Medio siglo con Lutero: los grandes documentos de 1520

Medio siglo con Lutero: los grandes documentos de 1520

– Leopoldo Cervantes-Ortiz –

La Jornada Semanal

Tras las celebraciones por los quinientos años de los inicios de la Reforma luterana en 1517, en 2020 se conmemora el medio milenio de la publicación de los tres documentos mayores de Martín Lutero: “A la nobleza cristiana de la nación alemana” (agosto), “La cautividad babilónica de la iglesia” (octubre) y “La libertad cristiana” (noviembre). El movimiento iniciado por Lutero había atravesado ya por diversas etapas en los poco más de dos años transcurridos hasta 1520, “el año milagroso de Lutero” (Thomas Kaufmann).

Entre la apertura del proceso romano y la promulgación de la bula Exsurge Domine (junio de 1520), Lutero desarrolló sin descanso una fuerte ofensiva de publicaciones. Dos sucesos antecedieron la redacción de los grandes documentos reformistas: la Disputa de Heidelberg (1518) y la disputa en la Universidad de Leipzig (1519). La postura de Lutero hizo imposible la reconciliación. Kaufmann destaca que el reformador supo aprovechar para sus fines la imprenta como nadie antes.

En el primer documento, Lutero se dirigió
a las autoridades seculares, porque ya no aceptaba la tesis medieval de la superioridad del orden eclesiástico. Fue una sólida puesta en marcha de un proyecto de independización de la sociedad alemana de las imposiciones venidas de Roma. Joaquín Abellán explica que los nobles alemanes ansiaban liberarse de la intromisión de la Iglesia romana. Hoy se diría que un religioso estaba faltando al respeto a la separación entre el Estado y las Iglesias e invadiendo una zona completamente ajena. Lutero se refiere a las “tres murallas” del poder papal y socava profundamente su autoridad, cuestionando su papel como intérprete de la Biblia, entre otras cosas. Además, demostró los manejos económicos de la Iglesia romana en los territorios alemanes. Afirmó que la sede del catolicismo romano “es un centro de negocios que está dejando a Alemania sin dinero”, y calificó esas acciones como usura.

Propuso a continuación un audaz programa de reformas dirigido por los príncipes: organizar una nueva Iglesia, crear escuelas, acabar con la mendicidad, reorganizar la caridad, cerrar burdeles y clausurar monasterios. El resultado fue una total redefinición de las responsabilidades de las autoridades religiosas y laicas. Se sentaron las bases para una nueva forma de comprensión de la fe y de la convivencia social, con todo y que las marcas de la modernidad no tardarían en hacerse presentes en la progresiva independencia de los poderes civiles.

“Una vez demolidas las tres murallas con que Roma se defendía, ahora el ataque será al interior de la ciudad, contra lo que hay dentro de la Iglesia” (Rafael Lazcano). El título de la segunda obra alude al cautiverio de Israel en la antigua Babilonia, esto es, que ahora la Iglesia se encontraba prisionera del papa y el pueblo cristiano había sido reducido a cautiverio. Lutero estaba convencido de que la Iglesia romana era Babilonia y se propuso liberarla de las tres cadenas con que la fe estaba sometida: la teología de los sacramentos, la doctrina de la transustanciación y la teología del sacrificio de la misa. Con el cautiverio babilónico, el reformador se lanzó contra todo el sistema sacramental católico. La negación de cinco de los siete sacramentos fue absoluta, pues la base de los únicos dos (bautismo y eucaristía) es que hubieran sido instituidos por Jesús. Su defensa del derecho de los laicos a la eucaristía completa marcó una pauta para su propia evolución teológica. El nuevo vocabulario sacramental que creó, su visión dominada
por la doctrina del sacerdocio universal y su radical perspectiva sobre la libertad de cada creyente, perfilaron la posibilidad de una nueva Iglesia.

Jean Delumeau se refirió al tercer documento, “La libertad cristiana”, como “la obra más bella del Reformador” y destacó sus elementos principales en los términos de la religiosidad individual. El origen bíblico de este texto son las palabras de San Pablo en i Corintios 9:19 y el pórtico es un resumen completo: “El cristiano es libre señor de todas
las cosas, y no está sujeto a nadie. / El cristiano es servidor de todas las cosas y está supeditado a todos.” Para él, “ninguna cosa externa puede hacer que el hombre interior sea libre y piadoso”, pues toda acción ajena al creyente resultaba inútil. Lo único que podría hacer de la persona interior libre y piadosa era la palabra predicada por Cristo.

El día que entró en vigor la excomunión, a fines de 1520, Lutero cometió un acto central para su labor: quemó el Derecho canónico, algunos libros más y, como de paso, la bula de excomunión. “Esa fecha “marcó el ‘giro copernicano’ de la historia del cristianismo de Occidente” (t. Kaufmann). La trilogía de textos reformadores fue una inmensa semilla que germinaría progresivamente para expandir con sus frutos la posibilidad real de una Iglesia y una sociedad nuevas, siempre conflictivas y contradictorias, pero más libres, y dispuesta la primera a someterse al impulso renovador de su fundador.

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