública, ni mucho menos una Universidad Autónoma de Querétaro, por mucho que se le quiera ver como una sucesión natural al elitista Colegio barroco de los Jesuitas. Aunque tampoco se quiere afirmar aquí que la educación pública superior ha dejado de ser elitista. Nadie podrá oponerse a que en la actualidad hay mayores posibilidades de estudio en general que en el pasado. El punto al que queremos arribar es que la cultura (de Querétaro y de cualquier parte del mundo) es un concepto totalmente dinámico, y más importante aun, que ésta va cambiando por sus actores en términos funcionales. Esto quiere decir que la cultura no se puede rescatar, por ser resultado funcional de una forma de vida práctica. Por lo tanto las tradiciones culturales de Querétaro existirán en la medida de que éstas sean útiles a sus practicantes. En este sentido, ningún antropólogo, sociólogo o similares y conexos, tienen derecho alguno a exigir a los grupos étnicos la permanencia de sus prácticas tradicionales culturales, si éstos ya no las sienten funcionales o parte de ellos. ¿Con qué derecho le puedo decir a un indígena que siga usando huaraches y atuendos autóctonos, en pro del folklore, porque después de todo, el uso de los pantalones y camisas Levy-Strauss y zapatos Canadá están diseñados para los ciudadanos urbanos «occidentales»?; ¿con qué derecho le puedo exigir a tales indígenas que sigan hablando su lengua indígena cuando en principio yo no la hablo, y segundo lugar el mismo indígena señala que el hablar su propia lengua sólo le genera mayor discriminación social por parte de la sociedad dominante? La ironía principal que nos encontramos en las comunidades indígenas cuando un grupo de la Universidad los visita, es la solicitud de aprender inglés, con el cual, según ellos, les sería mas útil dicha lengua cuando trabajan en los Estados Unidos, que los estudios de su propia lengua.

Por supuesto, en lo personal no creo que el ignorar la cuestión lingüística sea una solución, la solución estará en dar al indígena la posibilidad de que se desarrolle en forma integral su situación económica, política y social. Si el indígena tuviese una situación igualitaria en tales aspectos, el factor lingüístico no sería tan relevante. En este caso su situación sería como en países europeos y africanos donde el uso de varios idiomas es indispensable y parte del orgullo de su identidad cultural nacional y étnica. Por lo tanto la recomendación antropológica, creo yo, no debería centrarse meramente en el reforzamiento del uso lingüístico, sino más bien en el diseño de sus plataformas económicas y sociales.

Por otro lado, retomando el concepto de la cultura queretana, es imprescindible observar la historia, para observar cómo la identidad cultural va variando de acuerdo a esta dinámica evolutiva. A principios de Siglo XX, Querétaro, como el resto de México, era predominantemente campesino, y por ende su cultura se moldeaba en torno a los gustos campiranos. Sin embargo, como bien lo señalan Dorantes y Zavala en los textos antes referidos, la división de sus componentes sociales hacían que el hecho de ser campiranos no sólo se remitiera a ser del campo, sino que en este había, por lo menos, dos grandes sectores divisionales en donde cada sector se identificaba con los actores correspondientes: Los indígenas, jornaleros y campesinos, por un lado, y los patrones hacendados por el suyo. A nivel nacional, el cine de mediados de Siglo pasado contribuyó mucho a crear estereotipos de uno y otro sector, con actores como Jorge Negrete, Pedro Infante, Dolores del Río, el Indio Fernández, María Félix, etcétera.

Por ende, el estudio de la Antropología justificaba su escisión intelectual de la Sociología en su participación eminentemente en el medio rural, dividiéndose sus investigaciones en los estudios indígenas a principio de Siglo pasado, y mayoritariamente campesinos a partir de la década de los sesenta. Sin embargo, irónicamente, conforme se va dando la internacionalización del capital, y sus efectos en la globalización de la economía (y por ende en la cultura en el sujeto de estudio favorito del antropólogo de los sesenta a los noventa: el campesino, éste va cambiando y transformando su modus vivendi, en donde una de sus características se dá en la migración nacional e internacional (léase Estados Unidos). Con ello el campesino adquiere una nueva cosmovisión que puede verse en dos direcciones opuestas, una como pérdida de sus tradiciones, y algunos piensan que hasta de su identidad cultural; yo no lo creo así. Mientras que otros observan el enriquecimiento de su propia cultura campesina. En el mejor de los casos, yo creo que se da una modificación o transformación cultural, en donde se adecuan las pautas necesarias para su reproducción social o sobrevivencia humana. No obstante, en el sentido estricto cultural étnico, fenómenos como la globalización que se escenifican en toda su extensión en el Tratado de Libre Comercio (TLC), significan la aparición de un Querétaro mayoritariamente urbano (al igual que el resto del país) dándose con ello la muerte virtual del campesino, es decir la destrucción de la cultura campesina conocida por los estudios antropológicos de esta época. Para muestra vale referir la situación de los excampesinos de lo que ahora es la comunidad de Bella Vista del Río, Cadereyta, Qro. (pobladores de las comunidades queretanas del P.H. Zimapán). Y con ello la aparición de otro tipo de sujeto social, diferente al campesino, más ligado al jornalero urbano o proletario.

En este sentido, de golpe y porrazo, la antropología (social o sociocultural) que tanto había justificado su existencia en los estudios de las sociedades rurales, se está quedando sin sus clásicos escenarios de estudio. Su objeto de estudio está desapareciendo o desvaneciendo entre el telón del teatro que habían diseñado en su paraíso intelectual de casi una década. Estos objetos de estudio antropológico (los campesinos e indígenas), se han vuelto respondones y ya no quieren ser parte del retrato estereotipado de los estudios de caso. En este desconsuelo se solidarizan los antropólogos gringos y europeos que habían hecho de nuestros campesinos e indígenas su laboratorio de ideas museográficas, en donde por cierto peligra la posibilidad de obtener las muestras que les permita asistir a sus múltiples congresos y simposios. Y en nuestro caso acumular puntos para el SIN, o ya de perdida para el programa de estímulos institucional.

Sin embargo, no os desconsoléis, Dios es grande y ya habrá un nuevo objeto de estudio, producto de las deformaciones y transformaciones que el PRI, PAN y PRD están llevando a cabo con el País en sus alianzas internas, y externas con el país del Norte y con la denominada internacionalización del capital que nos embarga en más de una manera; lo que nos permita obtener el pan de cada día a través de algún otro pretexto, quiero decir objeto de estudio…

De cualquier forma, el Siglo XX y la Antropología nunca fueron lo mismo a principio y final del mismo; ni la sociedad mexicana y queretana tampoco lo son, ni lo fueron. Simple y sencillamente son el resultado de la evolución global u holística de dicho Siglo.

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