Beatriz Barba, investigadora tenaz y primera arqueóloga mexicana

Falleció Beatriz Barba, investigadora tenaz y primera arqueóloga mexicana

La antropóloga y etnóloga fundó la AMCA // A su empeño se debe la creación del Museo Nacional de las Culturas // Decía que es obligación de los especialistas poner el conocimiento al alcance de todos

Ángel Vargas

La Jornada

La mañana de este viernes falleció a los 92 años Beatriz Barba Ahuatzin, primera mujer con título de arqueóloga en México, fundadora de la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas (AMCA), incansable profesora y referente de la cultura del país.

La noticia fue difundida por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), instancia donde desarrolló por más de seis décadas su prolífica trayectoria en los campos de la docencia, la investigación, la arqueología, la antropología, la etnología y la museografía.

A su empeño se debe la creación, a principios de los años 60, del Museo Nacional de las Culturas, ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, del cual fue subdirectora por 13 años.

Lo logró gracias a la defensa que en su momento hizo del inmueble de Moneda 13, el cual buscaba ser recuperado por la Secretaría de Hacienda luego de que las colecciones arqueológicas que allí se resguardaban fueron trasladadas al entonces recién construido Museo Nacional de Antropología.

En aquellos años, participó también en la conformación de este recinto, el más importante y visitado del país, donde diseñó la museografía de la primera sala, dedicada a la Introducción de la Antropología.

Comprometida e insumisa

Beatriz Barba nació el 16 de septiembre de 1928; algunas fuentes consignan su lugar de origen en la Ciudad de México y otras en Jalisco. Fue profesora de educación primaria por la Escuela Nacional de Maestros, a mediados del siglo pasado; en 1956 se tituló de arqueóloga y en 1960 de etnóloga, por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).

En 1982 obtuvo el grado de maestría en ciencias antropológicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde dos años después logró el doctorado en la misma disciplina.

En un homenaje realizado en 2019 por el INAH, se recordó cómo siendo profesora normalista, la especialista desafió las reglas sociales de la década de 1950 y las normas conservadoras de su familia para ponerse pantalones, salir a campo acompañada por hombres y convertirse en la primera mujer en conseguir un título de arqueóloga.

Como no había pantalones para dama, ella misma arreglaba las tallas de niño, y los ajustaba para que le quedaran, se recordó en aquella ocasión, en la que el director del instituto, Diego Prieto, reconoció asimismo su enorme capacidad de trabajo, compromiso e inteligencia.

Supo articular las ideas de una investigación antropológica integral, que incorpora a la arqueología, ligada a su vida familiar y conyugal, pero también a la etnología y la antropología, vista como el estudio integral de los grupos humanos, destacó el antropólogo y funcionario.

La academia, fundamental

Beatriz Barba estuvo casada con el arqueólogo campechano Román Piña Chan (1920-2001), con quien procreó a sus tres hijas.

Fue considerada por el INAH “como una de las más importantes personalidades de la antropología, la etnología y la arqueología de nuestro país.

Es notable y abundante su trabajo académico en estas disciplinas y destaca por la originalidad de los proyectos de investigación que emprendió. También es fundamental su participación en la formación de nuevos profesionales y en la divulgación del patrimonio cultural de México.

Su mundo no estaba limitado a la investigación y la docencia. Para ella eran esenciales, además, la administración, la promoción cultural, la museografía, la divulgación científica y las publicaciones.

Los investigadores tenemos una gran obligación con el pueblo de México: poner al alcance de todos los conocimientos a los que llegamos, porque se tiene la horrible costumbre de pensar que solamente el gremio nos debe entender, manifestó la arqueóloga y antropóloga en una entrevista.

Consideraba a la enseñanza un ámbito esencial en su vida –fue catedrática de la ENAH desde 1958–, a partir de la convicción de que “todavía hay futuro para las humanidades como la antropología. Éstas no se pueden acabar porque implicaría terminar también con la cultura. Cada vez serán mejores y tendrán diferentes enfoques y maneras de entenderse.

Lo único que hace falta para que estas ciencias repunten es que repunte todo el país.

 

Esta entrada fue publicada en Mundo.