El espejismo del arte contemporaneo

Juan Soriano y el espejismo del arte contemporáneo

Javier Aranda Luna

Al os siete años empezó a pintar laminitas impulsado por Chucho Reyes Ferreira, quien le enseñó en su casa, mediante libros de arte y antigüedades, a entender lo hermoso. El gusto que adquirió por el arte le permitió inventar con Luis Barragán un pasatiempo en su adolescencia: Me enseñaba un libro con imágenes escultóricas o de pintura para preguntarme sobre estilos, épocas y autores, y como yo me sabía de memoria miles de cuadros y esculturas, acertaba. Después, a los 14 años, Juan Soriano decidió formalmente pintar. El artista, que a decir de Juan García Ponce logró unir en sus obras la extrema animalidad con la absoluta espiritualidad, nos habla de sus experiencias con la pintura, de los prejuicios que existen en este arte, del fascismo de Picasso.

–¿Qué opinas de la pintura de nuestros días?

–Hace mucho ruido. Cuando entro a una sala de eso que llaman pintura moderna, en la mayoría de los casos oigo como un estruendo, como si de repente tocaran varias orquestas o grupos de mariachis con el afán cada conjunto de dominar a los demás. Yo creo que una obra, la que sea, si no provoca un silencio interior, no es buena.

–Pero dirán algo importante…

–Los pintores, cuando son pintores, siempre dicen cosas importantes, los que no dicen son los que se equivocaron de vocación. Yo en este sentido no sé todavía si erré mi camino. De lo que estoy seguro es de que si a alguno por azar le tocó ser pintor en el siglo que sea, y aunque su producción sea escasa, puede decir cosas maravillosas. Los que no llegan a ser pintores no dicen nada, sus obras desaparecen como la hierba o quedan como objetos curiosos, como han quedado muchas vírgenes del Renacimiento italiano, que valen sólo como antigüedades.

Con la plástica mexicana pasa lo mismo. Hay grandes cuadros de Tamayo, Orozco, Hermenegildo Bustos, Toledo, Cuevas y Rivera que me parecen maravillosos. No sé si con el tiempo lo sigan siendo; de no ser así, de todas maneras nos han ayudado a vivir, y eso se agradece. Los críticos y los poetas podrían decirnos qué cuadros es posible que queden. El problema con los escritores que hablan de pintura, y si son gentes como Paz, Villaurrutia, Fuentes, es que escriben tan bien que llega un momento en que no se sabe si son sus escritos los que tienen un valor poético o lo posee a lo que se refieren. Esto pasó con Baudelaire: tiene páginas divinas sobre algunos pintores que ahora no son siquiera estimados.

–¿Crees como Picasso que el arte es una mentira que nos acerca a la verdad?

–En primer lugar no creo que él sea un pintor. Es una especie de fenómeno moderno que constituye esa gente quien sin ser artista quiere mandar, ser poderoso. Picasso quiso destruir la pintura; hizo un popurrí de formas, agarró pedazos de El Greco y de todo el mundo y los batió y los hizo collages. Con los cuadros inconclusos de Cézanne creó el cubismo. Cézanne lo hubiera matado a él y a sus seguidores porque buscaba hacer cuadros y no chistes. Muchos dicen que dibuja de maravilla, pero lo único que hizo fue copiar dibujos griegos y etruscos. Siempre pintó a la manera de. Su éxito lo encontró entre los intelectuales medios, pues los grandes intelectuales nunca lo vieron como artista. El arte es modesto, no una hecatombe.

La época que vivió Picasso es muy triste para nuestra historia porque coincidieron en ella gobernantes y pintores que hicieron a un lado sus obligaciones y trataron de destruir todo. Así nació el fascismo de Stalin, Mussolini, Hitler y el de los seudopintores que quisieron destruir todo. Esto aún lo padecemos, ya no hay tradición, se acabó; ahora lo que vale es recortar de un periódico algo, pegarlo con un clavo y darle una puñalada. Eso no es arte. La obra de Picasso es un espejismo de poder. Lo difícil en este oficio es que seas humildemente tú, que seas capaz de expresar algo.

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