Persecución contra una minoría: México siglo XXI
Carlos Martínez García
En el siglo XIX en ningún otro país de América Latina se perpetraron tantos ataques violentos contra los protestantes como en México. Cuando leí el anterior aserto en la voluminosa obra de Hans-Jürgen Prien (Historia del cristianismo en América Latina, Ediciones Sígueme, 1985, p. 775), me propuse que en algún momento intentaría hacer una recopilación de casos en los cuales se diera cuenta de esas persecuciones y sus trágicos saldos. Desde las primeras conversaciones que tuve con Carlos Monsiváis, en 1988, hasta nuestros postreros encuentros, pocos meses antes de su deceso, uno de los temas recurrentes en las charlas era el de la intolerancia contra los protestantes y el casi absoluto silencio de sectores que él esperaba se solidarizaran con los perseguidos. Le irritaba que, por cierta inercia cultural, se siguieran reproduciendo estigmas contrarios a los derechos de quienes optaban por una creencia religiosa distinta a la tradicional y fuesen hostigados por ejercer esa elección. Siempre interesado en la invisibilización, arrinconamiento y/o franca hostilidad contra las minorías, Carlos Monsiváis dio amplio espacio en su vastísima obra intelectual a las persecuciones simbólicas y físicas contra las minorías de distinta índole. El corpus de sus escritos en defensa de protestantes perseguidos en distintas épocas y lugares de México no ha recibido atención debida por parte de la comunidad lectora de Monsiváis. Además de los escritos mencionados, siempre estuvo dispuesto a participar en foros, conferencias y mesas redondas sobre el tema. Gracias a la insistencia de Carlos escribí un libro titulado El martirio de Miguel Caxlán: vida muerte y legado de un líder chamula protestante (Editorial Cajica, 2008). Siguió urgiéndome para que le diera cauce a la lista de persecuciones contra protestantes en el siglo XIX que había compilado, pero a la que no le había dado forma definitiva para ser publicada. Tras distintos contratiempos y vericuetos he completado la tarea, que será dada a conocer como libro por CUPSA y el Comité Pro Derechos Humanos y Tolerancia Miguel Caxlán. Retomo lo afirmado por Jürgen-Prien, sobre que de toda Latinoamérica fue en México donde se cometieron el mayor número de casos violentos contra protestantes. Él sostiene, y con toda razón, que en el siglo XIX el número de mártires protestantes se eleva a 59, entre los que vale la pena advertir sólo un extranjero. Se trata, pues, de protestantes mexicanos, victimados por católicos mexicanos. En efecto, el peso fuerte de la labor misionera evangélica descansaba desde fechas tempranas sobre los hombros de los mexicanos, de manera que en 1892, del total de 689 colaboradores que trabajaban en México, 512 eran mexicanos. El único protestante extranjero (estadunidense) víctima mortal de la intolerancia fue el misionero John L. Stephens, de la Iglesia congregacional. El hecho tuvo lugar en Ahualulco, Jalisco, el 2 de marzo de 1874. Junto con él cayó abatido por la horda linchadora Jesús Islas. El número de víctimas mortales proporcionado por Jürgen-Prien está tomado de un recuento hecho por una fuente periodística protestante: El Abogado Cristiano Ilustrado, de fecha 15 de febrero de 1888, p. 2. Pocos años después otro periódico, El Evangelista Mexicano (26/VI/1890) reportaba que “sesenta y cinco protestantes han sido asesinados por los romanistas en los muchos motines que la Iglesia romana ha levantado contra el Evangelio en México […]” (citado por Alicia Villaneda, Periodismo confesional: prensa católica y prensa protestante, 1870-1900, en Álvaro Matute, Evelia Trejo y Brian Connaughton (coordinadores), Estado, Iglesia y Sociedad en México, siglo XIX, UNAM-Miguel Ángel Porrúa, 1995, p. 355). El cúmulo de persecuciones y asesinatos padecidos por la comunidad protestante en nuestro país llevó a Carlos Monsiváis a escribir que al protestantismo mexicano lo nacionaliza, si el verbo tiene sentido en materia religiosa, el número de víctimas o, desde otra perspectiva, de mártires. La historia de las persecuciones es atroz. Y es impresionante el número de templos quemados o lapidados, así como el número de comunidades hostigadas en grados que incluyen con frecuencia el linchamiento, el número de pastores y feligreses asesinados o abandonados muy mal heridos (Protestantismo, diversidad y tolerancia, CNDH, 2002, p. 23). En el siglo XIX contribuyó mucho a la estigmatización de los protestantes la imagen de ellos difundida por los medios oficiales y oficiosos católicos. Se les tildaba de anti mexicanos, aliados a los intereses políticos y económicos estadunidenses. Cuando en 1876 ya existían bien consolidados núcleos evangélicos en la nación mexicana, El Amigo de la Verdad, que se publicaba en Puebla, se lanza por igual contra liberales y protestantes: Aquí la impiedad y la herejía son antipatrióticas. Atacar aquí al catolicismo es combatir el vínculo más fuerte y duradero que ata a los corazones de los mexicanos, es combatir a la Patria misma. Hacer aquí profesión de protestante, es declararse francamente traidor a Dios y a la Patria y llamarse liberal es llamarse amigo de los enemigos de nuestra nación (citado por Alicia Villaneda, p. 335). En buena parte los casos actuales de persecución contra protestantes mantienen continuidad con el molde mental del siglo XIX. Se les persigue porque son ajenos, extraños y peligrosos a la cohesión social que no admite diversidad.