Wilco no es Jeff Tweedy

Wilco no es Jeff Tweedy

Por: Yahvé M. de la Cavada

Wilco_live

Es decir, sí, pero no sólo. Digamos que es, al menos, un 50% de la banda. Un 60, si os sentís generosos, pero Wilco es mucho más que él. Sus canciones son la base de todo y su férreo liderazgo marca la hoja de ruta del grupo, pero siempre hubo algo más que Tweedy en Wilco, llámese Jim O`Rourke, Jay Bennett o las cenizas de Uncle Tupelo. En el nuevo Wilco –el que se estrenó en el doble directo de 2005 “Kicking Television”– Nels Cline, Glenn Kotche y el miembro original John Stirratt son tan importantes para la música de la banda como la expresiva voz y la inspirada pluma de su frontman.

Esta sensación de esfuerzo colectivo se refuerza al escuchar a la banda en vivo. Con uno de los directos más sobrecogedores del momento, los de Chicago son algo digno de ver. Un concierto de Wilco es mucho más que “un concierto más”, no tiene nada de común ni de rutinario. Y es precisamente ahí, a pie de escenario, donde uno comprueba que, aunque Tweedy es el jefe, sus compañeros de filas no son simples comparsas.

Es, sobre todo, una cuestión de sonido, de carácter: sin Cline, Stirratt, Kotche y, en menor medida, Mikael Jorgensen y Pat Sansone, Wilco ya no son Wilco, por mucho Tweedy que haya. Ahora, más banda que nunca, son una perfecta y reluciente locomotora conducida sapientemente por su líder, un tipo con ideas claras (le pese a quien le pese) que un buen día decidió cambiar a coprotagonistas como Bennett y O´Rourke por un puñado de colaboradores residentes en toda regla.

En sus 17 años de existencia, Wilco ha pasado por tres etapas diferentes. Tweedy y Stirratt siempre han estado ahí, pero cada una de las encarnaciones de la banda ha sido definida por diferentes personalidades y un enfoque siempre cambiante. Esto nunca ha sido bueno para mantener contentos a los fans, un colectivo que, independientemente de lo que piensen o sientan sus miembros por separado, tiende a patalear ante los cambios de dirección de sus grupos favoritos.

Wilco tuvo suerte en 2001, cuando un álbum como “Yankee Hotel Foxtrot” caló estupendamente entre sus seguidores a pesar del volantazo que suponía para la banda. El giro se saldó con Tweedy echando al bueno de Jay Bennett y dejándose seducir por las ingeniosas ideas de Jim O’Rourke y su fichaje estrella, Glenn Kotche. Si “Being There” fue un álbum tan de Bennett como de Tweedy, con “Yankee Hotel Foxtrot” ocurrió exactamente lo mismo con O´Rourke, a pesar de la presencia de Bennett en el mismo. Tras el brillante y transicional “A Ghost Is Born”, y la tímida y progresiva retirada de O´Rourke, la nueva formación de Wilco asumió poco a poco la labor en la sombra de Bennett y O´Rourke, principales colaboradores de Tweedy hasta entonces, resultando en una banda más colectiva que nunca.

Aunque el giro de “Sky Blue Sky” no gozó del mismo abrazo de aceptación que el revolucionario “Yankee Hotel Foxtrot”, la banda continúa imperturbable su camino, como se pudo ver en “Wilco (The Album)” o en el reciente “The Whole Love”. Ajeno al síndrome –tan propio del pop y el rock– de “a mí me gustaban antes, ya no son lo mismo”, Tweedy se sigue poniendo el mundo por montera, para perplejidad de fans y periodistas que sólo entienden la última encarnación de Wilco como una versión diluida de lo que una vez fue. Tal vez por falta de empatía, por snobismo, ignorancia o por pura incapacidad para aceptar la libre evolución de una formación inquieta, muchos han confundido la sencillez con la involución en la música del grupo.

Resulta difícil creer que todos los que reniegan de los últimos discos de Wilco (presunta y discutiblemente más simples que algunos ilustres predecesores) les seguirían a ciegas tras cuatro entregas en la línea de “Yankee Hotel Foxtrot”, porque la magia de ese disco también reside en el hecho de no haber sido devaluado a fuerza de reiteración. “A Ghost Is Born” fue un paso adelante lógico y natural, y “Sky Blue Sky”, a su manera, también. Sin caer en formulas ni en repeticiones oportunistas.

Como Tweedy es el principal compositor e ideólogo de Wilco, es normal que cada álbum refleje su momento o periodo vital. Así, igual que “A Ghost Is Born” representaba el desasosiego de Tweedy, “Sky Blue Sky” hacía lo propio con la placidez, “Wilco (The Album)” con la realización y “The Whole Love” con la autoafirmación. Estos últimos discos no son fruto de un Tweedy atormentado así que, ¿por qué iban a tener que embarrarse en la tensión y tenebrismo de otros discos y otras épocas?

Más allá de complejos y comparaciones extramusicales con álbumes anteriores, “Sky Blue Sky” es un álbum de inmensa belleza y, si bien “Wilco (The Album)” es un esfuerzo irregular, hay que reconocer que contiene algunas canciones de primera. Más redondo y focalizado que sus dos anteriores trabajos, “The Whole Love” adolece sin embargo de la ausencia de una o dos canciones tan memorables como ‘Wilco (The Song)’, ‘Impossible Germany’, ‘I’ll Fight’, ‘Sky Blue Sky’ o ‘You And I’. “The Whole Love” parece querer rescatar detalles del pasado sin renunciar al apacible presente, pero ¿quién sabe?, tal vez sea un nuevo calentamiento de motores precediendo un nuevo giro, por pequeño que sea.

Esta semana llegan a España para presentar su último álbum en cuatro fechas que parten de un sold out rotundo, a excepción de su concierto en Vigo, que aún tiene localidades a la venta. No es la primera vez que Wilco se acerca a nuestro país y, aunque “The Whole Love” no cuenta con el beneplácito de todos sus fans, esta vez parece especial. En realidad, cuando se trata de Wilco, todas lo son.