La abogada del pueblo, Conchita Hernández

La defensora, de 80 años, sufría asma crónico

Luto en Veracruz; muere la abogada del pueblo, Conchita Hernández

Eirinet Gómez

La Jornada

Xalapa, Ver.,

Los pueblos otomíes y nahuas de la Sierra Norte de Veracruz están de luto, por el fallecimiento de Concepción Hernández Méndez, conocida como la abogada del pueblo, debido a que en los años 80 luchó por la restitución de tierra a campesinos que habían sido despojados por caciques.

La noticia del deceso de Conchita, a causa de un asma crónico, se difundía apenas por la Sierra Madre Oriental cuando hasta la cabina de Radio Huayacocotla La Voz de los Campesinos comenzaron a llegar mensajes de los pobladores para compartir el pésame.

Llueve una gran cantidad de mensajes de la gente, sobre todo de los mayores, que recuerdan su paso por estos lugares, donde dejó una profunda huella, cuenta a La Jornada el jesuita Alfredo Zepeda, que tenía más de 40 años de amistad con Hernández Méndez.

El religioso la recuerda como una mujer “de complexión delgada, de cuerpo pequeño, pero con energía, siempre activa, inquieta, que no dejaba pasar la injusticia.

Era una mujer cuya huella vale la pena recordar porque su memoria es un estímulo para que más personas se animen a la lucha por los derechos humanos de los pueblos indígenas, relata.

Concepción Hernández era originaria de Tehuacán, Puebla, donde estudió leyes y después se instruyó en la Escuela Nacional de Antropología e Historia en la Ciudad de México. Recién egresada hizo una breve estancia en Chiapas y en 1984 llegó a Huayacocotla, donde se quedó 20 años.

Luchó contra caciques

Durante su estancia en la sierra norte de Veracruz tuvo un papel relevante en la restitución de 4 mil hectáreas a campesinos otomíes en los bienes comunales de Amajac y luego con los nahuas en Ilamatlán.

Concepción luchó contra los acaparadores de tierras en tiempos del gobernador Agustín Acosta Lagunes (1980-1986), que arropaba a los caciques, y durante el gobierno de Fernando Gutiérrez Barrios (1986-1988), “con quien tuvimos mejor suerte, porque para limpiar su imagen encarceló a varios caciques. Su mayor defecto es que no dejaba pasar las injusticias, ella llegó a Huayacocotla a trabajar en el (entonces) Instituto Nacional Indigenista, pero al rato ya estaba clavada en mil cosas.

También se dio tiempo, con los amigos de aquella región, de formar el Comité de Derechos Humanos de la Sierra Norte de Veracruz, y más tarde de formar la organización Xochitltepetl AC.

Concepción Hernández se sumó al entonces naciente Partido de la Revolución Democrática al frente de su Secretaría de Derechos Humanos. Una de sus luchas más relevantes a su paso por la huasteca de Veracruz fue por la liberación del indígena nahua Zósimo Hernández Ramírez, acusado de homicidio.

Fue un caso emblemático, ella lo llevó del 75 al 77, año en que salió libre Zósimo, agrega el religioso.

En 2000 dejó Huayacocotla y regresó a Tehuacán, donde continúo su combate a los caciques en la Sierra Negra. En 2005 acompañó a su hijo Martín Barrios Hernández en la lucha por los derechos de 163 trabajadores despedidos injustamente por el empresario maquilador Lucio Gil Zárate.

El ejemplo de Concepción en favor de los derechos humanos también permeó en su hija Inti, quien escribió la parodia de obra de teatro llamada Monólogos de la maquila, en el que exponía la explotación laboral de las obreras de la industria textil.

Cada conversación con ella se convertía en una intensa plática sobre la problemática, las injusticias y los casos que llevaba, ya con mucha dificultad, porque ya había cumplido 73 años.

Morir en Cholula

Con el tiempo, Hernández Méndez desarrolló asma, el cual fue mermando su salud, hasta que a finales de 2020 se volvió crónica. Para procurar los cuidados necesarios, su familia la refugió en casa de su amiga Ingrid Vambeuren, promotora de los derechos humanos en la Ibero Puebla que se encuentra en Cholula.

En su último mes de vida, la activista estuvo acompañada sólo por Vambeuren, su hija Inti y su hijo Martín Barrios Hernández. Y cada tanto atendía llamadas telefónicas de algunas amistades, como la del religioso Alfredo.

Hace unas semanas hablé con ella por teléfono para saber cómo estaba y la noté con muchas dificultades para respirar, contó. Durante enero, la salud de Conchita se deterioró tanto que se vio obligada a usar tanque de oxígeno, hasta que la noche del miércoles sufrió un paro respiratorio que le causó la muerte.

Las amistades de Concepción han descartado que haya sido víctima de Covid-19, “ella no estaba tomando nada contra el coronavirus, ella tenía un asma que se fue agravando en las últimas semanas.

Siempre fue una mujer de una sola pieza, incluso, a costa de su salud, afirma su amigo, que en tiempos de pandemia no puede despedir sus restos, que este viernes serán incinerados.

 

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