La fuerza de la culpa y el dolor

Alejandro García Abreu

La Jornada Semanal

 

La obra de Francis Bacon surge de la pérdida y del dolor. De ello da cuenta Francis Bacon: Catalogue Raisonné, editado por Martin Harrison –experto en el trabajo del artista– y publicado por The Estate of Francis Bacon y heni Publishing en 2016, en Londres. También lo detalla el complemento del catálogo, una plataforma digital creada por los herederos del artista, heni y el coleccionista Joe Hage. Ambos proyectos ofrecen innumerables hallazgos y detallan la vida y la obra de Bacon.

Nacido en Dublín el 28 de octubre de 1909, de padres ingleses, Bacon dejó su hogar a los diecisiete años, viajó a Berlín y luego a París. Se estableció en Londres en 1925, trabajó como decorador de interiores y comenzó a pintar. Aunque su trabajo autodidacta atrajo interés a fines de la década de 1930, su avance se produjo en 1944, según se narra en un catálogo de la casa de subastas Sotheby’s. El tríptico esencial de 1962, Tres estudios para una crucifixión, es el inicio de una etapa en la obra de Bacon marcada por la tragedia personal y el éxito crítico. La primera gran retrospectiva de Bacon se inauguró en la galería Tate y coincidió con la muerte de su primer gran amor y musa: Peter Lacy, afirman los autores del catálogo.

El artista dijo que su primer tríptico a gran escala fue pintado durante una quincena en la que bebió alcohol excesivamente, “un método de trabajo que rara vez le dio resultados, pero en ese caso lo liberó”. El día de la inauguración, en medio de telegramas laudatorios, un mensaje le informó de la muerte de Lacy en Tánger. Se había separado de Lacy algunos años antes. Tras la muerte de su examante por consumo excesivo de alcohol, Bacon resultó muy afectado, aseveran los editores de The Estate of Francis Bacon y heni Publishing. “En 1963 Bacon pintó el oscuro y ambiguo Paisaje cerca de Malabata, Tánger, en memoria del lugar de descanso final de Lacy.”

En 1971, el artista cavilaba sobre su retrospectiva en el Grand Palais de París, “un honor excepcional para un pintor vivo”. Dos noches antes de la inauguración y “en cruel simetría con la experiencia de Bacon en la muestra de la Tate en 1962”, George Dyer –su amante– fue encontrado muerto. Se quitó la vida con una sobredosis de barbitúricos y alcohol en un baño en el Hôtel des Saints-Pères. Después del suicidio de Dyer, el arte de Bacon se interiorizó: “parecía tomar las noticias con un desapego extraño. Una serie de pinturas realizadas en los años posteriores registran la verdadera fuerza de su dolor”.

La serie incluye los trípticos negros. “El más sombrío y quizás el más grande de estos testamentos es Tríptico mayo-junio de 1973, una obra de sencillez monumental y grave, en la que las circunstancias de la muerte de Dyer se vuelven a representar. […] Bacon, sin embargo, no había renunciado al deseo. En sus últimos años y con una salud en declive –se le extrajo un riñón canceroso en 1989–, disfrutó de una relación apasionada con un joven español culto, que había conocido en 1987. Contra el consejo de su médico, Bacon viajó a Madrid en abril de 1992. A los pocos días de su llegada enfermó gravemente y fue llevado a una clínica. El 28 de abril sufrió un infarto y murió”, concluyeron los editores de The Estate of Francis Bacon y heni Publishing.*

En el ensayo “Las válvulas de la sensación”, el historiador del arte Michael Peppiatt sostiene: “la preocupación de Bacon por la violencia, la tragedia y la muerte le dio fama internacional. Durante la década anterior, su carrera y reputación se habían fortalecido. A pesar de la muerte de su amante, George Dyer, la retrospectiva de Bacon en el Grand Palais de París fue la culminación de todo por lo que se había esforzado.”

Bacon, coligió Peppiatt, abordó el trauma: el suicidio de Dyer en la habitación del hotel que compartieron en el período previo a la exposición del Grand Palais. “Aunque parecía tomarse con calma esta catástrofe y el festejo de su inauguración en París, Bacon experimentaría un arrepentimiento duradero por la muerte del hombre que había sido su amante y musa desde principios de la década de 1960.” Según Peppiatt, en un intento por conmemorar a Dyer, así como por “exorcizar sus sentimientos de culpa”, Bacon realizó la serie de trípticos negros que culminaron con Tríptico mayo-junio de 1973, que retrata el final de la vida de Dyer. Bacon visitó París con frecuencia durante ese período “y, a partir de 1974, comenzó a trabajar en un estudio al lado de la Place des Vosges, como si buscara revivir el trágico acontecimiento de cerca mientras lo transformaba en arte. Los trípticos negros pueden verse específicamente enfocados en una tragedia personal que el artista se vio obligado a expiar”, escribió Peppiatt. La culpa y la expiación se convirtieron en ejes de su obra ante el choque emocional de la muerte voluntaria.

 

 

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