Templo de Nuestra Señora de los Angeles; breve pero puntual bitácora de su restauración en proceso.

El templo de nuestra señora de los ángeles una odisea arquitectónica
– Xavier Guzmán Urbiola –

La Jornada Semanal

Hay construcciones en Ciudad de México que, por mucho, trascienden el llano sustantivo de “edificio” o “inmueble”: son obras que conforman el patrimonio de una ciudad. Es el caso del templo de Nuestra Señora de los Ángeles, lamentablemente dañado por el sismo de 2017 pero aún en pie, sostenida su cúpula gracias a los trabajos del INAH, la UNAM y el INBA.

Esta es una breve pero puntual bitácora de su restauración en proceso.

Nuestro patrimonio requiere ser mirado con empatía. Ha sido capaz de resistir el uso, la falta de mantenimiento, el olvido y decisiones erráticas. Lo único que no resiste es la incuria. Necesita que se le valore desde el afecto.

El templo de Nuestra Señora de Los Ángeles se encuentra en la colonia Guerrero, a dos cuadras de Tlatelolco, y preside la plaza del mismo nombre, una zona donde casi nadie se atreve a entrar. Su fábrica se consolidó durante el siglo xviii, continuó en el xix y el xx. Se trata de una mampostería colonial resistente por masa.

Su cúpula principal es de media naranja, cierra el crucero central, en la base de su tambor tiene un espesor de 1.40m y, en el arranque de la linternilla, de 60cm. Se calcula que pesaba quinientas toneladas. Fue tal vez el templo más dañado en Ciudad de México debido a los sismos de septiembre de 2017. Sin embargo, el aparatoso colapso de tres de sus ocho gajos no ocurrió el día 19, sino el 24 siguiente, habiendo permitido a los arquitectos interesados hacer un escaneo con láser de su verticalidad. Ese primer diagnóstico fue elocuente, pues era claro que las grietas preexistentes del costado sur se ampliaban. Dichos trabajos fueron posibles gracias a una solicitud del entonces director de Sitios y Monumentos, arquitecto Raúl Delgado, y de la directora de Arquitectura del inba, arquitecta Dolores Martínez.
La contratación a Sackbé para atender el templo, conteniendo lo que se mantenía en pie, se hizo a través del Fondo Nacional de Desastres (fonden), en su etapa de Apoyo Parcial Inmediato.

Sin embargo, dado el dramático aspecto del derrumbe y la colindancia del templo con una escuela, no tardó en llegar la solicitud de demolición total del elemento dañado. Tampoco era fácil, así que no pudo concretarse. La arquitecta restauradora Virginia Arroyo, directora de Sackbé, ante el paso de los meses, enamorada del templo y su cúpula, inició las labores siguientes. Puso a buen resguardo los vitrales alemanes de bellísima factura que adornaban los óculos. Recibió en el templo al ingeniero Giovanni Cangi y al doctor Claudio Varagnoli. Después logró, con el arquitecto Salvador Ávila, en enero de 2019, durante la última visita a México que hizo el gran estructurista español, Santiago Huerta, explicarle el problema y llevarlo al templo. Él, al conocer los reportes resguardados en los archivos en la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del inah (felizmente dirigida hoy por la arquitecta Valeria Valero, asistida por Antonio Mondragón), en los que se hablaba de hundimientos en el subsuelo, asoció esos datos con las grietas en la cúpula y dibujó un esquema explicando la deformación y el mecanismo de falla. El colapso ocurrió cuando el suelo se asentó, la linternilla sufrió una inclinación mayor al cinco por ciento y cayó. En consecuencia, las grietas preexistentes se ampliaron y se reflejaron en la zona paralela del norte, produciendo un fenómeno de arqueo y ahí sobrevino el derrumbe de tres gajos, que proyectó secciones de la mampostería hacia la escuela colindante. Por fortuna, los días posteriores al sismo las clases se hallaban suspendidas.

Pero más importante que lo anterior, Huerta, en una reunión de los involucrados con el inah, desde la empatía los sensibilizó sobre la improcedencia de demoler una cúpula que se conservaba casi en dos terceras partes y mostraba un trabajo cuidadoso de unos alarifes anónimos. Pero, ¿cómo proceder? Una obra falsa de cimbra de madera o tubular e industrial hubiese implicado elevarla a una altura cercana a los diecinueve metros y mantenerla ahí durante años. Por caro, era impensable.

En este punto el doctor Agustín Hernández, de la Facultad de Arquitectura de la unam, cobró protagonismo. Él ideó y el inah contrató el desarrollo y construcción de un cilindro hiperboloide de 18.7m de alto, de planta circular con diámetro de 4.66m, una cintura de dos, un remate de 2.80m y cuatro refuerzos intermedios. El cilindro fue realizado con tubería de 2.5 pulgadas, esto es, la más común, corriente y barata, pero cuya torsión logró, frente a la resistencia por masa, su resistencia por forma. Se colocó un tapial en la acera, se instaló ahí un taller para el armado y soldado de ese hiperboloide y las triditrabes que lo coronan. Un dato es contundente: el cilindro finalizado pesa 2.3 toneladas, pero fue calculado para cargar setenta. Es una pieza bellísima, cuyo primer objetivo es contener y fijar los vestigios, para conseguir así una condición segura al trabajar en la reconstrucción de la cúpula, y segundo, suplir la obra falsa que la cimbra implicaba. Pero vino la pandemia y las obras debieron suspenderse.

 

Exacto, estresante… y exitoso

Apenas se pudo, la arquitecta Arroyo continuó cumpliendo su contrato con en el inah. Se preparó en el interior del templo una cimentación para recibir el cilindro. Una grúa se colocó casi al frente de la fachada del templo el día 5 de septiembre de 2020. Se optó por una de cuatrocientas toneladas, pues mientras más largo su brazo, el lastre debe ser mayor. Se procedió ese día a izarlo. La maniobra debía ejecutarse con absoluta precisión, pues evitar cualquier movimiento pendular era indispensable. Se levantó el hiperboloide hasta una altura de cuarenta metros. El video tomado por un dron muestra que el proceso de introducirlo en perfecta verticalidad por la parte colapsada de la cúpula, fue a la vez exacto y estresante. Verlo obliga a contener la respiración. Pero, una vez anclado el cilindro en su sitio, debían colocarse dos triditrabes primarias de 22m de largo, 5.3 toneladas de peso y 1.4m de peralte (o ancho), sobre el remate del cilindro, cruzando los óculos del tambor y apoyadas finalmente en las pechinas de mampostería, las cuales cargarán el resto del peso que el hiperboloide no podrá sostener. Toda esta maniobra de montaje se hizo en cuarenta minutos.

No terminó ahí la operación. En las semanas posteriores se cargaron cuatro trabes secundarias como complemento. Estos elementos están formados por triángulos invertidos en su peralte, enmarcados con acero, para lograr una resistencia máxima. Sobre esas mismas triditrabes se ha procedido a montar un piso para colocar las cerchas que guiarán la reedificación de la cúpula con mampostería autoportante, que se realizará en hiladas sucesivas. Pero aún hay una sutileza en relación con lo anterior: las mencionadas cerchas no siguen el esquema teórico e ideal de una media esfera, sino un trazo elíptico que indica la deformación ya incorregible de
la cúpula.

Ahora seguirá hacer los estudios de mecánica de suelos y pasar de los esquemas teóricos a plasmar lo anterior en un proyecto ejecutivo de reconstrucción, asignar la obra a los contratistas y entregarles los montos indispensables.

Desaparecido el fonden, los involucrados esperan, seguros de su trabajo, los apoyos por las nuevas vías que el inah logre concretar. Nuestra Señora de los Ángeles se lo merece. No cabe duda de que el nivel de nuestra reflexión en gabinete y de nuestra tecnología es de primera categoría. Pero lo anterior es la consecuencia de mirar con afecto al patrimonio. El optimismo se reafirma al constatar el empeño y amor que muchos arquitectos, técnicos y operarios sienten hoy por nuestra herencia cultural.

 

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