Tierra donde abunda el agua

Tierra donde abunda el agua

Eraitzicuitzio – Guayangareo
Tierra donde abunda el agua

Irapuato

José Félix Zavala

Eraitzicuitzio se puede ver con mirada hacia adelante o en retrospectiva, el resultado es el mismo, el tiempo se detiene en los lugareños, para ser pintado por Antonio González Juárez y apuntar lo sucedido el cronista, J. Jesús Félix Magaña.

Este lugar, donde abunda el agua, lo escogió el Dios Curicahueri para el encuentro de sus hijos, el príncipe purèpecha Uacux y la diosa luna Cuitzi. De este encuentro nace un pueblo, que desde que se empezaron a contar los días de diferente manera y fue esto cuando llegaron los extraños, ya han pasado cuatrocientos cincuenta años o un poco más.

Eraitzicuitzio, Guayangareo, – Irapuato – se abre camino entre sus bosques de mezquites, como los bosques de Las Animas, de San Miguelito y de San Juan.

Este pueblo levanta su vista hacia “el país de las siete luminarias” en los cerros del Huilote, Buena Vista y Arandas, mientras se baña en las riberas del río Silao que baja por las faldas del cerro de Arandas.

Esta tierra bendecida por los dioses purèpechas y chichimecas, bendecida para la abundancia, esta tierra de frontera entre el pueblo tarasco y la Gran Chichimeca, fue conquistada bien a bien no se sabe sí por Juan De Villaseñor y Cervantes o Nuño De Guzamàn.

Concedida primeramente como merced de tierras o estancia para ganado mayor, a quienes tenemos por fundadores españoles: Francisco Hernández, Francisco Sixtos, Esteban Gamiño, Andrés y Antonio López, por cédula real del rey Carlos V, y dice la tradición que fue con fecha del 15 de febrero de 1547, estando de visita el obispo Vasco de Quiroga.

El historiador Pedro Martínez de la Rosa, según me mostró carta y documento, el cronista Jesús Félix Magaña, le informó que encontró un documento en el A.G.N., donde que el 30 de abril de 1557, a un tal Francisco Hernàndez, el virrey Luis de Velasco le concede merced de estancia en este lugar llamado Irapuato.

Posteriormente se encontró otro documento en el A.H.G. donde en el mismo tenor, Francisco Hernàndez concede una parte de las tierras de su estancia de Irapuato o Guayangareo a Pedro Gómez y Gerònimo Giralde.

A pesar de la fecha, 15 de febrero de 1547, que se tiene como la de la fundación de Irapuato, la fiesta patronal de la ciudad es la del 24 de abril o la del 30 del mismo mes, y es con este tipo de festividad con la que se acostumbraba dar por iniciada cualquier fundación española o congregación de indios en la época de la invasión europea.

Para Irapuato la del 24 de abril es el día de San Marcos, patrono titular o pudiera ser también la del 30 del mismo mes, día dedicado a Nuestra Señora de la Soledad, fecha coincidente con documentos referentes a mercedes concedidas por Luis de Velasco.

Cabe hacer mención que la parroquia de Irapuato tiene cura beneficiado según documento encontrado en los archivos de la Parroquia de la Soledad desde 1564 y que para 1574 Irapuato pertenece a la Alcaldía mayor de Guanajuato y es considerado un pueblo de indios, fechas cercanas a la de la fundación, según la tradición.

Los verdaderos fundadores son pues, los pueblos purèpechas y chichimecas, dueños inmemoriales de estas tierras, recuérdese que junto a la antigua laguna, como era el lugar donde se encuentra ubicada la ciudad, se han encontrado cuesillos y osamentas, que indican poblamiento de la zona anterior a la fundación española.

Se dan los primeros asentamientos indígenas, después de la concesión de mercedes de tierras y estancias para ganado, en el lugar que ocupa actualmente Irapuato.

Primero el de los purèpechas o Tarascos, ubicado junto a donde se encuentra el Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia, o el llamado templo del Hospitalito y el otro el de los otomìes, venidos como apoyo a los españoles invasores, que se encontraba junto al templo de San José y formaban un barrio aparte.

Los otomìes fueron pueblos civilizadores mesoamericanos traídos por los invasores a estas tierras para “pacificar” y poblar la zona de la Gran Chichimeca, en las incursiones al norte del continente, del camino de la plata y de la región del pacifico.

Las calles de Irapuato se fueron formando según los cauces de los ríos, tomando sus nombres según la ubicación, por algún suceso notable o por el oficio de sus moradores, siendo la primera la que conocemos hoy día como la calle de Cortazar y así siguieron la del Oidor, la del Zapatero, la del Cerezo, la del Socorro, la del Refugio, la de los Palos, la de La Tanda y otras más.

Fueron naciendo poco a poco otros barrios como el de San Miguel, San Francisco, San Cayetano, Santa Ana, el pueblo de Jaripitìo, las haciendas y los ranchos que ahora son parte de la ciudad o del municipio.

A finales del siglo XlX, quién llegaba a Irapuato por tren, debía salir de la estación pasando por donde estaban los hoteles y el nuevo molino, tomando después por La Calzada y subiendo el puente de 5 de mayo, hasta la Calle Real que da a la Plaza Chica y luego a la Plaza de Armas, siguiendo por el hospital y Guadalupe, rumbo al panteón y la salida a Pènjamo.

Volviendo a los inicios de Irapuato se cree, como todo este tipo de eventos dados durante la invasión occidental a este continente, que la primera misa en el actual Irapuato se dijo en el lugar que hoy conocemos como La Plaza de la Fundación, origen también del Hospital de Indios y dejado bajo el patrocinio de Nuestra Señora de la Misericordia.

Este templo y hospital, mas su patrocinio femenino, son símbolo de unidad de los pueblos originarios de América, debido a su gran religiosidad, sobre todo a la madre de los dioses, coincidente con la veneración católica a la Virgen María, creándose un sincretismo que perdura hasta la fecha y mantiene la identidad social.

Poco después y con la llegada de los otomìes se construyó el barrio y el templo de San José, para que estos se congregaran, posteriormente vino la edificación de La Parroquia, que tuvo como primer cura a Diego Antonio Hurtado de Mendoza.

Después vinieron: La construcción del Convento Franciscano y sus quince capillas mas el templo de La Tercera Orden, con un gran atrio, panteón y huerta, todo esto o casi, destruido con el paso de la vida en esta ciudad, luego siguió la construcción de la iglesia grande de Guadalupe, continuando con el Santuario de Nuestra Señora de la Soledad. Son las construcciones religiosas más valiosas con que cuenta la ciudad actualmente.

Los primeros benefactores de Irapuato fueron el padre Ramón Barreto de Tàbora, que donó bienes para la construcción de los conventos de San Francisco y de las Monjas de la Enseñanza junto con la viuda Juana Josefa de Arroyo, que además donó dinero para el templo grande de Nuestra Señora de Guadalupe, de allí vinieron más benefactores de la ciudad, según la costumbre piadosa del siglo XVlll.

En este lugar pues, donde confluye la fertilidad del suelo, la abundancia de agua y la benignidad del clima, se va formando Irapuato, forjado por sus habitantes a fuerza de trabajo, para el año de 1826 ya se le reconoce oficialmente, es un pueblo próspero, es la Villa de San Marcos Irapuato.

Abundan para ese entonces en sus campos el maíz, el trigo, la cebada. Ya existe por esa época como pueblo dependiente de la Villa, Jaripitìo, 28 haciendas y 69 ranchos, muchos telares que se traducen en frazadas, rebozos, y jorongos. Aparecen los artesanos por todos los rumbos, comenzando por los talabarteros, alfareros y albañiles, después llega la fresa, los arboles de mora y el ferrocarril.

Irapuato, Iritzicuitzio o Guayangareo es el lugar donde convergen los caminos, es el centro de la patria.

Ningún lugareño debe olvidar el barrio tarasco del Surumbe, donde Nuestra Señora de la Misericordia posa sobre una peana de madera sobredorada y una media luna árabe plateada, mientras viste un manto de Damasco y porta una corona.

Es el lugar donde se dijo la primera misa en la región, es el símbolo del mestizaje, allí se levantó la Cofradía de los indios, organización que dio origen al justo levantamiento indígena contra la imposición del nombre a la población que dejaba de llamarse solamente Irapuato para ser llamada San Marcos Irapuato

El poder y la organización de los tarascos, los hizo propietarios, por medio de la Cofradía, no existía otra forma legal para hacerlo, de las haciendas del Corral, Corralejo, La Virgen del Hospital, del Hospicio de la Santísima Virgen y del rancho del Señor de la Misericordia.

En el lugar conocido como el Hospitalito, da inicio con la llegada de los invasores, el culto al nuevo Dios, los indios construyen como lo hicieron sus antepasados en Tula, ahora un templo con moldes nuevos, en forma de cruz latina, bóveda de cañón corrido, cúpula con tambor y base hexagonal, torre y fachada barrocas.

Se tiene como fecha de inicio de la construcción del Hospital de indios de Nuestra Señora de la Misericordia el año de 1617 y como término de esta el año de 1681 y ya para 1705 los tarascos se rebelan y se quejan contra el procurador de indios en la ciudad de México y señalan a Irapuato como pueblo de indios.

Para 1733 se construye el hermoso frontispicio del templo que conocemos como el Hospitalito y para 1748 llega a la ciudad y a este mismo templo un Cristo llamado de la Humildad y que se venera hasta la fecha con el nombre del Santo Cristo de la Misericordia.

En estas circunstancias los indios constructores le dieron lugar a su ideología y creencia culturalmente milenarias, esculpiendo en lugar privilegiado al Sol y a la Luna, en la fachada lateral una figura antropomorfa, signo inequívoco de su pensar milenario sobre el mundo, el cosmos y la divinidad.

Donde se encuentra la Plaza de la Fundación y el templo del Hospitalito es sin duda el lugar más representativo de la ciudad, por ser el lugar del dominio tarasco y de inicio de la ciudad en Irapuato. Ya no existe el Hospital de indios.

Existe en esta Plaza de la Fundación un mural realizado en piedras de colores por Salvador Almaráz representando la historia de Irapuato desde sus orígenes, pasando por la invasión española.

También existe un mural de Luis Aragón donde se expresa por medio de símbolos y figuras el origen inmemorial de los primeros habitantes de este lugar y la invasión española con su mestizaje en Irapuato.

Las monjas de la Enseñanza de México fundan en esta población un convento y templo, orgullo local y se dedica a la preparación y educación de la niñez femenina, mientras que para 1761, en un 17 de julio se funda el convento de San Francisco siendo su primer Prior, Fray Domingo de Villaseñor.

Se levantan los primeros portales, conocidos actualmente como Portal Libertad, por el año de 1736.

La llegada del ferrocarril, la orientación que se da a la exportación de los productos agrícolas, los productos agroindustriales y la pequeña industria del vestido, han hecho de Irapuato una ciudad de gran importancia en el estado y en el país.

Para principios del siglo XlX eran quince mil los habitantes y con el desarrollo mencionado pasó rápidamente a cincuenta mil habitantes, teniendo en cuenta que con ello los comerciantes y la banca, entraron a darle un nuevo impulso a la población.

El palacio municipal ya ubicado en el antiguo colegio de la Enseñanza, el hospital civil, los puentes sobre el río, el jardín de San Francisco, y las huertas con frutales y hortalizas, le daban un aire de prosperidad, lo mismo que sus ranchos y haciendas.

Cuando se le reconoce oficialmente como ciudad en el año de 1893, ya tiene un hermoso paseo que es la Calzada de Guadalupe, dos curas contando el de Jaripitìo, doce templos, cerca de setenta profesionistas y doscientos burócratas.

La actividad industrial crecía rápidamente entre telares y tenerías, zapaterías, talabarterías y productos como el jabón, velas, pastas y muchìsimos otros más. Junto a esto un gran comercio y servicios como imprenta, molinos, peluquerías, fotógrafos, baños, hoteles y ranchos que se poblaban rápidamente como La Calera, Tomelopitos, Carrizalitos, Lo de Juárez.

Sus tradiciones aumentaban: La garbanza, las gorditas de trigo, el pan de horno, el alfeñique, las gardenias, las tardes de serenata, las mujeres obreras, la cigarrera, la cerillera, los tranvías tirados por mulas, las fiestas de diciembre, la feria de la fresa, el duelo a la Virgen de la Soledad, el culto al señor de la Misericordia, las fiestas de los barrios, la fiesta de san Cayetano.

Brotan los nombres de sus ciudadanos distinguidos durante su transcurrir del tiempo como el del P. Juan Nepomuceno García, iniciador de la tradición de la fiesta de los barrios, la señora Guadalupe de Vargas fundadora del actual hospital civil, el torero Arcadio Ramírez, el primer impresor Vicente Cervantes, la religiosa Magdalena Vargas Galeana, el historiador Luis Chàvez Orozco, los obispos Ròmulo Betancurt, J. Jesús Rico y Samuel Ruiz García, Pedro Martínez, iniciador de las escuelas municipales, el pintor Salvador Almaraz, el periodista y cronista Eduardo M. Vargas.

Es verdaderamente grato, detenerse en el templo otomì llamado San José, obra escultórica interpretada por los grandes escultores de los templos toltecas, está hecho en forma de cruz latina, simula tres naves, bóveda de cañón corrida, cúpula de tambor con base octagonal, torre de cuatro cuerpos y un remate, parece esculpida en cera.

Los nichos de la fachada están acortinados con cantera labrada bellamente, una escultura de San José preside desde lo alto, el Cristo de la portada no deja lugar a distracción de la vista, lo contemplan María y Juan, formando un Calvario en cantera rosa antigua, es la doctrina cristiana que facinarìa al indio, por la semejanza con la suya, los ángeles con caras de indios vigilan, en un sincretismo puro. Hay dos pasillos entre columnas de orden corintio.

Irapuato: estancia y merced de tierras en 1547, Congregación de indios en 1589, Villa de Irapuato para 1825, ciudad en 1893, esa es la casa de todos nosotros.

Sus fresas importadas de Francia en 1849 por Nicolás Tesada, plantadas en su almácigo a orillas del río Guanajuato y comercializadas por Carlos Drogge y Joaquín Chico, son nuestro emblema.

Salvador Almaràz y Luis Aragón sus pintores, Eduardo M. Vargas y J Jesús Félix Magaña sus cronistas.

El Colegio de la Enseñanza, nuestro orgullo, la Plaza de la Tanda el lugar de reunión.

José Félix Zavala.

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Septiembre del 2000.

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