Una imagen y una devoción

Por José Félix Zavala

“Oh Señor del Santo EntierroPor tu Cruz, muerte y pasión Al final de este destierro Danos paz de salvación”

“Es juicio personal del suscrito, que la imagen del Señor del Santo Entierro data de más lejos de las guerras de independencia, por su hechura y por su desgaste que manifiesta en su estructura.

En los libros de la Notaría Parroquial encontré el escrito, noticias y por eso se que bastante antes de la excomunión del Cura Hidalgo ya se dan noticias del Señor de Santo Entierro.”

“Que el Señor del Santo Entierro siga siendo el centro religioso de San José”

“A causa de los cimientos prehispánicos que había en la actual ciudad de San José Iturbide se le dio el nombre primitivo de Casas Viejas”

“En este lugar existieron al noreste de la ciudad edificios prehispánicos que percuden la preexistencia de una población notable. Esta conjetura no carece de fundamentos, ya que los restos humanos, los utensilios como son las vasijas en forma de pie humano con dedos muy abiertos y figurados en el talón de las hendiduras son comunes en los pies de los antiguos habitantes de esta zona, también las pipas de barro con figuras de aves, las armas de pedernal y otras muchas cosas encontradas cuando se abrieron los cimientos para la población actual”. P. Salvador Medina G. 1952.

Para 1590 se funda en lo que se conoce como San Luis de la Paz la primera misión jesuita en territorio mesoamericano y abarcó toda la región, incluyendo lo que ahora es San José Iturbide y siendo ellos los fundadores de la Iglesia en esta ciudad y la explotación de minas, ganadería y cría de ganado, en forma muy eficaz.”

Para 1750 con la secularización de las misiones de la Sierra Gorda a cargo del llamado Conde de La Sierra Gorda, José de Escandón, y con las autorizaciones del Arzobispo de México Rubio y Salinas y las del Virrey en turno, conde de Revillagigedo se establece en la prehispánica ciudad de Casas Viejas una ayuda de parroquia dependiente de la de Xichú de indios en 1754.

Las Haciendas de Charcas, El Capulín, San Diego y San Jerónimo, las tres últimas convergiendo en La Venta o Camino Real de la Plata, serán las beneficiadas con esta medida y se dejará la ayuda de parroquia, que 15 años después será parroquia con plenos derechos, bajo la advocación de Señor San José y se comienza la fundación de un templo que sustituirá a los de los jesuitas, ya levantados en la zona como capillas de hacienda y serán, abandonados por ellos en forma definitiva con su expulsión pocos años más tarde.

Tenemos como ejemplo el de Charcas o el de San José Iturbide, que parecen no tomarse en cuenta y sin embargo son las constancias de las misiones jesuitas en la zona y de la fundación de la Iglesia en el ahora noreste de Guanajuato y forman parte de macizo montañoso que se llama la Sierra Gorda.

Para la mitad del siglo XVIII, cuando se solicita la Vicaría Fija en Casas Viejas, dependiente de la parroquia de Xichú de Indios, todos los frailes evangelizadores del siglo XVl, habían pasado por la intención de congregar y reducir a los chichimecas de la Sierra Gorda, sin lograrlo y siempre con la ayuda militar de los españoles y los indios aliados venidos con ellos del Altiplano Central de México.

Fueron primeramente los Agustinos, por 1522, desde Xilitla, posteriormente los Franciscanos, después los Dominicos en el semidesierto y en la Sierra Gorda, en la parte que ahora corresponde al noreste de Guanajuato, fueron los jesuitas a partir de finales del siglo XVl.

La Sierra Gorda se mantuvo en pie de guerra, primero en la guerra frontal como la narra Gonzalo de Las Casas y posteriormente en guerra de guerrillas, que terminará con el exterminio que hacen José de Escandón y que da fin con la reducción de los pocos jonaces que sobrevivieron y que ahora se encuentran en Chichimecas, cerca de San Luis de La Paz.

La Zona arqueológica de Casas Viejas, en Atarjea, Guanajuato, y en el corazón de La Sierra Gorda, nos muestra una ciudad minera prehispánica y junto a ella las minas de mercurio, fuente de ingresos principales y de relación comercial con el Golfo y el Altiplano de México.

Es por ello que se puede dar la visita pastoral, a la parroquia de Xichú de Indios, ahora llamada Victoria, del Arzobispo de México, a donde pertenecía La Sierra Gorda y en la parte más poblada y alejada de esta, funda una Vicaría Fija, ese lugar es Casas Viejas y cuyo patrono de esa vicaría sería Señor San José,, el patrono de la llamada Nueva España.

El Culto al Señor del Santo Entierro es otra de las posibles pruebas de la preexistencia de una buena y abundante población en Casas Viejas de gente principalmente chichimeca y la conservación de esta a base de tradición oral como era la costumbre científica de las escuelas mesoamericanas y los antecedentes prehispánicos, clásicos para la fundación de templos y reducciones de indios, como lo fueron más tarde las regiones de Jalpan, Concá, Tilaco, Tancoyol y Landa, donde surgieron las llamadas Misiones de La Sierra Gorda y cuya duración no fue más allá de 16 años la más larga.

Los documentos que nos dan para la construcción de la actual parroquia nos hablan de capillas ya existentes en el lugar y en la región, como lo demuestran los cimientos de la Santa Casa de Loreto o la capilla escondida en La Glorieta, entre otros lugares. La presencia de los jesuitas desde San Luis de La Paz hasta Xichú que ya no era su territorio, sino de los frailes franciscanos

No es posible la falta de intentos de fundación de templos o capillas desde 1522 con la incursión de Cortés en la Sierra Gorda, o de 1528 con la incursión de Nuño de Guzmán también en la zona o por la apertura de las minas de Zacatecas, Guanajuato y San Luis Potosí buscando salida al mar por La Sierra Gorda o por Querétaro y la incursión de los jesuitas y su injerencia en la industria minera desde la mitad del siglo XVl y principalmente desde 1590 en San Luis de La Paz y El Palmar de Vega hoy Pozos

Es claro según el historiador local Jesé Luis Morelos que la vicaría fija de Casas Viejas no fue donde se encuentra la actual sede parroquial y que la separación y secularización en ese tiempo de las parroquias exigía un templo expreso para el fin del Arzobispo de México.

El Señor del Santo Entierro es de estatura natural con goznes en los hombros y en el cuello, con venda negra bordada, colchón y almohadas de raso, cojín de raso y seda bordado, sábanas y sobrecama de seda, corona de espinas de plata, clavos también de plata, cendales de seda y lino, según lo describen y recostado en un colchón dentro de una urna y establecido en el templo de La Santa Casa, que nos indica una tradición más larga que la de 1754.

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