Fueron ordenados por el obispo de Querétaro, Justino Armendáriz, cinco diáconos permanentes y casados para Matamoros, lo mismo esperamos para Querétaro

ORDENACIÓN DE DIÁCONOS PERMANENTE

Queridos hermanos sacerdotes que nos acompañan en esta celebración,

queridos candidatos al Diaconado permanente que dentro de poco tiempo el Espíritu Santo se posará sobre ustedes para transformarlos en servidores de Dios en el Pueblo,

queridos fieles que se encuentran aquí para participar todos juntos de este acontecimiento histórico y gozoso para nuestra amada Diócesis de Matamoros,

en especial saludo a las familias de los candidatos que con generosidad ofrecen a Dios la cabeza de la familia para el servicio de la Iglesia.

La Ordenación de estos cinco hermanos nuestros es una gran bendición de parte de Dios y viene a ser un parte aguas en la historia de la Diócesis, ya que por primera vez tendremos en nuestra Iglesia, Diáconos permanente, que con un ministerio peculiar estarán para el bien y en servicio de la comunidad.

Es importante resaltar que la figura del Diacono permanente no es algo innovador que la Iglesia ha instituido recientemente, la Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia nos dan testimonio de este servicio. El Diácono tiene como fin principal el servicio, de ahí viene su nombre mismo, de la diaconía, del oficio al que fueron elegidos; la misma Palabra de Dios en el libro de los Hechos de los Apóstoles (6,1-6) nos habla que debido a que el número de fieles aumentaba y no había quien atendiera a los más necesitados, se escogieron a 7 varones de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría para que se les encargara dichas tareas.

De esta forma la tarea principal del Diacono es la de servir a los más necesitados, estar atento a las necesidades de aquellos rostros sufrientes de Cristo que se encuentran en medio de nosotros. De igual forma la literatura patrística atestigua la presencia de diáconos en medio de una comunidad cristiana, puestos para el servicio de la misma. Incluso el concilio de Trento, quien lo restableció después de un tiempo de desaparecido, y el Concilio Vaticano II, que le dio un fuerte impulso, para enriquecer a la Iglesia con este peculiar servicio (cfr. Declaración Conjunta e Introducción a las Normas Básicas de la Formación de los Diáconos Permanente y el Directorio para el Ministerio yla vida de los Diáconos Permanentes, Congregación para la Educación Católica y Congregación para el Clero, 22 febrero 1998, 2).

Hoy el Señor quiere compartir este servicio a ustedes, queridos hijos, que después de un largo tiempo de preparación y de discernimiento, los llama a que se entreguen por los más necesitados, a que vivan, de forma permanente, el servicio a Dios en aquellos que les rodean. Vivir de forma permanente la diaconía, es un don que Dios les quiere dar por medio de la sacramento del orden, una configuración con Cristo mediante una gracia especial del Espíritu Santo a fin de que sirvan de instrumento a Cristo en favor de su Iglesia. Así por la ordenación recibirán la capacidad de actuar como representantes de Cristo.

Deben darse cuenta que el ministro diacono, está llamado a vivir la triple funcionalidad por medio del Espíritu Santo. En primer lugar tiene el oficio de ENSEÑAR, esto es que el diácono está llamado a proclamar la Escritura, la Palabra de Dios, e instruir y exhortar al pueblo. Por otra parte tiene el oficio de SANTIFICAR, esto es que el diácono se desarrolla por medio de la oración, sobretodo en la administración del sacramento del bautismo, en la distribución de la Eucaristía, en la asistencia y bendición de los matrimonios, en presidir el rito de los funerales y de la sepultura y en la administración de los sacramentales. Y por último el Diacono tiene el oficio de REGIR, que se manifiesta particularmente en el servicio, pues se ejerce de forma especial en las obras de caridad y de asistencia, así como en la animación de comunidades a vivir la caridad (cfr. Normas Básicas, 9).

Sin embargo así como participan de esta triple funcionalidad, la ordenación diaconal va acompañada de ciertas características anejas a dicho sacramento, ya que desde ahora participarán de la fraternidad clerical ya que todos, diáconos y sacerdotes, participan de la edificación del Cuerpo de Cristo, bajo la autoridad del obispo (cfr. Directorio, 6; DA 206). Es ahí en donde el Diacono se va forjando como un discípulo de Cristo, dispuesto a llevar el evangelio a todos los lugares, convirtiéndose en un misionero de su mensaje de amor, de justicia y de paz. Es así que el Diacono Permanente, fortalecido por la doble sacramentalidad del matrimonio y del Orden, es ordenado para el servicio de la Palabra, de la caridad y de la liturgia (cfr. DA 205).

Queridos hijos, ustedes que van a ser ordenados Diáconos permanentes, deberán vivir de forma permanente la Diaconía de la Palabra, es decir, que deben colaborar con el obispo y con los sacerdotes en el ejercicio del ministerio, no de la propia sabiduría, sino de la Palabra de Dios, invitando a todos a la conversión y a la santidad. Esto implica que deben tener un contacto íntimo con Cristo a través de su Palabra para que la comuniquen de manera eficaz y de forma integral en la comunidad a la que van a servir. De manera especial deberán predicar la Palabra de Dios con el ejemplo en el ambiente en el que se desenvuelven, en su familia, en su trabajo, en todo lugar (cfr. Directorio, 23-27). Este es el mandato de Jesús antes de su Ascensión esta es la orden, Ir a todo el mundo a anunciar el evangelio, a enseñar, a Bautizar; sumerjan en la Palabra de Dios a sus hermanos en la predicación misionera sin claudicar; orienten al pueblo de Dios y ayúdenles con el ejemplo a asumir el compromiso de todos, que “la iglesia existe para evangelizar” y a cuestionarse como San Pablo “Ay de mi si no evangelizo”, ya que son “sal de la tierra y luz del mundo”.

También deben de vivir la Diaconía de la Liturgia, es decir, deben ayudar a que el pueblo se santifique, ya que están llamados a la santificación de la Iglesia en cada uno de sus miembros, de forma especial en los misterios sagrados sabiendo que la liturgia es fuente de gracia y de santificación. Así mismo deben familiarizarse con el rezo de la liturgia de las horas, ya que a través de ella se unen a la oración de la Iglesia y piden por ella (cfr. Directorio, 28-36).

Y por último deberá vivir la Diaconía de la Caridad, asemejándose a Cristo el pastor que ve por las necesidades de los que le rodean, es por eso que están llamados a servir a todos sin discriminaciones y prestando particular atención a los que más sufren y a los pecadores (cfr. Directorio, 37-38). La práctica de las obras de caridad deberán ser su punto de referencia y su itinerario de vida como Diáconos Permanentes, buscando realizar lo que Jesús declaro de su misión “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mc. 10, 45; Mt. 20, 28). Esta vocación a la santidad significa el seguimiento de Jesús en actitud de humilde servicio que no se manifiesta sólo en las obras de caridad, sino que afecta y modela toda su manera de pensar, de vivir y de actuar, por lo tanto, si su ministerio es coherente con este servicio, pondrán más claramente de manifiesto el rasgo distintivo del rostro de Cristo: el servicio, para ser no sólo “siervos de Dios”, sino el de ser siervos de Dios en los propios hermanos” (cfr. Directorio, 45).

Queridos Hijos, Dios los ha escogido para ser discípulos y misioneros de su mensaje de amor en medio de la realidad en la que vivimos; Dios lo ha llamado para ser hombres portadores de un mensaje de esperanza para su propia familia y para la comunidad a la que van a entregar su vida; Dios lo ha llamado para ser hombres de justicia y de paz en el ambiente desafiante que estamos viviendo; Dios los llama a la santidad en esta vocación a la que los ha elegido.

Me dirijo también a las comunidades en donde estarán sirviendo para que eleven a Dios sus oraciones por el ministerio de estos hermanos nuestros que Dios los ha puesto en medio de ustedes para servirlos y para ser un puente entre ustedes y Dios. Ayúdenlos a ser verdaderos servidores de Cristo a ser ejemplos vivos del amor de Dios en medio de su pueblo. Fórmenlos como verdaderos discípulos misioneros de evangelio de paz.

Por último pido a María Santísima, Refugio de Pecadores, los acompañe con su protección maternal a lo largo de su ministerio diaconal y sean fieles testigos de su Hijo y un verdadero impulso misionero en sus familias, en sus trabajos y en sus comunidades. Que así sea.

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